Diario de una escritora.


Ayer me llegó un correo de Random House. Decía: "Tenemos su manuscrito, y lo vamos a valorar. Tardamos diez meses, pero contestamos". Claro, esto lo leí la segunda vez, ya que la primera solo di saltos y vueltas pensando: ¡¡Random, Random!!
Y se lo conté al Muso y al actor.
Luego a mis amigos de Teatro. (Que no son de teatro sino de un foro). 
Y luego seguí trabajando.
El actor contestó rápido (una de las cosas estupendas que tiene es que, al igual que el Muso, siempre reacciona con mucha empatía a los éxitos artísticos). Ya puestos, le pregunté si el viernes quería que desayunáramos juntos, puesto que esta semana no he hecho nada de deporte y no tenía trazas de que la cosa fuera a cambiar (no os lo dije, se me rompió un pedal de la bicicleta... tengo que llevarla al taller o se acabarán los paseos en bici con mi amigo cocinero). 
Total, que me dijo que sí y como yo llevaba todo el día dándome cuenta de que mi otro yo quiere "fiesta", pues pensé: "hala, te levantas y te haces ocho kilómetros al centro para tomar un café, que no es la primera vez y además tardas menos de una hora".
No sabéis lo que ando ciudad arriba ciudad abajo. Ya en la Universidad volvía andando a casa en verano. Desde Ciudad Universitaria hasta Legazpi. Una vez me pasó algo gracioso, bajaba por la Gran Vía cuando me sobrevoló un helicóptero. Yo llevaba mis vaqueros, mis zapatillas y una bandolera. Siempre con bandolera cruzada al pecho. Creo que tenía una estrella en la solapa. Me encantaba andar.
Y en estas que al pasar junto a una esquina (yo seguía recto), me encontré con tres enormes figuras de "antidisturbios", escondidos, y uno de ellos con la mano en alto y algún tipo de arma. Yo miré para ellos (incluido al que tenía la mano en alto) y él miró para mí. Especialmente él. Y nos quedamos todos quietos. Yo estaba perpleja. El tiempo se congeló.
Tenía, ¿diecinueve años?
No sabéis qué momento de perplejidad.
Entonces el policía dijo:
-Tú no eres de la manifestación, ¿verdad?

¿¿mani..qué??

-No -contesté, negando con la cabeza. O más bien negué con la cabeza mientras respondía con un susurro.
-¡Vete volando de aquí! -dijo el policía bajando el brazo.

¿¿??

Y seguí mi camino y unos chicos salieron corriendo delante y cruzaron la calle. Pero no vi a nadie más.

Si simplemente hubiera bajado el brazo y yo me hubiera llevado aquel golpe... mi concepto del mundo habría cambiado.

Pero no lo hizo.

Tarde muchos años en darme cuenta de que a veces... sí lo hacen. Pero entonces me pareció lógico que si vas caminando por la calle un agente de la autoridad- que está para proteger- no puede ejercer violencia sin más contra un inocente. Desde esa creencia miraba yo el mundo y creo que fue esa creencia la que provocó ese momento de silencio y vacío en el cuál nos miramos todos pero completamente inmóviles y sin hacer nada.

Luego resulta que sí te puede pasar que esa persona se equivoque, porque es una persona. No es supermán, ni un tipo que lo sabe todo, o infalible. Sea como fuere, aquel día no pasó nada malo.

Lo que más me gusta de caminar es que puedes conectar lugares de la ciudad y para mí eso es igual a dominar el entorno. O sea que cuanto más camino y a más sitios sé llegar, más segura me siento.

Nada más aparcar el coche y salir del garaje, una ráfaga de viento me movió el pelo, y casi me mueve a mí.

"Va a llover", supe.

Miré el cielo. Despejado, salvo por una pequeña nube que cruzaba veloz frente al parking. Y pensé: "¿me lo pongo en el perfil de whasap? ¿qué va a llover?... no, mejor no". Precisamente hablaba con el Muso de adivinar o no adivinar cosas.

"Además, te equivocarás seguro" me dije y haciéndome la burla, pensé: "pfff, va a llover... ¡qué tontería!".

De madrugada me despertó una descomunal tormenta.

(Pues vale...) di una vuelta en la cama y otra y otra. Más lluvia, más truenos... ¡jajajaj!
No hay palabras. 
Estuvo así como unas tres horas.
Casi parecía que me hacía la burla el Universo.

Cuando volví a abrir los ojos estaba soñando con una especie de iglesia, con colas de mucha gente porque era el cumpleaños de alguien y con mascarillas.

Me levanté (ya no llovía) y tal cuál me levanté me mareé y me tuve que tumbar de nuevo.

Tengo la tensión baja así que esperé a que se me pasara. Sé que es el calor. Al cabo de unos minutos, me levanté y me dirigí al salón pero no llegué a dar ni dos pasos. Me senté en el suelo antes de caerme, con la espalda apoyada contra el espejo del armario.

"Vaaale..." me dije, divertida. Una forma curiosa de empezar la jornada: por el suelo.

El ventilador estaba a menos de un metro. Grandes Aventuras de Nelly la Escritora: alcanzar el botón Play del ventilador.

Cuando lo juzgué oportuno, me levanté, levanté las persianas del resto de la casa y ya puestos me pesé, porque recordé eso de "bájate al centro andando, que esta semana estás vaga". Cuando vi mi peso en la báscula... hum. No veía ese peso desde la universidad.

"Vaya".

Peso dos kilos menos de lo que marca mi tabla de óptimos del IMC. Y estoy a 400 gramos de pesar cinco kilos menos de lo que pesaba en marzo. Aún así tengo complexión normal.  

Lo que me sorprende es que... no estoy haciendo ningún esfuerzo. Bajo peso tumbándome en una piscina, escuchando mi música favorita y visitando a mis amigos.

Años complicándome la vida con dietas y normas para bajar dos kilos, cuando lo único que tenía que hacer era ser feliz.





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