En el que hace mucho calor...

 


Se me ocurrió... ir a la piscina. Pero, ¿qué se yo de las piscinas de la capital?

Llamé a mi amigo periodista:

-Oye, ¿la piscina donde jugamos al tenis...?

-Está cerrada. En obras. 

-Ah,...

Llamé a un familiar:

-Oye, ¿la piscina ésa, a la que iba al gimnasio...?

-Está en obras.

-Ah,....

Fruncí el ceño.

Recordé que cuando voy el bus, el autobús para en un lugar muy absurdo donde no hay nada... (a no ser que trabajes en Televisión Española...)

"¡Un momento! ¡Junto al edificio del Pirulí hay un parque y un... polideportivo!!!! Los polideportivos tienen piscina".

Puedo ir a esa piscina o a la otra que no conozco de nada. 

7 días después - 32 grados a la sombra.

Tenía que decidirme por esa piscina o por otra piscina a la que había que ir en otro autobús. A estas alturas de la trama, que me haya costado 7 días tomar una decisión os dará una idea de lo fácil que me resultan las cosas.

-¡¡Decidido!! -me dije-, ¡será como una aventura, voy a ir a....!

Tras un rato pensando a cuál de las dos ir, me dije: "Voy a ver las fotos por satélite".



Dado que no conocía ninguna de las piscinas, ¡qué mejor que verlas a ojo de pájaro! Google me regala unas vistas azules y claras de la piscina número 1. Parece enorme. Pero cuando pongo las coordenadas de la piscina número dos, allí solo hay tejados. Ni gota de agua.

-¿Dónde... dónde está el agua?

No hay.

-A ver... no puede haber una piscina... sin agua. A lo mejor está dentro del edificio.

"Claro que.. arriesgarse a ir hasta allí solo para eso... ¿será una piscina cubierta?"

A la luz de esta nueva información, sólo queda la piscina número uno. Salgo de casa como quien va de ruta por el Serengueti, asustada.  Y espero al autobús. Uno que nunca he usado para viajar.

El autobús para y yo dejo pasar a una mujer con dos niños.

Da la casualidad de que la mujer y los niños no tienen preparado lo que necesitan para subir. Podría enfadarme, pero hasta me viene bien. Establezco contacto visual con el conductor.

-Oiga, perdone... usted, ¿para cerca de una piscina?

-¡Pues claro! Allí mismo. Es el bus que pasa por la puerta misma.

Lo que me sorprende del autobusero no es tanto su cordialidad como que parecía estar esperando la pregunta.

-¿Y podría...?

-¡Yo te aviso! ¡Estoy atento y te aviso para bajar!  -dice.

Cielos.

-Gra-gracias.

Me siento. Viajo.

Como soy una ansiosa, miro en Google por donde voy. 

-¿Es esta parada, no? -pregunto a los 8 minutos de haber subido.

-Eso es. Ahora tienes que ir hacia allí -señala.

Me bajo. Hay una rotonda. 

Oigo la piscina. Es una de mis experiencias favoritas, el ruido del verano. Es gente gritando de alegría. Niños. Eso mezclado con vencejos. Es verano.

Vale, me dirijo a la piscina pero veo que el bus da la vuelta y tiene una parada incluso más cerca. "Qué tonta eres, Nelly", me digo. Pero da igual. Ando mucho a diario, así que no pasa nada por cruzar dos calles. La rotonda da a la esquina de la piscina. Afuera, gris, asfalto y 40 grados. Dentro risas y agua azul.

Vale, ¿cómo salto la valla?

Es una de las cosas asombrosas del mundo humano. ¿Os habéis parado a pensar en que tus coordenadas espacio temporales puede causar... dolor y las del ser humano que está a tu lado, no? Lo voy a pasar a piscinas: apenas unas docenas de milímetros a mi derecha la gente iba en bañador y estaba fresquita. Pero si te mueves doce milímetros a la izquierda, te asfixias de calor. No tiene sentido ninguno. Así que piensas: "Quiero ir allí". Pero "allí" es una valla de doce metros que no puedes superar.

Miro a un lado... Cuesta en pendiente.

Miro a otro... Avenida hacia el sureste.

Ya empezamos con las decisiones.

Es mi cerebro el que tira a la cuesta por la sombra. Ni siquiera lo he decidido yo. Cuando llevo tres minutos de paseo me paro. ¿Por qué estoy haciendo ese camino? ¿Cómo sé que es esa dirección?

"A ver, no es por aquí, ... los gritos se alejan. Anda, tira para abajo. ¡El autobusero debe estar ya por mi casa, de vuelta, y yo todavía no he logrado entrar en la piscina!".

Camino hacia abajo. Veo la esquina del césped de la piscina. Sigo andando. Esquivo gente. Veo una puerta. 

(por ahí no es)

Trabajador socorrista sentado en una silla. Puerta abierta.

-¡Hola, buenas tardes!

-¡Hola!

-¿Se entra por aquí?

-¡¡No!! Tienes que ir por .. -mueve el brazo-, por la Avenida Indescifrable.

-Ajá -contesto, decepcionada pero no se me nota. 

"Qué mala pata"

(*********)

(Eso en "cursiva" es mi yo interior. Dice algo y yo pienso: "Pero a lo mejor la entrada está nada más dar la vuelta a esa esquina, así que por donde decías no era. No adelantes tanto los resultados.")

Ya os he dicho que mi intuición o lo que sea, no siempre acierta. Para eso está el cerebro lógico.

Hay cuarenta grados.

Entonces veo el cartel.

AFORO DE LA PISCINA COMPLETO.

-Y... perdone... ¿hay entradas todavía?

-No, el aforo está completo.

Oh.

-Bueno.. -titubeo-, bueno, me acercaré a la taquilla y ya pues pregunto al menos cómo se consigue la entrada.

Camino. Seguro que la taquilla está cerca.

Paso la esquina y veo una nueva cuesta (estoy haciendo un rectángulo)

Esta esquina está al sol y veo más de doscientos cincuenta metros de cuesta (¿recordáis la cuesta a la sombra, por el lado contrario es una cuesta al sol). Mediada la cuesta me enfado.


Mucho. Me enfado horrores. Además, no conozco el barrio y tengo miedo. 

"¿Qué estoy haciendo? ¡Hace un calor horrible! ¡Me estoy dando una estúpida vuelta a la estúpida piscina a cuarenta grados. Debería haberme quedado en casa. Soy idiota por intentar hacer cosas nuevas. ¡Hace calor! ¡Nadie caminaría al Sol...!"

Entonces tengo una revelación.

Hace calor.

Es el calor.

Todo lo que estoy pensando lo estoy pensando porque estoy medio asfixiada. El mundo no es tan horrible como me parece a mí.

Entonces cambio mi diálogo mental, los siguientes minutos pienso esto:

"Bueno, a ver... tienes calor, eso es todo. Vale... no pasa nada, ya sé llegar a la piscina y resulta que está super cerca. Ahora me enteraré de cómo hacer para conseguir entrada. Y si no hay pues me vuelvo a casa y por lo menos me he dado una vuelta. ¡Venga, ánimo! No has perdido el tiempo. Lo has invertido. Lo has invertido en conocer algo nuevo".

Llego a la puerta. Cola de gente.

Miro a la derecha.

Gente con entrada que no espera. Cartel: Aforo completo.

Nueva decisión. Largarse si más o hablar con el señor que habla con los privilegiados de entrada directa.

-Hola.

-¡Buenas!

-Perdone... ¿no... no hay entrada, verdad? -mi mano izquierda señala el cartel.

-Sí hay.

-¿Hay?

-Sí -se ríe-, hay unas 40. Cuando la gente sale... es como en las discotecas, dejan hueco.

-¿¿De veras hay??

-Ponte en esa cola.

Nueva cola, esta de otros quince minutos. Ya os contaré el motivo. Entablo conversación con la mujer que va delante de mí con dos niños.

-Oriol...

¡Jajajajajajajjaja!

(¿Os acordáis de lo de Oropéndola de hace unas semanas? En serio, no es normal...)

Miro al niño. 

"Se llama Oropéndola" pienso. Me pregunto a mi misma si debería decírselo. Pero no, mejor no. De pronto escucho a la madre otra vez:

-Sofía, cuidado con la puerta.

La hermosa criatura me mira con cara de enfado. Es rubia, de ojos azules, pero parece tener la cara hecha para estar enfadada. 

"Sofía" pienso, "es algo así como amor al conocimiento".

"Sofía es un nombre precioso"

Mi yo interior pregunta algo. Algo respecto a por qué lo es.

"Son griegos. Los dos" pienso.

Aunque Oriol... no debería ser griego. Pero... mirándolos pienso en Roma y Grecia. Qué cosa más rara.

Esa madre ha nombrado a sus hijos como .... en la antigua Grecia.

Frunzo el ceño.

Los dos niños me miran a mí.

El niño es más abierto, ella está muy enfadada.

Entramos en la piscina y hablamos un poco más, antes de despedirnos. 

Mientras estoy organizando mi mochila, pasan por mi lado y les oigo decir: -¡Es que no hay un solo sitio!

Suspiro.

Yo soy muy vergonzosa y tengo que encontrar un lugar que me permita estar en contacto visual constante con la mochila.

La dichosa mochila.

No llevo nada de valor... pero esto va a ser un rollo. Si me quedo lejos del agua, no veré la mochila.

-Y no puedo estar al sol mucho porque me quemo enseguida -me digo a mi misma.

Mientras pienso esto hace un calor terrible, así que me quito el pantalón corto, la camiseta y decido lanzarme al agua de forma directa porque al Sol se está insoportablemente mal. ¿Pero cómo puede hacer tantísimo calor?

Antes de lanzarme al agua veo que toda una franja de césped y de espacio de baldosas está a la sombra. Y vacía. Es perfecta. Desde allí se ve la mochila y puedo estar bañándome.

Me lanzo al agua.



Se está increíblemente bien. Desaparece el tiempo. Como la valla que separa el asfalto ardiente de las sombras, la hierba y el agua (y la gente en bañador) mi jornada laboral se difumina. Si me dijeran que llevo allí, mil años, fresquita, bañándome, me lo creería.

:) Creo que he descubierto un lugar maravilloso para soportar el verano en la capital.

Fin. 

0 comentarios:

Publicar un comentario

 

 

 

Creative Commons License
contador de visitas para blogger por paises