En el que os cuento mi día.

 Estoy durmiendo...

Sueño que hay más seres a nuestro alrededor. Sólo que no los vemos. No podemos verlos.


-¿Qué es eso?
-Seres.

Se acercan a los humanos, se pegan a ellos. Yo misma tengo dos en la espalda.

-¿¿¿Cómo que seres??? -pregunto al sueño-, ¿y qué hacen? ¿Se pegan a los humanos?

-Sí.

Sorprendida, paso la mano por uno para espantarlo. No se va. Lo tengo pegado.

Mi mano lo atraviesa.

-¡Pero, peroperopero!!! -protesto.

Mi escandalizada protesta no parece molestar al sueño.

-¿Son... hacen daño? ¿Por qué se pegan?

-Viven con vosotros.

¡¡¡PUAAAJJJJ!!!!

Lo siento, soy un poco tiquismiquis. Los había enormes y diminutos. Se acercan a nosotros, y se te pegan.

-¡¡Quita, quita!! -me paso la mano por la espalda-, ¡¡¡quita quita qietaquietale ñr.lsj ñailjf ñasdlfj sdafl!!!!

Me despierto.

5:14 de la mañana.

Suspiro.

"Es pronto", pienso. Bostezo.

Cierro los ojos y me invento una historia de naves espaciales. Bostezo otra vez.

"Bueno, venga,... total, hay que levantarse".

Me pongo en pie, me aseo, me peino, preparo el desayuno y pienso:

"¿¿¿Acabo de soñar con bichos??? ¡Bichos, son bichos!! ¡¿Y si son de verdad?!"

Como es pronto, decido meditar. De hecho, ¡seguro que eso los espanta!

Me siento. Noto que me duele un poco la espalda. Me toco la espalda.

((justo donde estaban los seres...))

"Aaaaaaaaaaaaaaaah!!!!!" "¡Fuera, fuera!" "¡¡¡Les voy a dar yo!!! ¡¡Fuera, seres invisibles!!! ¡Voy a meditar!"

Antes de hacerlo, me acerco a mi mesita de Buda. Buda sonríe. Miro mi cuenco tibetano.

"Seguro que eso los asusta a todos", pienso.

Pero no puedo tocar un cuenco tibetano a las cinco y media de la madrugada...

-A no ser....

Rozo el cuenco. El cuenco vibra.

Sí...., no lo oye nadie... más que yo. Porque es tan ligero, tan bajo... pero yo lo oigo.

"Y todos esos seres sin cuerpo también", pienso. Para mí casi no suena, para otros humanos, tampoco. Pero seguro que esos seres lo saben. Si solo era un sueño, pues da igual. Y si hay algo más, seguro que con eso se marchan.

Medito.

No encuentro obstáculos en la carretera.

-Pues anda que si fuera cierto que hay "seres" invisibles pegados a nosotros... Bah, qué tontería -pienso. 

Conduciendo algo me recuerda ese correo electrónico que mandé a mi editor hace un mes. Se me pasa por la mente, no sé bien por qué. Sí sé que respondo mentalmente "ni si quiera te ha molestado que no conteste. ¿Qué más da?" A lo que añado algo como "yo quiero otra cosa..." y "voy a tardar un montón en publicar de nuevo... a lo mejor ya ni publico".

Llego al trabajo. 

Trabajo.

Voy a ver a mi compañero. Me fijo mucho en cómo hace las cosas mientras mi yo interior se centra en la mochila. Esa mochila. 

...........de donde estuvo la mochila..............

(¿Dónde?)

Silencio.

(¡Oh, venga, di cosas!)

Mi compañero se mueve. Me fijo más en él. Y en su energía. 

Qué bella energía tiene. 

Es complicado ver cosas cuando se mueve de una manera tan armoniosa. 

...............los líos del cable se desenredan poco a poco..................

Todo poco a poco y paso a paso. A su lado parezco un colibrí nervioso. Yo me habría peleado con el cable y habría lanzado el ratón contra una pared. Acordándome, de paso, del caos del Universo y sintiéndome culpable porque las cosas no están como deberían estar. Y, por supuesto, el cable solo se me enreda a mí de esa forma y no a él, porque él es perfecto y esas cosas no le pasan. ¡Jajajajaj! Debo revisar esa creencia. 

Vuelvo a mi sitio y trabajo. Trabajo lo mejor que sé. A media mañana surge algo imprevisto. Rápidamente, reordeno la mañana. Todo va bien. Me lo paso muy bien. He aprendido un par de trucos que tienen que ver con las "bolas de billar". Metafóricamente. El mismo mecanismo que pone en alerta y modifica un plan, hace que un elemento disruptivo arrastre al caos toda una planificación. Debo aprender a identificar estos "elementos disruptivos" innecesarios. Me explico: una petición de ayuda, un cambio de tarea,... son elementos "disruptivos" solo que no me causan problema porque son para bien. Son actos que cambian todo lo que vendrá después. Pero algunos solo crean confusión y son innecesarios. Hablando una cosa con mi jefa me di cuenta, cuando usó la palabra "grave". ¿Qué es grave y qué no lo es?

Esa es la clave. No digo que vaya a resolverlo todo con esta Enseñanza, lo que digo es que el mecanismo de alerta es el mismo (no se trata de no prestar atención a cada cambio o de ir contra el mecanismo que lo percibe), se trata de saber qué es para una funcionalidad y qué solo emborrona las funcionalidades anteriores.

Ejemplo:

Actor uno: -¡Menganita, llama a la ambulancia que tenemos una emergencia!
Actor dos: -Voy

Actor uno: -Menganita, llama a la ambulancia que tenemos una emergencia.
Actor tres:-¿Alguien ha dicho que quiere ir a Plasencia?
Actor dos-¿Voy?
Actor tres-¿A Plasencia?
Actor uno-¡No, a la ambulancia!
Actor cuatro-¿Qué ha pasado en Plasencia con la ambulancia?
Actor seis- ¡sí, yo voy a Plasencia, ¿os llevo a alguno?!

Bien... en ambos casos la acción de la "ambulancia" es una emergencia. Y es un elemento disruptor (rompe una actividad y requiere atención//cambia el rumbo de lo previsto). El tema es que algunos elementos disrruptores deben ser ignorados. Sé que esto vosotros lo sabéis (lectores), pero hay entornos en los que (imaginad un salón comedor abarrotado en plena hora punta y muchos camareros...) no es sencillo distinguir qué es innecesario y qué no. Y no me refiero a palabras, me refiero a si debo atender las emociones del que tengo enfrente o no. Es decir, si sus emociones deben ser un elemento disruptor. 

Sé que esto vosotros lo tenéis claro, pero a mí el cómo esté la gente me afecta muchísimo. 

Trabajando con estos trucos, llego hasta más del mediodía y cuando por fin tengo un respiro veo que he recibido un e-mail.

-Hola, Eva.

Es mi editor.

Sorprendida, salgo del correo y vuelvo a entrar. Me he puesto tan nerviosa que no lo he leído.

"..................................la colección va muy bien......................................, esa idea que me diste.... me interesa.......................¿te importaría plantearla partiendo de....?...................sí me interesa"

-Te... tengo un nuevo libro... ¡¡¡¡Tengo un nuevo libro!!!!

Saltitos hasta la mesa de mi compañero.

-¡¡Nuevo libro, nuevo libro!!!

Mi compañero sonríe. Se le nota alegre por mi contento. Lo que me pone más alegre aún.

Le cuento todo como si me hubiera tomado siete cafés y ocho bebidas energéticas.

Le pregunto cosas.

Le pregunto a mi yo interior si el compañero sabe que el tiempo se repite. Solo que no es eso lo que le quiero preguntar, sino si es capaz de ver que cada generación entiende por rompedor lo que la siguiente verá como clásico.

Supongo que todo esto ya lo sabe.

Mi yo interior contesta: que él lo ve.

Es más, ve eso y todo lo demás. Ve lo que yo no veo. Lo ve todo.

Coso, la mochila, el tiempo y Él son la misma cosa.

Así que, sí, sabe cosas. Sabe cosas más allá de lo ordinario...

"Estupendo" pienso, "está en el mismo plano existencial que Coso"

¡jajajajaj!

Pero como no tengo ni idea... y de referencia sólo puedo daros al personaje aquel de la novela que tanto me gusta y que tenía recuerdos del futuro pues...  no os puedo decir más.

Esa novela es magnífica ya que en un momento dado, el personaje del que os hablo dice: "Pasará esto... pero sólo si hay lo otro" y es que él mismo dice que solo recuerda las cosas que pueden ser pero si una de esas cosas no se cumple las otras no se cumplirán porque ve un recuerdo del futuro. Y si os parece poco galimatías la trama, os diré que le echan en cara por qué no va "de frente" con el personaje principal y contesta: porque le estaba esperando. Porque no puede ir "de frente" con él, ya que el personaje al inicio de la obra no es quién él necesita. Se pasa toda la puñetera obra dándole a elegir para que el otro se convierta en el ser humano que él "recuerda" y que, además, iba a ser su futuro.

Vamos, un caos precioso. 

Y en estas que, hablando con mi compañero, se acerca una compañera y me dice:

-¡Te he traído un regalo!

Y me da una pulsera de protección con un ojo azul:

-Es el "ojo de medusa" y te lo tienen que regalar para que te proteja.

Mirándolo, pienso: "¡Ostras, para los seres invisibles del sueño!"

¡Jajajaja! ¡Entre meditaciones, el cuenco tibetano y la pulsera... habrán salido huyendo de mi casa!

¡Saludos! 
Posdata: la pulsera la meteré en mi nueva novela... ¡jajajaja, casualmente va que ni pintada! 















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