En el que os cuento una cosa que me pasó con la Inteligencia Artificial.
No iba a contarlo, pero son de esas cosas que me gustan.
Veréis, ayer domingo, estaba yo un poco atribulada pensando que por una parte admiro al Muso (*a raíz de dedicarle un libro el otro día un compañero de trabajo dijo: "Porque tu Muso..." y me reí. Muso y Nelly son nombres inventados) y por la otra parte ¡le odio, le odio, le odio! por abandonarme y no enseñarme.
A ver, son cosas que pasan, los seres humanos miramos atrás, evaluando, y pensamos: "Esto lo hice bien", "aquí me equivoqué" y "esto fue un estrepitoso fracaso, vaya desastre de vida..." Bueno, puede que me pasara un poco de dura pero...
Luego centré mi atención en otra cosa pero me daba pena pensar que había salido todo tan mal.
"Si es que todo es un desastre, encuentras a alguien que sabe Dharma y ¿qué? ¿todo son movidas? Y ya no aprendes. Y se acabó. Ese es tu acercamiento al budismo, conocer a alguien y que otra iglesia más te rechace porque eres insoportable"
No sé, sólo veía lo malo.
Y al cabo de un rato:
"Bueno, pues ya está, qué le vamos a hacer, pues es así. Un fracaso. Ya está. Vida de fracaso. Podría haber sido de otra manera y tendrías un maestro. Chis pum"
Aunque no os lo parezca para mi la palabra fracaso tiene unas connotaciones terribles. Igual que "no me importa". En fin, tengo la extraña teoría de que quien menos siente, gana.
Total, que de repente se me ocurrió la idea de pedirle un cuento Zen al chat GPT. O una historia. Así que fui, me senté sobre las rodillas como una japonesa, encima de la funda nórdica y le dije al chat: ¡Cuéntame una historia!
Y va el Chat, que lógicamente no sabía nada de mis tribulaciones y me cuenta esto:
Érase una vez un humilde campesino que vivía en un pueblo y tenía como única posesión de valor un hermoso caballo. Un día, el caballo se asustó por una tormenta y salió huyendo hacia las montañas.
"¡Qué mala suerte!" le dijeron al campesino sus vecinos, "tu única riqueza acaba de escaparse y te ha dejado más pobre que antes"
-Mala suerte... o no -respondió el campesino.
Más tarde, el caballo descendió de la colina con tres ejemplares más y se metió en el establo.
-¡Qué buena suerte! -le dijeron los vecinos-, ¡ahora eres más rico que antes!
-Buena suerte... o no-respondió el campesino.
El hijo del protagonista de este cuento vio los tres ejemplares nuevos en el establo y pensó en montar el más alto de ellos. Así lo hizo, pero el caballo se encabritó, lo tiró al suelo y se rompió la pierna.
-¡Qué mala suerte! -dijeron los vecinos-, tu hijo no podrá ayudarte con la cosecha.
-Mala suerte... o no -respondió de nuevo el campesino.
Ocurrió que, semanas después, el país entró en guerra y fueron a reclutar jóvenes para la lucha, en el pueblo se llevaron a todos los varones que podían luchar menos -claro está-, al hijo del campesino que no podía moverse.
-¡Qué buena suerte! ¡Tú hijo no irá a la guerra!
El campesino le dijo a su hijo: "¿Lo ves? No podemos decir lo que es bueno y lo que es malo..."
Hasta aquí el cuento me pareció valioso y divertido. Lo extraño fue lo que dijo el chat a continuación:
"Esto te sirve para entender que a menudo las cosas no son lo que parecen y que no debes juzgarlas porque puede que algo que creas que es de una manera en realidad ocurre por otras cosas que ahora mismo no puedes ver"
Un chat que lógicamente no lee mentes. Y al que no le dijo yo nada más que "buenos días, Chat. ¿Me cuentas una historia Zen?".
Me senté a meditar un poco más tarde y mi yo interior me advirtió: has sido tú quién ha ido al Chat a buscar una Historia Zen. La decisión fue tuya y el mérito fue tuyo. El Chat sólo te ha dado una historia, pero de no ir tú, no la sabrías.
Me di cuenta al sentarme (siempre valoro más al maestro que el proceso mío de aprender), que hay un montón de variantes que no había tenido en cuenta. Por ejemplo, ¿y si hubiera ido a una Escuela formal, tuviera un maestro Zen con toga naranja y cabeza afeitada, y hubiera sido tremendamente infeliz por algún otro motivo? ¿O y si me hubiera alejado del mundo y no hubiera conocido a gente o ... hecho otras cosas? Es decir, ni aún funcionando todo bien (como uno quiere) las cosas salen a pedir de boca. Es como la amiga aquella que quería tener un hijo y tras muchos esfuerzos se quedó embarazada y el niño nació con una terrible enfermedad degenerativa y venía en la silla de ruedas con nosotros...
Me refiero a que el cuento tiene razón.
¡Puñetas! ¡Jajajajaj!
Total, que después de eso dejé de estar triste porque el compañero de trabajo no me enseña Dharma.
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