El viaje.

 


No sé por qué ha salido esta imagen de una pata de gato pero... me ha gustado y la voy a dejar. Y eso que puse "maleta" en el banco de imágenes. 

Bien, si tuviéramos que rastrear el inicio de este viaje se debe a varios factores, entre ellos el ascenso laboral de mi mejor amigo. Mi mejor amigo consiguió su puesto soñado hace tres meses. Siempre quiso ser "Supervisor". O "Jefe de Equipo". Es el puesto que tiene mi compañero de trabajo, al que admiro porque es una mezcla entre Buda, el hombre más divertido del Mundo y Toranaga. No lo habría conocido de no ser por las dinámicas de Equipo que saldrán más adelante en esta entrada (*edito: al final no hay tiempo para hablar de dichas dinámicas). 

Mi amigo ascendió y desapareció pero primero se enfadó porque, en mi opinión, era clasista. Diréis, ¿clasista? Sí. Os lo cuento: mirad, yo tengo muchos amigos "rojos". ¡Jajajajaj! Es ridícula hasta la palabra. Yo tengo muchos amigos con fe en el socialismo y la izquierda. Genial. Eso sí. Curiosamente, alguno trabaja en un medio famoso de derechas, lo que hace que nuestras "fiestas de periodistas" sean geniales. Pero geniales. El otro día, cuando iba a Puy Dou Fou gratis con las entradas del periódico de uno de ellos, le dije: "¡Ey, ¿qué tal Xxxxx?" y él contestó: "Pues a entrevistado a vuestra CEO el otro día".

¡Jajajajajjajajajajajajjaja!

Mirad, lectores, yo conozco a Xxxxx de tomar cañas con él. Y de terrazas en mi barrio obrero y de un ambiente totalmente diferente a imaginármelo en un despacho entrevistando a la Presidenta de mi Empresa que viste de alta ejecutiva (porque es una alta ejecutiva) y seguramente Xxxxxx estaría muy serio (él diría: "claro, soy serio") vestido con traje y corbata y charlando sosegadamente.

Tal cambio de rol, tal casualidad, en el coche, de camino a Puy du Fou me hizo reír muchísimo. Pero muchísimo. 

"¿Por qué no podemos ser iguales en todos lados?"

Esa fue la pregunta que yo le hice a Coso (yo interior... o exterior, o en entreplanta...)

"¿Por qué una persona es la misma en un despacho con la Jefa más Jefa que yo puedo tener y es la misma que aquella tarde de verano, a la salida del cine, en una terraza bien cutre... riéndonos?"

Bien, saco esto a colación porque en una de las fiestas de periodistas, uno de ellos dijo:

-¡Sí, sí,... mucho ser de izquierdas pero vivís todos como la derecha!

Alcé las cejas.

Apunté esa frase y se la comenté a otro ser humano que me habló de cosas pero da igual porque no voy a entrar mucho en política. Lo que sí hice fue llevar aparte a uno de mis mejores amigos, muy amigo de Xxxxxx (no os perdáis, son muchos personajes) y le pregunté:

-¿Qué significa "vivir como la derecha"?

-Todos queremos ser propietarios.

¡JAJAJAJAJAJJAJAJAJAJA!

Debo de venir de un planeta muy lejano... 

Los miré. Yo no dije nada pero, ¿no veis que La Sexta y tal periódico y tal youtuber y tal... estáis aquí todos reunidos y que no es más que un juego absurdo?

La izquierda, la derecha, los buenos, los malos, el obrero, el jefe...

Bien, parad ahí. En "el obrero y el jefe" estaba anclado antes mi mejor amigo. El Jefe, "malo y poco competente" y el obrero "siempre bueno y trabajador".

Al ascender mi mejor amigo se encontró con cosas que no se esperaba.

Se encontró con personas que bajaban del metro con una gran sonrisa para saludarle y... tras dos frases decían: "oye, mira, es que necesito un día de vacaciones..."

Se encontró con trabajar cinco sábados en dos meses porque alguno faltaba y necesitaban un supervisor. Se encontró con bajas falsas, con horas sindicales en los momentos de mayor necesidad de servicio y trabajadores sin solidaridad que cogían esas horas para ir a tomar café dejando a los demás con el doble de trabajo..

Y mi mejor amigo, en ese viaje de ascenso laboral, se perdió sin darse cuenta.

Despareció. Dejó de prestarme atención, de escuchar las cosas que yo le contaba, de llamar... se lio con una mala influencia y desapareció.

Y yo, me enfadé. 

Pero no con él. Mirad, en quince años de amistad hemos pasado buenas parejas y parejas dudosas y amores y desamores y distancias y no distancias. El problema es que yo no me lo esperaba. Fue más un tema de agenda que de actitud. 

Tiendo a cerrarme mucho a las personas. Cuento con ellas antes de planear. "Este finde... bueno, a ver, escribo a XX y que me diga si quiere quedar, y...". Lo hago sin darme cuenta. De tal modo que paralizaba planes por verlo. Y así ha sido durante años pero... de repente, él no estaba. Y a mí me duele mucho quedarme en casa por no haber visto algo venir.

Me enfadé con la vida.

Tras dos plantones y un par de "Perdona, ¿con quién me dijiste que comías el jueves?" y confusiones respecto a mis turnos de trabajo como es un buen amigo fui honesta y le conté lo que me pasaba. Primero, no contestó. Luego dijo: "Esto no lo veo justo". Luego dijo: Aquí estoy si me necesitas a lo que yo contesté: Lo mismo digo.

Quince días de silencio después me escribió él. 

En esos quince días yo pensé muchas cosas. La primera, lo sorprendentemente fría que soy en las desapariciones de seres con los que cuento. Eso me obligó a echar la vista atrás y vi el patrón. Una vez y otra vez y otra vez y otra vez... La facilidad con la que hago las maletas emocionales y asumo la distancia con otros seres es realmente eficaz. 

Sé lo que vais a decir: es la vida. Pero ninguno de vosotros vive pensando que puede morir hoy, y eso también es la vida. Una persona sana necesita confiar. Y yo no confío en nadie. 

Puedo asumir que él se vaya. Y que muchos amigos se vayan. Pero quizá porque tengo al compañero de trabajo, no lo sé. Y diréis, ¿qué? ¡Pero si no sois tan amigos! No, claro, el compañero es un guía pero no se va. No es "hoy soy tu mejor amigo" y mañana resulta que no lo era tanto. Yo tengo un problema con eso. "Te quiero y siempre te querré", vaya por Dios, era sólo hasta el verano siguiente. No porque sean malas personas. Es que la frase: "Claro, era sincero cuando dije que te amaría toda mi vida" integra una paradoja que no parecen ver. Si eras sincero, melón, y ya no somos pareja, entonces no eras sincero. ¿¿¿NO lo ves????

Sé que soy radical con el lenguaje. Lo sé. Pero ¡caramba! ¡No es tan difícil usarlo adecuadamente! Mi compañero de trabajo es preciso cuando habla. Creo. Y claro. 

Y no se va.

Bien, pasados quince días de hacer mi vida como si mi mejor amigo jamás hubiese existido, me escribió él.

"Oye, a ver si quedamos".

Vale. Ahora quiere quedar, pensé. Después de tres meses en los que me sentía como su hueco libre. Por una parte, está bien. Por otra, lo que me sorprendía a mí era la frialdad. No externa. No. Hablo de esa capacidad asombrosa para ignorar un hecho. No puedo contároslo porque tendríais que vivirlo para entenderlo. Me importaba un pimiento que mi mejor amigo no estuviera. Igual que perdí a mi tío y no lloré.

Y voy a dejar de escribir en esta dirección. Porque no puedes ser tan sentida para unas cosas y recibir tragedias como si no fueran nada.

Ahora, como mecanismo de defensa está fenomenal. ¿Pierdes a tu mejor amigo? ¡No importa! En siete días te montas una agenda que ni el presidente del gobierno...

Llené mi mes de cosas y me fui de viaje. 

Iba a ver a un amigo de Málaga. Me senté en la estación, con un café y un libro. El chico de la mesa de al lado, cuya presencia llevaba un rato sintiendo, se giró y me preguntó si podría controlar su equipaje un minuto mientras él iba a hacer otra cosa...

Solo que esto que os pongo en cursiva... Lo dijo en inglés.

Una cosa es que yo le entienda y otra que consiga responder. Con cara de pánico le dije que mi train... it´s gonna leave in a short time...  pero si ya me da vergüenza hablar con extraños en español (y no sabéis lo guapo que era), en inglés fue un desastre. Para empezar, se me juntaron los dos idiomas. Es decir, de repente no sabía si estaba hablando inglés o español, a lo que siguió un reproche a mi yo interior:

"¡¡Cómo que no sabes si estás hablando inglés o español!!! ¿¿¿¿Te acabas de inventar el espaninglés???"

Pero así era, Coso no entendía separación entre inglés y español. 

El chico, viendo mi turbación, dijo: "Ah, ok... " y añadió pero es un minuto, solo un minuto.

A lo que yo, ya, derrotada, contesté:

-Ok, one minute... ok, if only...

Y vete tú a saber qué más le dije porque estaba claro que aquella chica nerviosa y titubeante no es lo que él se había imaginado mientras me observaba leer media hora.

No, claro. Yo leyendo con mi café soy un primor,  pero si me hablas doy un brinco como un gato y me subo a la lámpara del techo... ¡jajajajaj!

Resulta que íbamos al mismo tren.

Durante el viaje, leí sobre la polémica de MasterChef, de la que ahora no vamos a hablar. Casi acabé  mi novela de Agatha Christie y llegué a Málaga la mar de feliz, saliendo de la estación y dirigiéndome derecha al hotel. Lo gracioso era que me sabía el camino como quien lo hace mil veces. Y rumbo al hotel, pensé:

"¿Sabes? Conoces tan bien el camino y vas tan segura porque la primera vez ibas aterrada. Debería hacer una gráfica: memoria y miedo. Cuanto más miedo te da algo, más lo grabas a fuego en la memoria".

Y es verdad.

Por eso cuando me enfrento a un procedimiento informático nuevo uso la memoria como arma. No porque yo sea "muy guay", es que estoy aterrada. Es puro pánico. Y, claro, el de enfrente dice: "¡Caray, qué rápido lo ha pillado!" Siempre y cuando, eso sí, sea procedimental. A veces, en el trabajo, sé cómo se hace algo complicado si tengo el ratón en la mano. Es fascinante. Me preguntan por un informe y noto ese bloqueo tremendo, que me paraliza: 

-¡Nelly, ¿cómo era esto?!

Ni idea. Cien mil opciones... y yo que sé, ¡lo vi hace nueve meses! ¡Oh, Cielo Santo, no me acuerdo! ¡Socorro, yo interior... socoooorrro...!!!

-¿Me dejas coger el ratón? -pregunto, con sosiego. 

Siempre hago esa pregunta. Siempre. Y el otro, contesta: ¡Claro!

Con el ratón en mi mano el camino se abre ante mí. "Es aquí, doble clic, ahora ejecutas esto, pasas a la página dos, le das a este botón y lo tienes".

-¡Genial, gracias! 

Suelto el ratón y os juro que no tengo ni idea de por dónde he accedido.

Pero si cojo el ratón lo podría repetir.

No sé.

Todo esto son trucos y conocimiento sobre mi cerebro pero, ¡caray! 

Llegué al hotel, me registré, subí en el ascensor pensando en todo lo que tenía que hacer y cuando abrí la puerta me encontré con la habitación más adecuada del mundo. Si hubiera diseñado un espacio amplio en el que trabajar no lo habría hecho mejor. Mandé fotos de las habitaciones a mis amigos y familiares y todos dijeron: "uaho".

Es por la mesa. Es redonda. El cuarto tiene un espacio de cama y tele, y otro de baño con bañera, pero (es casualidad) resulta que hay un pequeño sofá y una mesa redonda con una lámpara maravillosa están justo ubicadas junto a la ventana. Por lo que en esa mesa redonda individual se puede trabajar estupendamente. Me he traído la novela, he traído las claves de acceso a un Curso de Trabajo (La vida en constante cambio...) y he traído dos libros. El de Agatha Christie lo he terminado (¡resulta que el amante es rico, jajajaj, qué cliché!) y me he reído mucho con él, pero mucho. Y ahora empecé El Amante de Lady Chatterley que fue de los primeros que me recomendó mi compañero y que yo ojeé pensando que para qué me recomienda esto si es un rollo...

Bien, no es un rollo.

(Fin)


Este no es el hotel, este es otro que visité.

Y a esta tetería fui las dos veces que vine. 


 

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