Es que me pasan cosas muy raras...


Cuando acabe esta entrada me voy a dedicar a leer y tomarme un café con leche. Cosas normales y, sobre todo, tranquilas.

He tenido malos sueños, no por su contenido, sino por el mensaje. Uno me hablaba de la luz de los niños, otro me hablaba de un cajón lleno de frascos. Recordar los sueños es ver como tu cerebro procesa la información pero ... a veces es tan certero o tan desapasionado (realista) que ofende. 

Y cuando me despierto, le digo a mi cerebro (mentalmente...): "Oye, sé lo que quieres ¿vale? pero... pero es que no es tan fácil".

Lo que hoy hizo que me levantara a poner la calefacción y me volviera a meter bajo las sábanas. "¿Qué hice ayer que provocara esto?" "Ah, ya, puse una película romántica". Puedo ver terror pero no puedo ver películas románticas. Vi Jane Eyre. Menudo drama. 

Y mientras analizaba la respuesta de él y de ella (los protagonistas de la película), mi cerebro me preguntó si no había sido más bien la tarde de ayer lo que provocaba el estado de hoy.

"Es cierto".

Ayer me pasaron dos cosas. Bueno, tres. 

La primera es que al llegar a trabajar, no abrí messenger al Muso (ver sueño previo), y sí abrí mi hoja de tareas y vi... la de todo el día. "Mañana y tarde". Toma ya. ¡Jajajaj!

Pero... como diría mi experta en psique humana, no lo gestioné.

Vamos, en vez de preguntar, o decir, ¿¿pero esto qué es, chicos, soy superwoman o qué?? En vez de hacer eso, le dije a esa otra parte de mí: "Calla, que tú puedes, venga... busca cómo conseguirlo".

Yo tengo una mente muy creativa. Pero luego vais a ver lo que ocurrió. 

Esto que os he contado es la cosa 1. Vamos con la cosa 2. La cosa número dos es que esa parte interior me advirtió (ni para bien, ni para mal) que si hoy no hablaba con el Muso. A la luz del sueño que tuve, me contesté: "No. Si crees que es Dios o algo...¿qué quieres que le diga? No hay nada que decirle, ni tengo porqué verle..."

Atentos a esto. (Se ha petado el ordenador, me encanta) Ains. Me sale un cartel de "ocultar". Bueno. 

Esa cosa interior me sugirió sin palabras, o más bien me dijo... cómo sería.... "No voy" y la respuesta es: mira que hago que le veas.... Sin palabras y sin amenaza. Fue como un... es que es raro describir cómo se siente una cosa en el espacio entre el ombligo y el estómago. 

"No, no... no he dicho nada" me dije. "No... no hagas nada, ¿vale? Él allí, yo aquí..."

Me llama mi jefa.

Y entre unas peticiones y otras, me dice: "Vete a ver al Muso y le preguntas esto..."

jajajajaj!
NO!

¿¿Cómo puede ser, cómo puede ser??? 3 meses sin que nadie me diga: vete a ver al Muso... pero si hay dos docenas de compis con su puesto, ¿¿¿¿¿por qué a él????

Sí, ahí también pensé si me leía la mente mi jefa. Pero no. Esto es una CASUALIDAD.

Bajo a ver al Muso. Antes de entrar, me digo: "Vale, ahora cálmate. No quiero pensamientos intrusivos, no quiero que te vuelvas loca.  Esto es trabajo."

Muy profesionalmente (¿¿Por qué me llevaba una mano al corazón?? ¿Miedo?) le saludo, buenas tardes, y le pregunto por la incidencia. Me dice que se arregló hace tiempo. 

Vuelvo a mi sitio con el pulso a 100 por hora (yo suelo tener 52 pulsaciones, pero es que con este señor me pongo de los nervios). Y cuando me siento, me llama la atención que sus ojos eran diferentes. Qué vi en esos ojos...  Es que no sé ni lo que veo. Si os digo que vi todo el espacio, el tiempo, el universo y un montón de cosas  pensaréis que estoy loca. Un poco sí lo estoy.

Y como estoy loca, le abrí entonces un messenger. Aunque mi yo interior me advirtió no le va a gustar. Y seguramente no le gustó, pero ... con esos ojos que encierran el tiempo y el mundo natural... y encima cambian de color....

... claro que todo esto es subjetivo.

O sea que, la cosa número 1 es que mi ombligo por tocar la moral y llevar la contraria a mi cerebro propició un encuentro con el Muso. Vale. 

Vamos a la cosa número 2. La cosa número dos es que cuando termino mi tarea, vuelvo a consultar la hoja y la tarea ha cambiado.
Hasta ese instante, yo tenía la tarde super-controlada. De hecho, me decía "qué bien, que he gestionado lo de tres compañeros sin quejarme". Pero... de repente la tarea pasaba de ser triple a ser solo una. Es decir: lo he hecho, pero no ha servido de nada porque nadie lo sabe y el mérito se lo lleva otro.

¿¿¿¿QUÉ???

Imagináos cómo puso eso a mi parte racional. ¿¿¿Pero qué????? Rápidamente mandé un correo. Y entonces me llamaron a una reunión. Pero yo ya tenía estrés. Hacer 40 gestiones y que de repente estas no sean tu misión, cabrea. Para eso, no las hago. Y al decírselo a los compañeros ("Uno de vosotros ha cambiado la tarea") solo conseguí que nos riéramos todos. Primero, porque ellos juraban y perjuraban que no, que lo había leído mal, segundo, porque la tarea estaba sin hacer por tanto, ¡yo tenía razón! De todos modos había que hacerla...

Usé mi descanso para trabajar. En silencio. Ahí le abrí de nuevo al muso. Es sorprendente cómo paso del estrés al estado de calma en muy poco tiempo. Y fue un poco antes (genial... se acaba de abrir un grifo solo... ¡¡¡¡¡¡¡ya vale!!!!!! jajajaj ¡esta casa está encantada!)

Por donde iba... Como se caiga un cuadro de la pared os aseguro que salgo corriendo.... Ah, sí, fue un poco antes de esa pausa, cuando recordé lo que aprendí con la psicóloga clínica. Lo de gestionar. Si yo hubiera pedido explicaciones de la tarea inicial, habría mandad un e-mail. Por tanto tendría o bien una prueba de lo que había y ya no estaba, o bien una respuesta de: "Nelly, te has equivocado". En ninguno de los dos casos habría trabajado tanto o tenido estrés. Dicho de otro modo: el mundo me enseñaba que el camino correcto no era estarme callada y cargarme con triple tarea, sino hablar.

Dichas estas dos cosas, vamos a la tercera. La tercera es desde dónde me hablaban mis compañeros de trabajo. Uno me recordó una fiesta y me mandó fotos de un vestido con la esperanza de que me lo compre porque según él iba a estar muy guapa, otro quiso bromear y no ayudarme cuando pedí ayuda pero le mandé a paseo, jajajajaj! (ahí ya estaba cuasi enfadada) y luego me echó un cable, y otra bromeó conmigo con amabilidad casi maternal.

Las palabras mienten, la conducta no. A mis compis les caigo bien. Ya sé que esto puede no importaros a la mayoría de vosotros (me refiero a lo que los demás opinen de vosotros o el ambiente laboral), pero para mí la armonía es importante. 

Por último, vi al Muso al final de la jornada pero no me atreví ni a mirarle. Estaba estresada. A veces le tengo pánico, os lo aseguro. Porque creo que me lee la mente o algo así, y ... yo tengo una mente bastante caótica. Sé que diréis... "bueno, Nelly, igual solo es listo y se fija". Pero no hablo de eso, hablo de... tener en casa un jersey rosa que nadie ha visto y que te diga: "Cambia de sitio ese jersey". ¿¿¿Me entendéis??? O tengo cámaras de vigilancia extraterrestre en casa o ese hombre no es del todo humano.... "Uuuuuuuuuuuh!"

Ahora suena el teléfono. 

Pasan cosas muy raras. 

Como esa vez que pensé: "bah, qué más da, el Muso no va a enterarse..." y va y se cae un cuadro de la pared. Era de Van Gogh. Lo acabé tirando. Ese cuadro me hablaba, os lo aseguro. En siete años no se cayó nunca y creo que fue el año número 8 cuando se cayó 3 veces. La primera fue a las tres de la madrugada, lo que propició que pasara una noche de terror, pues no di con el objeto que se había caído, pero tenía constancia de un ruido dentro de la casa. Cuando descubrí lo que era lo volví a colgar. Se lo dije al Muso que se echó a reír y me contó una enseñanza. La segunda vez, tuve un ataque de pánico y el cuadro misteriosamente se fue al suelo, lo que lo cortó porque me distrajo. "Qué cuadro tan raro". La tercera vez, estaba tumbada en el sofá, con el cuadro afianzado en otra pared y otro cuarto. Discutía conmigo misma sobre algo que contradecía una enseñanza del Muso y me dije: "Bah, ¿y qué más da? Si el no va a enterarse". El cuadro llevaba meses sin moverse del sitio. Se fue al suelo en ese instante. Días más tarde,... lo tiré.

Ahora se abre un grifo solo... En fin.




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