En el que el compañero se sienta donde me siento yo

 ¿Os acordáis de la entrada anterior?

Bien.

El día que, finalmente, me senté donde mi compañero y vi que ese armario tan chulo estaba a mi disposición (convenientemente abierto), limpié una de las baldas, ordené los vasos, aproveché las cosas que había dentro, lo cotilleé todo...

Al día siguiente, tiré un montón de basura.

"¿Por qué nadie... recoge este armario?"

Me enganché tanto a limpiarlo que mi yo interior me recordó que si llegaba temprano a la oficina no era, precisamente, por el dichoso armario.

Al día siguiente, miércoles, limpié y tiré una gran parte de las porquerías que había en el armario y que no servían para nada.

Y entonces me dije:

"¡Ya sé, voy a poner un jardín, una planta y un Buda!"


-¡¡Eso haré!!

(********)

No siempre entiendo a mi "yo interior", porque no usa palabras, pero podría traducirse por la siguiente pregunta jocosa: "¿Por qué? XD?"

A lo que yo, sabiamente, contesté:

-¡Pues porque hay un precepto budista que dice que dejes las cosas mejor que como las encontraste!

Sinceramente, no sé si me lo he inventado. Era algo así como: "Déjalo todo mejor de lo que estaba". Pero no era solo eso. De ser honesta, abrir un armario hecho un desastre y organizarlo, limpiarlo, disponer de las baldas a mi libre albedrío, dejar espacios en blanco, y -claro está-, pegar unos corazones en el fondo de dicho armario era.... no sé, algo más que "solo dejarlo mejor".

Quería poner un jardín allí dentro porque podía.

Claro que, semejante transformación a mi paso por ese lugar, iba a resultar un poco extraña. Cierto que mi compañero había aparecido ya un par de días para abrir el armario sin venir a cuento... A lo que mi yo interior preguntó (quizás por eso), si la idea era "¿Hacer una ofrenda?"

-No, no...

"No pretendo poner un altar en el armario... pretendo que tenga un espacio Zen. Quizás un jardín Zen..."

Fantaseando, reflexioné sobre eso durante la tarde.

Al llegar a la oficina hoy arramblé con la segunda balda de "desperdicios".

-Esto fuera... esto fuera... ¿¿¿quién ha guardado aquí unos zapatos de tacón????" -no es broma, están ahí de verdad-, a ver... bueno, venga, no los tiro. No sé qué historia tienen pero vamos a dejarlos ahí. Venga, ¡estas dos cajas, fuera!

Limpia que te limpiarás, limpia que te limpiarás... Dos baldas blancas, despejadas, perfectas.

Respiro hondo y admiro mi obra.

Le digo a mi yo interior: "No te pases, que si ven las cosas demasiado ordenadas... va a parecer que tengo un síndrome obsesivo-compulsivo... Que no se te note, anda" (XD, de eso hablamos otro día). "En fin, no hace falta que coloques los bolígrafos por color, ni los cuadernos en paralelo..., no nos pasemos".

Si vierais el armario antes y después... me regalaríais algún juego que consistiera en separar cosas por colores (granos de arroz) o algo así. 

Miro la balda vacía y visualizo un jarrón con flores y un Buda.

Frunzo el ceño.

"No, no.... qué va. No puedo poner eso ahí. Si alguien abre el armario y se encuentra un altar budista... le dará algo".

Visualizo un jarrón.

"No".

Son las siete de la mañana del jueves 4 de Julio y me dan ganas de comprar un jardín Zen en Amazon y... no sé, crear un mini-paraíso dentro de un armario de oficina.

Definitivamente, estoy loca.

"No", pienso. "No, no puedo poner ni flores ni un jardín Zen... además, ahora es mi sitio, ¿no? Mi compañero puede que ni vuelva a abrir el armario".

(********)

Eso en cursiva es mi "yo interior" diciendo algo que no sé traducir... lo más parecido es "qué gracia que quieras embellecer ese espacio..."

Me siento, abro Amazon y cierro Amazon.

-¿¿Pero qué estoy haciendo?? -me digo-, ¡¡yo vine una hora antes a calcular el cierre de mes!! ¡Informes, informes! ¡Olvida el jardín Zen!

Pasadas dos horas, con todo hecho. Decido que no pongo ningún jardín pero que sí pondré... Una imagen de Buda.

(*********)

Eso en cursiva es fácil de pasar a palabras humanas:

(¿Qué quieres?)

Respondo, mentalmente:

"Bueno, pues no sé... una imagen de Buda... ¡ya sé, un Buda... ¿de la compasión?!"

Pongo Buda en Google y sale una imagen en color azul muy religiosa-solemne.

Alzo las cejas.

"Uy, no, esto no..." pienso, "es demasiado".

Es como si pones la representación religiosa más formal del Universo dentro de un armario.

"No, no... No, Coso, esto es pasarse... Dame otra cosa".

Tecleo foto Buda y en Google aparece una imagen de una simple-sencilla foto de una estatua de buda en un jardín.

"Ah, perfecto"

Hago clic.

"Sí, ya sé que es lo más mundano del Universo pero esta me vale. Además, si ha salido por casualidad, será por algo".

Nada más hacer clic en la foto corriente y moliente se abre una página.

Y Sale un Precioso Buda Dorado.

Alzo las cejas.

-¡¡¡Ahí va, es perfecto!!!!

Fondo de purpurina difuminado (¿son luces desenfocadas?) y un Buda feliz. Es perfecto, es... sencillo, brillante, no muy solemne. Al sacarlo por la impresora (informe, informe, informe, Buda, informe, informe) queda perfecto. Ha pasado a blanco y negro, claro, porque es un pequeño capricho entre mis mil horas extra. En fin, sé que no debería, pero la impresión ha costado (literalmente), 0,001 euros. Vamos, que no es nada. Gasto más cuando camino por el suelo.

Abro el armario. Pego con mi celo el Buda. Cierro el armario.

Y me digo:

"¿Sabes?" respiro profundo y autocomplaciente "Tenías razón. ¡Es mi sitio! ¡No el del compañero! Tenías razón, voy a estar aquí mucho tiempo. Lo pondré bonito. Y ahora es mi sitio".

"Yo tengo que estar aquí porque tengo que estar aquí"

"Este armario estaba destinado a ser mío. ¡En el fondo ha venido bien que yo me siente aquí!"

La única pena, es que mi compañero no vaya a recuperar esa mesa y ese armario, para ver el buen trabajo que he hecho arrojándolo todo al contenedor y dejando un lugar limpio y despejado. Sí, señor, estoy orgullosa.

A media mañana viene a verme (en mitad de la formación) una jefa.

-Eva...

Tardo en poder atenderla porque hay siete personas con el brazo levantado. 

-Oye, Eva... -me dice.

-¿Sí?

-Mira, ya sé que os cambiamos hace pocos días pero... oye, a partir de mañana vuestro sitio es otro.

-😗 ¿Cómo?

-Sí, mira, lo siento, díselo a tu gente, vale. Es que vuelve a este lugar XXXXXX

(El compañero)

😶

-Ah.

(😉☸️=rueda de Dharma)

-Ahm.... (🤣🤣"Qué pena que mi compañero no pueda ver lo bonito y despejado que he dejado el armario"...) -me río, sostengo la mirada de mi compañera y pienso-: "¿Por qué no deja de haber cambios cada siete minutos...?"

O sea... primero no me quiero sentar ahí porque su sitio es sagrado. Luego resulta que no lo es y cuando (tras decirle a Coso que no tiene ni idea y resulta que sí la tiene) me siento y dedico dos días a decidir que el puesto es de mi posesión, limpiarlo, decorarlo y "nellycidarlo". Mientras a esa parte de mi mente inexplicable le resulta gracioso que yo convierta el espacio en mío, que tenga la imperiosa necesidad de hacer de ese armario una extensión de mi misma, las cosas vuelven a cambiar.

Una vez que el puesto está (convertido en un santuario budista) me dicen que mi compañero recupera el espacio. 

Él. 

Mi Compañero. El maestro o profesor. Va y lo recupera. 

La imagen del Buda que he pegado dentro del armario acude a mi mente.

Empiezo a hacerme un lío de si el armario soy yo..., Buda, o el Compañero.

-¿Crees... ? -pregunto a mi interlocutora con una sonrisa-, ¿crees que podríamos dejar las cosas quietas unos instantes... alguna vez?

-¡Jajajajajaj! No me hagas hablar...

Se marcha.

Luego llega mi compañero.

Seamos sinceros, me lo he pasado pipa tirando un trillón de papeles desatendidos. Cierto es que me pregunté en el proceso porqué mi compañero no... dejaba el espacio como una patena. Puede que no sienta que el espacio es suyo. No lo sé.

Ese armario tenía potencial.

Pero como no... no es mío, pues... me voy a desahogar con mi estupendo jardín.

Porque resulta que mi jardín también es un armario. Lo siento, es lo que tenemos en las ciudades. Espacios muuuuy chiquititos para hacer cosas bonitas.

Así que, ¡hala!, unas flores:


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