Mi extraña tienda de plantas.

 


Una vez, mi madre me preguntó: "¿Por qué siempre estás montando negocios?".

No eran negocios reales, a mí me gusta trabajar por cuenta ajena, es sólo que -si había un silencio lo bastante prolongado-, lo primero que me venía a la mente era:

-¿Por qué no abrir una panadería?

Una tienda de comics, un restaurante, un bar, una librería-café...

En realidad es hablar por hablar, claro. Tengo un amigo autónomo. Creedme, no se parece en nada a soñar despiert@.

Cuando conocí al actor de una manera un tanto ilógica, me dio por deshacerme de la mitad de las cosas que tenía en casa. A veces me pregunto para qué estaba dejando espacio. Supongo que para el futuro. Como siempre he sido muy cuidadosa con las cosas (quizás porque pienso que están vivas), pues tenía libros, objetos y apuntes de... mis siete u ocho años. Cosas de décadas atrás. De repente, mi librería del jurásico ya no me parecía algo interesante. La miraba y pensaba: "Pero si no lo usas. Pero si no lo lees".

"Esto lleva aquí desde hace veinte años, ¿¿¿¿¿ por quéeeee no cambi@ nada???"

Resultado, busqué para llevarlo todo a donar, reciclar o bien a  venta de segunda mano.

Ayer dos compradores se picaron por wallapop y de un libro que yo puse a dos euros acabaron ofreciéndome quince. Es el gran libro de la Dragonlance. Sí, en su día me gustó mucho pero, ¿sabéis cuánto llevaba sin abrir? 20 años. Sabéis lo que opino yo de los libros: o se leen, o son joyas o aportan algo, o si no los les ni te aportan, sinceramente no debes tenerlos. A mí me chifla mi librería, porque los libros que me importan, cuando los veo, me pongo contenta.

Mis visitas a la librería de segunda mano me enseñaron que los libros están muy poco valorados. Me los compraban por cincuenta céntimos. Así que me compré por casualidad una hucha con caritas sonrientes y empecé a vender en Wallapop y voy metiendo todo ahí. Pronto vi que era mejor Wallapop que la librería de segunda mano. 

(Disculpadme un momento, una abeja acaba de darse un cabezazo contra mi ventana. Voy a ver si le pongo un poco de miel, lleva toda la mañana zumbando por aquí y me parece que está algo cansada)

De regreso: no encontré a la abeja pero sí a la vecina, nos pusimos a hablar (una charla maravillosa e imprevista dado que yo soy dada a evitar a todo el mundo), al final sin rastro de la abeja, cerré mi pequeño balcón y escuché entonces un zumbido cabreado en el cuarto donde escribo las novelas. 

¿Adivináis? Cuando llegué una abeja enorme y cabreada se está dando cabezazos literales contra la parte blanca de la ventana. Cabezazos. ¿Quién se da cabezazos contra la parte de arriba de una ventana? ¡Jajajja! Debe de tener un día terrible.

Vamos a ver, ¿y ahora qué hago? Si mi pica... a urgencias, si la mato... pues hombre, prefería no hacerlo.

De lo que he hablado con la vecina y lo mismo que quería contaros a vosotros, es que como no me caben las plantas en casa, decidí usar Wallapop para ponerlas en venta. Igual que tenía una nueva librería quería un rincón de plantas brillante, luminoso y lleno de flores...

Pero para mi sorpresa, planta que pongo, planta que se vende en menos de una semana. Cuanto más espacio tengo, más plantas crecen. Por lo que he encontrado algo que puedo vender cuyo "origen", es natural y de momento parece infinito.

Os iba a hablar del ciclamen que nació sin más en una maceta que no era suya, lo trasplanté y ha estado en venta menos de media hora y ya tiene un interesado. Pero en vez de eso me temo que tengo que poner a trabajar mi cerebro para ver como convenzo a la abeja de que no soy un enemig@ y no se puede quedar en casa.

¿Ideas? ¿Alguien de la sala habla abejil?

... alguien, ¿no es alérgico?

Ay señor, creo que el destino me manda una señal: no te dediques a las flores, atraen a las abejas.

¡jajajajaj! 

Edito para añadir el final de la historia de la abeja: tras decirle en voz alta que tuviera a bien no picarme porque quería echarle una mano y mientras picaba a las cortinas (tal cual), abrí la ventana y ahí me quedé esperando mientras ella se daba de cabezazos contra el techo. En serio, a esta abeja le pasa algo. Tras quince minutos de contemplación en los que ya empecé a perder la paciencia, le pregunté mentalmente qué puñetas le había pasado para tener semejante humor. Por toda respuesta la abeja se escondió detrás de los visillos y empezó a picarlos. Con la ventana abierta detrás. Y la libertad. A su alcance. "A ver...", solté el bote de insecticida (no sé por qué me daba que mi intención podía afectar al desarrollo de los acontecimientos), y tras un buen rato en uno de sus intentos de empujar el techo (de verdad, que abeja tan extraña) se equivocó al calcular el trazado del vuelo, lo hizo en diagonal, atravesó la ventana y al ver que no había techo empezó un baile frenético, y se fue. No sé qué le ha pasado, pero a esa abeja le han hecho algo. Os lo aseguro. Estaba como enfadada con el techo. 

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