En el que me paso el fin de año mala... por el estrés laboral.
Si hay una cosa de este asunto que me cabrea... es que hubo avisos. Mirad, yo ayer día 31 por la mañana llegué a la oficina una hora antes de mi jornada laboral y empecé a preparar la planificación. Me consta que es algo que a los compañeros les cuesta y no quieren hacer, así que pensé: "ey!, llegas antes, prepárala y evitas conflicto"
Me costó la vida porque soy lenta y meticulosa y necesitaba ordenar a cada supervisor en su módulo, poner las suplencias (16 ausencias, 5 con sus tareas) y no quería equivocarme. Aún así, me zampé un remoto y lo puse presencial. El caso es que a diez minutos de empezar la jornada, lo tenía listo, lo mandé y pensé: "vamos a por lo siguiente"
Cuando los demás no están ni entrando aún en la oficina.
Aunque eso, claro, no nos importa. A mí, no. Soy un poco rara porque, veréis, trabajo teniendo de reto superarme a mí misma. Es decir, a mí me da igual si los demás entran a una hora y yo llego una antes, porque no llego una antes por ello, si no por mí. Lo necesito, voy más tranquila, etc.
A lo largo de la mañana, hubo avisos.
Gestionar más de 39 expedientes, más consultas de empleados, más eficiencia, más Sala, más una base con cerca de 200 peticiones es incongruente para una sola persona. Y empecé a avisar. Ya tenemos una baja en el equipo. Pensé: "Venga, todo tiene que salir"
Hubo avisos.
Mi yo interior me señaló (no garantizo que no te confundas si sigues a esta velocidad) y me dio igual. (No has descansado desde hace más de siete horas) y me dio igual.
(Esto está superando la salud)
Y me dio igual.
Pasé de largo. Y todos se fueron y yo me quedé trabajando 40 minutos más con otro agente que tenía un problema. Y al mirar el Teams tenía mil peticiones sin atender.
Y mandé uno de los informes pero ya no recordé sacarle la foto para mandarla a mi Jefa.
Y al salir del trabajo una hora tarde... iba enfadada porque no había podido llevar a cabo una tarea inabarcable. Docenas de cosas, aún sin hacer. Eso sí, en algunas había triunfado.
Puse la radio pensando en lo mucho que echo de menos a mi compañero de trabajo y sonaba I need a hero.
Me reí.
Me reí mucho.
Me dolía la cabeza.
Pero las consecuencias vinieron después.
Al llegar a casa el dolor de cabeza no se iba. Sí, cierto, no había descansado. Ya se te pasará. Empezó a dolerme la garganta.
"Ay, no"
"No te pongas mala. Soy la que atiende la Sala el viernes porque nadie más puede ir"
Ay, señor.
Hubo avisos.
Ibuprofeno, ducha caliente, mantita, insomnio.
Y, efectivamente, planes anulados. Vida perdida.
Sé lo que estáis pensando. "Eva, hija mía.... así, no"
Vaaale.
Vale.
Sé que tengo que cambiar.
Pero no sé por dónde empezar a hacerlo. Obviamente, atenderlos a todos es inviable. Es imposible. Así que, vale, puede que no les contesté mal, pero seguramente no les conteste.
Es una opción.
-Oye, te he pasado una petición, te he pedido un favor, te he...
-Ya, tú y otros cien mil.
Eso, claro, da igual que se lo digas porque no lo van a entender.
Veréis, el juego es conmigo misma. Pero mi yo interior dice que si juego es apostar la salud que entonces no es un juego ni es gracioso. Hay que tomar medidas.
Vaaaaaaaaaaaaaale.
Bueno. Empecemos por anular (ya se ha hecho) Fin de Año y Año Nuevo. En segundo, descasar es parte de la eficiencia. Y en tercero, siento comunicar que los compañeros no van a entenderlo. Porque me he fijado en que da igual si tu respondes a doscientas noventa tareas.... como ellos están en su película, no se ve. Es decir, te pueden preguntar:
-¿Están hechas las gestiones? ¿Está enviada la plani? ¿Está resuelto este expediente?
¿¿??
-Claro.
Así que da igual... si está enviado a las 8 o está gestionado a las 15:00.
No se ve. Porque cada uno está en lo suyo. Diréis, ¿y qué? ¡oh, la invisibilidad es una ventaja!
Sí.
Pero bueno, antes de que arranque por filosofías orientales en entornos laborales... es mejor que me prepare otro té.
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