En el que me llegan las galeradas del libro.
A todo escritor que se precie le encanta recibir galeradas. Es la versión oficial del libro, antes de ir a imprenta. Pero he aquí que Nelly había hecho un fuerte de cosas cotidianas tras las que esconderse, y no se acercaba a la mesa.
-¡¡Vete!!
Al lado de la ella, sentado en el suelo, estaba el cartero de la ciudad, un joven mensajero misterioso, que nadie sabe a donde iba ni de dónde venía, pero solía acompañar a Nelly cuando lo necesitaba.
-¡No pienso mirarlo!
Se refería, claro, al libro.
-Vamos, Nelly, que tienes un plazo...
-¡NO!
La científica miró al cartero.
-Haz algo.
Él le devolvió la mirada sin decir nada. Era imposible saber lo que estaba pensando.
-Llama al actor... -aventuró la científica.
Por toda respuesta el cartero se cruzó de brazos, alzó el mentón y miró a través de la ventana...
-Pues sí que estamos bien... -susurró Memphis.
Allí estaba, una Alcaldesa en huelga, intentando desaparecer fundiéndose con la colcha de un sofá (o que el mundo desapareciera, tal vez); un cartero mudo que no decía lo que estaba pensando... y un trabajo por hacer que requería de fuerza de voluntad.
-Es que me voy a tener que encargar yo de todo... -suspiró.
Se acercó al escritorio, sacó del sobre el manuscrito, desvelándolo por completo, y se llevó un susto al notar que el niño mensajero se había acercado por detrás, sigilosamente.
Luego ambos miraron hacia el sofá.
-Me parece que hay un problema.
-¡No me digas! -contestó Memphis con sarcasmo-, ¡no me había dado cuenta! ¡Y yo pensando que todo marchaba estupendamente!... Pues si pasa algo, la culpa es tuya.
-Yo no entiendo de culpas.
-Ah, no sé... mírala ahí. Tú me dirás. ¿Quién trajo al actor a la ciudad?
-¡JAJAJAJA! JAJAJAJAJAJA
Inexplicablemente, al cartero le dio un ataque de risa.
-¡Jajajajaja! ¡jajaj..jajajajajaj!
Tanto se reía que se encogió sobre su estómago. Y con tanta risa, Nelly no pudo evitar levantar la cabeza y mirarlos. ¿Qué estaban tramando aquellos dos?
Sin decir nada, la Alcaldesa se sentó a su lado en una silla, que arrastró estrepitosamente por el suelo, con un sonido que a Memphis le provocó dolor de muelas.
-Lo que me enfada es lo del tren... -dijo, sorbiéndose las lágrimas.
-Pero si fue bellísimo -contestó Memphis-, una casualidad tan improbable como el nacimiento de la vida misma. Tú elegiste un tren al azar, en el que no montas nunca, él se equivocó... y os encontrasteis. ¿Qué probabilidad había?
-¡Jajajajajaja!
Por algún motivo que nadie en la habitación, salvo él, alcanzaba a comprender, al cartero le había dado tal ataque de risa, que ya el mal humor de Nelly se disipó, sustituido por una curiosidad creciente.
-No sé qué te hace tanta gracia -dijo, mirando el manuscrito.
Nunca jamás volvió a subir a ese tren, que tampoco nunca antes había tomado.
Y fue justo el día en que le dijo: "olvídalo, olvídalo, ¡vamos a olvidarnos el uno del otro!". Y acto seguido los dos se enviaron la misma foto del atardecer, tomada desde el mismo tren, a la vez.
Nelly miró al cartero con el ceño fruncido.
-¡Me cae mal! ¡Le odio! Y todo por culpa de la casualidad.
-Está bien, está bien... Ya voy -dijo el niño guardando una carta misteriosa dentro de su bandolera.
-¡Pero yo no he dicho que entregues ningún mensaje!
El cartero sonrió, con una mirada llena de cariño, y tras abrir la puerta abandonó la casa consistorial, perdiéndose en la luz crepuscular que invadió el salón de Nelly en ese instante.
A fin de cuentas, mensajes más raros había entregado, a seres mucho más curiosos que Nelly y su extravagante actor.
FIN.
Posdata: tras descansar, Nelly terminó de revisar las galeradas.
El libro saldrá en preventa en breve!
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