Cuentos de mitología griega.

 


Érase una vez un recuerdo borroso. De un profesor alto, moreno y delgado, sentado sobre mi mesa, contándome algo mientras yo leo un libro de cultura clásica. Muchos años después, le digo a mi hermano mayor que he encontrado el libro "Grecia y Roma", que estaba descatalogado, en una librería de segunda mano.
-¡Ah! ¡Por Miguel, dices! ¡Ese profesor que estaba tan loco! Te lo mandó él, ¿verdad?
Miré a mi hermano, con el ceño fruncido.
-¿Loco?
-¿No te acuerdas de él, Nelly?
Recuerdo que era mi profesor favorito. Que le encantaba lo que hacía.
-Sí.
-¿Te acuerdas de cómo vivía las cosas?
Es obvio que no.
-¡Jajajaja! ¡Pero si arrancaba a hablar de algo y se volvía loco, jajajaja! Era como.. ¡Miguel, tranquilo, que sólo son dioses griegos! ¡Tranquiloooo!
Ceño más fruncido.
-No sé de qué hablas. Era un buen profesor.
Mi hermano se ríe más.
-¡Sí! ¡Lo era! ¡Le gustaba lo que hacía!

Hum. A ver, en primer lugar, le gustaba dar clase y, en segundo lugar: daba clase. En el sentido de sentarse a contarte cosas. A explicar, de verdad. A comunicar.

Lo que ya no recuerdo es que tuviera ese entusiasmo tan fuera de lo común. Pero, en estas cosas, debería hacer caso a mi hermano. He borrado toda mi educación salvo por aquella conversación en las escaleras de la cafetería en las que un profesor de física, conocido por doblar la bata de laboratorio hasta convertirla en un pañuelo y por su frase: "Esto ya no nos aporta nada nuevo", se paró a hablar conmigo. "¿Qué te pasa?", me preguntó. Le miré y le dije: "No sé qué quiero estudiar". Física se me antojaba complicada, odiaba las matemáticas, en literatura acabé teniendo un premio ese año pero... ninguna carrera relacionada con lengua me gustaba. Y el ajedrez no era precisamente un oficio. Ser abogado ya no me gustaba, profesora tampoco, notario, ni de broma, ¿detective?.... El profesor me dijo:

-Hagas lo que hagas, que te guste.

Yo le miré con el ceño fruncido. Y aquel hombre, del que no recuerdo una sola de sus clases de física, dijo:

-Los años de Universidad van a ser de los mejores de tu vida. No elijas por la salida laboral, estudia algo que te guste de verdad.

Estaba limpiándose las gafas. Esta vez con un pañuelo. No era su bata de laboratorio.

Y esa, señoras y señores, fue mi enseñanza del instituto. De aquel instituto. Aprendí eso y a escapar de los matones, que no eran pocos, precisamente. Aquel era un instituto complicado. Mi hermano decía que cuando entraron "los de la Logse", los de su generación se apartaban de los de la mía, porque "vaya lo que había entrado en el centro". La policía nacional venía bastante.

Volvamos a Miguel. El profesor de Cultura Clásica.

Y vamos con las historias de ese libro que me mandó, pero contadas con mis palabras:

Narciso.
Eco era una ninfa que un buen día se enamoró de Narciso. Narciso era un mortal muy guapo y Eco intentó tener un romance con él pero Narciso no estaba interesado. Desesperada, triste, abatida, Eco rogó a Afrodita que castigara a Narciso. Y los dioses, juzgando su comportamiento "poco apropiado" para una ninfa, la obligaron a vagar por las montañas y lugares apartados, como alma en pena, llorando su desamor, hasta que no quedó de ella más que la voz y la condenaron a repetir las últimas palabras que oyera a los viajeros...
Por su parte, no os penséis que Narciso se fue de rositas. Afrodita escuchó a Eco y quiso castigar al joven. Así, un día que hacía mucho calor, Narciso se inclinó para beber sobre un estanque de aguas claras y cristalinas. ¡Y descubrió sorprendido la imagen de una ninfa acuática muy bella... (es decir, no se enamora de sí mismo, se enamora de su versión femenina). Él no sabía que estaba mirando su reflejo, pero al mover los labios, vio que aquella aparición también los movía y parecía tan ansiosa de entablar conversación como él mismo. Intentó tocarla y ¡flus! la ninfa se desvaneció... Se asomó de nuevo y allí estaba. Se tumbó en la hierba y allí se quedó, embelesado, enamorado de la ninfa... que en realidad era su reflejo.
Y allí murió y allí creció la flor conocida como Narciso.

Es decir, no sabe que estaba enamorado de sí mismo. Me acuerdo del cuento por eso, y porque mucho después vi en un capítulo de Mentes Criminales que nos llaman la atención los rasgos "similares a los nuestros", cuando buscamos pareja. Lo creáis o no, podría pasarnos lo que a Narciso.

Aracne
Había una mujer, hilandera, que se vanagloriaba de tejer mejor incluso que Minerva (Pallas, Atenea) hija de Zeus. Tanto se vanaglorió, tanto se vanaglorió, que al final la diosa, disfrazada de anciana, fue a visitarla. En su casa, la hilandera volvió a repetir que sería mejor que Minerva y ella le advirtió: "ten cuidado con eso que afirmas". Como de nuevo la joven pretenciosa repitió que hilaba mejor que la divinidad, esta descubrió su nombre y le retó a demostrarlo. Tejieron un tapiz. Al terminarlo, Aracne tuvo que reconocer su derrota. Como castigo, fue transformada en araña y obligada a tejer, para siempre...

Semele
Zeús se enamoraba fácilmente de muchas mortales. De entre todas ellas, la más hermosa era la princesa Semele, a la que visitaba disfrazado de mortal. Un buen día Hera, esposa de Zeús, descubrió el romance y acudió presta al palacio de Semele:
-Ese al que amas es un impostor. Si fuera Zeús, ¿por qué no te muestra su divinidad?
Sembró la duda en la mujer y cuando ella recibió la visita de su amante, le pidió que le concediera cualquier deseo que tuviera. Insistió hasta conseguir el Sí del rey del trueno y entonces le pidió verlo "tal y como era". Zeús, aterrado, le rogó que pidiera cualquier otra cosa, pero Semele insistió y le hizo cumplir su promesa. Así que Zeús volvió al Olimpo y se puso el atuendo "menos divino" que tenía. Se difuminó (jajajajaj!) la divinidad. Se apagó lo máximo posible, tomó el rayo más flojo que tenía y regresó junto a Semele. 
Nada más verlo con su verdadera forma, la humana enloqueció.
Zeús prendió fuego al palacio con su débil rayo y ella murió allí. Sólo logró salvar a su hijo: Baco. O Dionisio... 

El Juicio de París
Érase una vez un banquete real al que estaban invitados todos los dioses. Salvo, claro, la Diosa Discordia. Enojada por la ofensa, ésta se presentó de repente, dejó caer una manzana dorada y dijo:
-Aquella que sea la más hermosa de las diosas, que se lleve mi regalo.
Y, claro, Atenea, Afrodita y Juno casi se lían a tortas.
(Es que eso, sea cual sea la época, no se puede hacer)
Bien, vamos a calmarnos, dijeron los dioses... "nos hace falta un juez justo. ¿Qué tal ese pastor de la montaña?". 
El pastor era París, y por lo visto era príncipe de una ciudad llamada Troya, famosa por cierto caballo y porque luego Ulises lo pasó "un poco mal" (o no...) para regresar a Ítaca (y aquí se presta un debate sobre el regreso de Ulises que es interesante mantener con cierto actor...)
Ante Paris se presentaron las tres diosas (¡Menudo susto!)
-Elige a la más bella -dijeron.
Pero claro, todas hicieron trampa:
-Si me eliges a mí, mortal -dijo Atenea-, te daré sabiduría y ganarás todas las guerras.
(=Poder)
-Si me eliges a mí, París -dijo Juno-, te daré riquezas inimaginables.
(=Dinero).
-Elígeme -dijo Afrodita-, y tendrás el Amor de la mujer más hermosa de la tierra. Tú la amarás y ella te amará a ti, con todo el corazón.

¿Qué elige París?

(No me hace falta deciros cuál es mi historia favorita).

París elige el amor.

Sólo que... bueno la mujer más hermosa de la época se llama Helena y estaba prometida con un tal Menelao, Rey de Esparta, hermano de un tal Agamenon... y una cosa llevó a la otra.. y se puso todo muy feo.

Hasta aquí (no os cuento la de la princesa que se convierte en sauce, esa es otra de las que me impactó, porque mata a la ninfa Lotis por hacerle un regalo a su hijo...) lo que os traslado del libro pero... 

Pero lugar de narraros la última historia os voy a contar un sueño:

Antes de conocer al Muso, las cajas y otras tantas cosas, entre ellas el budismo, soñé que era un cazador. Y caminaba por el bosque, con mis perros (oía a los perros durante todo el sueño), y yo iba feliz y concentrado en cazar, cuando escuché unas risas cristalinas que me llamaron muchísimo la atención. Pero muchísimo. Así que aparté un poco de maleza y vi un lago y vi a unas mujeres desnudas. Hasta aquí, es un sueño peculiar (sobre todo porque yo era un hombre) pero... sencillo.
Dejó de ser sencillo cuando la más alta y morena se giró y me salpicó un poco de agua:
-Vete y proclama si puedes que has visto a Diana desnuda.

Y pensé aterrorizado: "Ay, no, ¡¡¡Soy Acteón!!!!"

"...., Actéon... muere.... devorado por sus propios perros."

Sí, claro, eché a correr. Igual que Acteón. Pero... todos sabemos que se convierte en ciervo. Y todos sabemos lo que hacen los perros de caza cuando huelen un ciervo. Y por más que yo corría más cerca oía a mis perros. Y encima ahora era un ciervo y todo era mucho más confuso.

Y me desperté con taquicardia, ¡jajajajaja! cuando estaban a punto de alcanzarme.

Entiendo el sueño, no os creáis que no. Es tan simple como que yo meto las cosas "en cajas" y mi subconsciente dijo: ¿quieres cajas? ¡pues toma cajas! Y diréis, ¿qué tienen que ver unos perros con unas cajas? Todo. Porque no se trata de que Acteón muera porque se cae en una zanja, sino que lo devoran sus propios perros. Es como el que levanta un muro y se parte la crisma con él. Imagino a Acteón alimentando aquellos chuchos y usándolos para cazar sin pensar ni una sola vez que su forma de vivir le iba a poner contra la espada y la pared. No sé si me explico. No necesité que nadie me tradujera el sueño porque lo entendía perfectamente, lo que habría necesitado es un profe de Budismo.

Y esa es la última historia del libro que verdaderamente me impactó. Después del sueño, me dediqué a leer la Dragonlance. A mi cerebro le entretenía y no me tocaba las narices por las noches... 



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