Coronavirus en Madrid.
Ayer, antes de entrar a trabajar, fui a un famoso super-mercado cercano a la oficina.
-Perdona, ¿tenéis geles de...?
La chica que reponía los estantes negó con la cabeza. Me pareció entender:
Otra que viene con la misma petición, y está agotadísimo.
Me dio la sensación de que llevaba todo el día respondiendo a la misma pregunta. Y lo hacía con verdadera pena.
Fui a una Farmacia.
Al entrar, no había nadie. Curioseé los diferentes estantes que ofrecían productos y mis ojos se quedaron fijos en el gel que había sobre el mostrador. Había cantidad de productos de colores por allí.
-¡Buenos días! ¿En qué te puedo ayudar?
Yo seguía mirando el gel.
-Pues... busco eso.
-Lo siento.
-¿No hay?
-Esta agotado.
-Ya, vengo del super...
-Esta agotado, en toda la ciudad.
Mire a la chica. ¿En toda?
-Duró solo una tarde. No hay capacidad para reponer el producto.
"Vaya".
-Trabajo en una empresa con 515 personas, sólo en mi departamento.
La empleada de la farmacia alzó las cejas.
-Madre mía.
-Ya.
-Pues.. lo siento.
Salí de la Farmacia. Y me fui a tomar un café mientras leía mi libro sobre "comunicación en equipos". En equipos, en pareja, en familia, en grupos... casi acabé el libro frente a un cappucinno.
Al entrar a trabajar, un compañero me habló del "mal sábado" que habían tenido.
-Se rompió esto, se rompió lo otro... y comenzó con....
Me quedé blanca. No os voy a decir el final, porque hay un tabú mediático respecto al tema.
Miré a lo lejos, a través de la ventana. Y pensé en el ser humano.
Regresé a mi puesto. Una compañera me habló de otro hecho trágico. Me entró miedo. Cuando me entra miedo (y muy especialmente respecto a cierto tema) no reacciono de modo normal. De hecho, hasta puedo mostrar la emoción contraria a la que estoy sintiendo. Lo que hace que los demás me miren con esa cara de: "no la veo". Sí, normal que no me veáis. Ni yo misma me quiero ver...
Hice un regalo a otra compañera, me contestó:
-Te abrazaría y te besaría pero... ¡tengo fiebre!
Ay, Dios!!!
Un compañero me vio por el pasillo:
-Nelly, prepárate.. van a cerrar los colegios. Lo van a anunciar esta tarde.
Le miré a los ojos, "¿cómo lo sabe?" pensé. Pero sabía que era verdad.
A media tarde anunciaron el cierre de colegios, el cierre del polideportivo cercano al trabajo, y un caso positivo de coronavirus en la localidad.
Empecé a enfadarme.
Mi familia me recordó el momento en que -siendo niña-, me regalaron un reloj. A partir de ese momento, el mundo ocurría en horas exactas. Las 7.03, las 8.24, las 12.45... jajajaj! Fue una pesadilla para todos. Para mí no, ¡tenía algo que medía el tiempo!
Bien, en Internet hay cantidad de cosas que miden los casos de coronavirus.
Llegué a casa. Enfadada.
Hablé con un ser querido:
-Ve mañana a comprar.
-¿¿A comprar?? ¿Para qué? No es el día de compra.
-Tú ve...
-¿Y al gim?
-Al gim, no.
Lo raro es que no esté cerrado.
HOY
Me levanto y decido ir a comprar, no porque lo necesite, sino por la fuente que me lo recomienda.
Cuando llego al super las cinco cajas están abiertas y la cola es de 24 personas por dependiente, de media.
"Ay va..."
La gente compra leche, carne, .... Miro atrás, miro hacia adelante.
Repaso lo que llevo en el carrito. Tengo leche para dos semanas, pasta para un mes, lejía, manzanas... Estoy adelantando la compra de la próxima semana, lo que sumado a lo que tengo en casa, me da como 3 semanas de avituallamiento.
Sigo mirando las cajas, y a la gente.
A tres personas de ser atendida me pregunto si todo lo que se da por sentado, no es más que el resultado de una situación socio-económica que viene de atrás. Y si dicha situación no es más "vulnerable" de lo que me imagino.
La cosa no me hace ni pizca de gracia.
Tras pagar la compra, me aparto, como siempre, para revisar y dejar paso al siguiente consumidor. Me encanta la eficiencia, eso ya lo sabéis. Y viendo a la gente acabar con todo lo que había en los lienales, me pregunté dos cosas: ¿qué pasará luego?
"Pues..." me contesté, "si esto sigue así, habrá escasez de productos"
Pensé en la cadena de distribución, pensé en los agricultores, en las fábricas, pensé en todo, allí, parada, repasando la compra. Luego pensé en la gente en sus casas, como en una película de ciencia ficción. Protegiéndose y sin salir. ¿Qué pasaría entonces? No habría consumo. Guardé las vueltas en mi monedero y me di cuenta de algo muy importante.
"El dinero no se puede comer"
Lo que realmente vale no es el dinero, es lo que conseguimos con él.
Y lo que conseguimos con él... depende de un montón de factores... en los que normalmente no pensamos.
Alguien estornuda en China y en Madrid se agotan los productos del supermercado.
Estamos increíblemente conectados todos.
Saludos !!!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario