Naturaleza en mi entorno.
El otro día asomé la cabeza por la ventana para tender la ropa. Y escuché kriiiu kriu krriu rirriu muy suave y muy bajo. Pero ahí estaba.
Miré hacia abajo pues parecía venir del patio. Yo vivo en la planta más alta. Miré a un lado, miré a otro. Mire para todas partes.
kriiiu kriu krriu rirriu
"Sí, lo oigo, lo oigo pero... ¿¿pero qué es eso??"
kriiiu kriu krriu rirriu....kriiiu kriu krriu rirriu......kriiiu kriu krriu rirriu
Me metí dentro a por otra prenda y al salir seguía. Y me puse a buscar. Lo que estaba oyendo era en parte, el eco de algo que estaba sobre mi cabeza. Miré arriba y me maravillé.
--¡¡HAALAAAAA!!
Una formación en triángulo.
¡Eso son! ¡Eso son!... salí disparada a por mi cámara de fotos con teleobjetivo. Es muy vieja, pero es lo más parecido a unos prismáticos que tengo (¿sabéis que la gané en mi trabajo?)
Enfoqué... y allí estaba. Una bandada entera cruzando hacia el Sur. Se turnaban. Una iba en cabeza y no paraban de hablar. Pero estaban muy lejos, muy, muy altas, era increíble que hubiera escuchado el sonido precisamente al tender la ropa.
Eran grullas. Grullas en migración.
Hace tres meses me bajé una aplicación llamada Stellarium. Yo sé que veo Orión desde mi ventana. De hecho, miro el cinturón y me digo:
-No existe. ¿Sabes que no existe? Están alejadísimas entre ellas esas tres estrellas. Lo llamamos cinturón porque desde la Tierra lo vemos así, pero no existe.
Orión es inconfundible. Es una cafetera, jajajajjaja.
Bueno, tiene forma de cafetera. De las italianas. Yo lo habría llamado Cafetus Brillantus. Tiene más sentido que Orión.
Una vez soñé que yo era Orión pero eso os lo voy a contar luego.
En fin. Junto a Orión yo veía la Luna y un punto brillante super grande. Pensaba: "Venus". Y me decía a mi misma:
-Mira ahí tienes Venus.
Hasta que apunté Stellarium hacia el cielo.
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fuente: wikipedia. |
¡¡¡¡ES JÚPITER!!!¡¡¡¡ ES JÚPITERR!!!!
Todas las estrellas (todas) encajaban a la perfección (vamos, que es como poner un mapa de un gran telescopio) sobre los puntos que ves a simple vista. Allí estaban los nombres de los puntos de la cafetera de Orión. Y Sirio.
Y Rigel. Veía Rigel sin saber que era Rigel. Y lo que tomaba por Venus o Marte... es el planeta conocido más grande del Sistema Solar.
Saltos por la casa con el descubrimiento. ¡¡¡Júpiter!!! ¡¡Estoy viendo Júpiter!!
Bueno... es que me fascina. Aunque he visto Saturno y sus anillos una vez, en la Plaza de Ópera. Un señor muy amable sacaba su telescopio profesional a la calle. Más tarde, un amigo mío vendió una cosa a un señor en Wallapop. El señor vino, nos vio tomando café, nos contó que era de la Asociación de Astronomía de XXXX y resultaba que el del Telescopio era un conocido suyo que se dedicó en vida activa a las estrellas y ahora estaba jubilado.
Yo lo que sé es que pegué el ojo a aquel aparato esperando ver un puntito y vi los anillos de saturno y no podía creerlo.
Así que mi ventana da a Júpiter.
Se ve tan increíblemente bien que me sorprende. Vivo en Madrid. Rodeada de luces. Y veo Orión como si estuviera en el campo. Sigo un poco alucinada. Y me dedico a saludarlo:
Hola Orión... en verano.
Hola Orión... en invierno.
Hola Orión... estoy cansad@
Hola Orión... qué lejos pareces.
Hace una semana voy a recoger la ropa y me encuentro una mariquita en el store. Alzo las cejas.
-¿Qué haces tú aquí?
Pongo un dedo para que se suba. No quiere. Venga, sube, no puedes quedarte dentro. Al final se sube y la saco al balcón, junto al cerezo de jerusalén. Que está en flor.
Hoy por la mañana recojo una alfombra, no sin antes mirar la luna (sin gafas) y decirle a Coso que La Luna es el gato de Cheshire.
"Coso" me pregunta que por qué no me pongo las gafas para verla mejor. Y contesto que no me da la gana de ponerme las gafas porque no las necesito. Recojo la alfombra tipo "toalla", la doblo y suena CLOC y algo cae al suelo. No necesito verlo para saber que es un animal.
Rauda voy volando a por las gafas.
Al final me hacían falta las gafas. Vuelvo. Es una mariposa nocturna.
"Esto empieza a parecer una casa-refugio" le digo a mi yo interior.
Voy a la cocina, corto un trozo de manzana. Cojo un vaso, me acerco a la mariposa, la mariposa se da la vuelta ante mis ojos y se hace la muerta.
-¡Jajajajajajaj! ¡Jajajajaja! ¡¡Te he visto!!
¡Menuda teatrera!
Con la paciencia de un santo la recojo y busco una aplicación que me diga qué bicho es.
"Es migratoria" leo.
"Bueno, ¿qué pasa? ¿estamos en la ruta de migración de un montón de especies?"
Hala, al cerezo de Jerusalén. Se queda allí quieta y acude a mi mente la urraca que un día me topé mirándome y mirando mi puchero reluciente puesto al fuego, sobre el aparato de aire acondicionado, situado junto al cerezo de Jerusalén. Como le de por pasarse a curiosear se come a la mariposa.
Vuelta a la cocina. Cojo un trozo de papel de cocina, vuelvo a la terraza. Como puedo hago un refugio para la mariposa.
Por cierto... ¿seguirá ahí?
Pues no... se ha ido.
Y, pasando a los animales domésticos, un día unos niños llamaron a la puerta. Al abrir me dijeron:
-Señora... - (¡Argh! ¿señora?)-, hemos encontrado a su perro.
Miro hacia abajo y un animal se aprieta contra mi alfombrilla temblando como un flan.
-Ese no es mi perro -contesto.
-Es suyo, señora, no se mueve de su puerta. Se ha perdido.
Me agacho junto al animal. (¿he pedido un perro al Universo?)
El perro está super-asustado. No hay más que verlo. Tiembla y llora. Lo acaricio.
-Hola -(es mayor)-, ¿qué pasa, peque?
Discuto con mi yo interior si quiero adoptar un perro, prevalece el no.
-No puedes quedarte -le digo.
Y miro a los niños, más duramente.
-No es mi perro.
Y me contesta:
-Pues él cree que sí.
¡Jajajajajajajaja!
Al final era de otra vecina. El pobre se había perdido.
De todos modos, no os creáis que me llevo bien con todos los animales, porque no es así. Había un perro en mi portal con el que me cruzaba de cachorro. Era de presa. Tenía dos dueñas extremadamente femeninas y débiles. Animalmente, hablando. Es decir, dos chicas muy dulces. Me crucé con él sin ningún problema durante meses, hasta el día en que lo miré en un lugar estrecho y ya no era un cachorro. Yo sé que cambié algo en aquel instante. Fue como si me pareciera de otra especie. Hasta entonces era un cachorro. Luego, ya no. Era un perro de presa. En ese momento el perro, que me estaba mirando, se volvió loco. Empezó a ladrar... y ya no hubo manera. Cada vez que me veía se volvía loco del todo. Tenía problemas con todos los vecinos, una señora que vivía más cerca amenazó a las dueñas con llamar a la policía. Ellas no eran capaces de controlarlo y el animal era una fiera.
Lo que me sorprende es que hasta que no cambié yo al cruzarme con él, no reaccionaba así.
Yo creo que había un problema de comunicación con ese animal. Algo pasó en aquel momento y en parte me siento culpable. Creo que él notaba cómo lo miraban los demás. Debe de ser muy desconcertante que la gente se asuste a tu lado. O quizá pensaba que tenía que proteger a las chicas de todo el mundo.
Se acabaron mudando.
Y luego tenemos a Chicle, el gato de mi mejor amigo. Chicle vive con Wilma, una gata serena que lo acepta como líder del hogar. Lo que me hace gracia de Chicle es que cuando su dueño está en videollamada conmigo y me hace demasiado caso, se dedica a interponerse entre la cámara y él, de manera que veo un tigre naranja en miniatura restregándose y cortándome la visual. Mi amigo dice qué mono y yo cuando miro a ese gato a los ojos le digo déjate de ser el rey. Y se lo digo. Mentalmente.
Pero no me hace caso.
Así que es super-divertido. Porque lo que su dueño toma por "pedirle mimos" yo lo veo como una demostración de territorialidad. El dueño es suyo, ¡Jajajajaj! ¿Por qué habla con esa otra humana a través de la cámara tanto rato? ¡jajajaja!
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