En el que descubro que el Universo no existe y eso no me sirve para nada.

 



"La culpa de todo esto es del Muso" pensó Nelly.

Érase una vez que la Alcaldesa de la Ciudad Imaginada fue a un Templo a meditar. El templo, curiosamente, estaba en una plaza de Madrid llamada "Prosperidad". Y Nelly pensaba que nadie se había dado cuenta de esa sutil ironía. Podría haber estado en "Plaza de España" o "Lista" o "Tribunal" o en "Atocha". Pero no, no fue así.

Llegó tarde porque el destino le ponía obstáculos siempre que iba a meditar y hasta pensó en no entrar en la Sala, pues sin duda no habría sitio para escuchar tumbada el concierto. Y ella quería estar tumbada. Era una meditación con música, ruido de campanitas, árboles y cuencos. Nada más entrar, con la respiración agitada, se fue a sentar enfurruñada sobre un sitio que vio libre, al fondo. Pero para acrecentar su mal humor, notó que la que guiaba la meditación la invitaba en un ademán a sentarse justo al lado de ella, donde se podía tumbar.

Y era el único sitio que quedaba libre en la sala. No había más espacios disponibles, sólo donde se había sentado ella, y aquel otro lugar que era más amplio y le permitía tumbarse.

"Hum" se dijo Nelly, "qué casualidad".

También se dijo: "Si yo viera a alguien entrar tarde me enfadaría y no sería tan amable ni mucho menos le diría que se sentara a mi lado".

En lugar de enfadarse la guía, se enfadó ella. 

Pasaron unos ocho minutos hasta que logró calmar su respiración y otros ocho segundos más hasta que sonó un ¡GONG! sobre su cabeza que se extendió como las ondas de un estanque por todo el Templo.

Y más y más allá...

Ese GONG! sonó más alto de lo que debería haber sonado. Eso, sin duda. 

Nelly tardó un ratito más en calmarse pero luego pudo escuchar claramente su radio mental. Que no paró de charlar y charlar toda la sesión. Hasta que de repente le vino a la mente una cosa sobre algo que sentía en un brazo.

A fin de traducir cómo Nelly llegó a la asombrosa revelación, a la postre inútil, sobre la inexistencia del Cosmos, hay que ilustrar con palabras lo que la "no-mente" de Nelly le decía, y lo que ella, en un pensamiento humano y ordinario, contestaba: 

-¿Te pica el brazo de verdad?

-Pues sí -pensó Nelly.

-Pero no es el brazo donde lo sientes, sino que...

-Es en el cerebro. Como la vez aquella que pregunté cómo sabe el paracetamol dónde tiene que ir y todos se rieron porque "siempre va al mismo lado". Te duele un pie, va al cerebro. Te duele un brazo, va al cerebro. Te duele la garganta, va al cerebro. 

-No es el brazo, entonces.

-No.

-¿Y si todo el Universo fuera así?

La Alcaldesa sopesó la idea en silencio.

-¿Como el picor, el brazo y el cerebro?

Siguió pensando en silencio, hasta que su otro yo reafirmó la conclusión a la que había llegado:

-O sea que la sala está en silencio.

-¡No! en silencio, no -contestó Nelly- Está llena de ondas que vibran, pero son los oídos los que "sienten", o reciben eso y el cerebro humano lo hace sonido. Una mosca no escucharía este concierto. 

-Así que el dolor no está en el pie. El picor no está en el pie. El sonido no está en la Sala.

-Eso es. No es tan simple como estar o no estar. En realidad están porque yo estoy. 

-¿Y si todo el Universo fuera así?

-¿Cómo?

-Y si todo el Universo "funcionara" así.

-Vale, vamos a considerar esa idea.

Mientras tanto, el concierto-meditación, seguía.

-La Sala está en silencio, sólo hay vibración, -pensó Nelly- pero la vibración mi mente la interpreta de un modo muy determinado.

-Sí.

-Pero yo puedo saber cómo lo sienten los demás. Es decir, no sólo yo estoy escuchando esta música. O sea, la música existe. Ellos la están escuchando.

-¿Por qué?

-Porque todos los humanos la sentimos muy parecida.

-¿Por qué la sentís parecida?

-Pues porque todos compartimos "características". Tenemos orejas. Tenemos un cerebro similar. Es un código que interpretamos igual, como especie.

-Entonces la música existe.

-Existe pero si la interpretas. Pero no existe de verdad. Se tienen que dar unas circunstancias.

-Entonces lo que sientes es todo "tú".

Que una parte de la "no-mente" le dijera a Nelly que lo que estaba fuera era ella misma fue lo bastante chocante como para provocar varios segundos de silencio mental. 

-¿Esa "música" que oyes es verdaderamente externa, o es necesario que estés tú para que sea "música"?

-Pues... es necesario que esté yo.

-Luego la música eres tú.

-No, no, no. Para ahí.

"Yo no soy la música, yo soy humana", pensó la Alcaldesa. "No soy una onda, no soy eso que suena..."

Si antes el concierto era bonito, ahora se puso particularmente extraño. Tintineante.

-¿Existe la música entonces?

-No sin mis oídos. Existe pero no es "música", es vibración. En realidad, en el universo todo es vibración y energía. 

-Vas bien en eso.

-Pero yo oigo música. Y existe.

Silencio mental.

-Sigamos esa idea...

-Bien.

-Si yo soy parte responsable de la percepción de lo que me rodea, y lo que me rodea no existe de por sí, separado de mí, entonces todas las cosas "malas" que ocurren, ¿no son malas? Porque, no sé, la gente te pisa un pie, o grita o... yo diría que las cosas buenas o malas "existen" ¿no te parece?

-Existen así, para ti.

-Si te atropella un coche te mueres. No hay que ponerse delante del coche y decirle "eh, ¿sabes que no existes?" A ver si ahora la realidad cotidiana no va a ser cierta. No sé, la gente se aparta de los coches por algo.

-O sea que hay una "realidad" cotidiana que duele.

-¡Claro!

-Pero el coche es un coche para ti...

-Oye, si vamos a ponernos a debatir cómo vería una mosca un coche... al final son fuerzas de la naturaleza. Lo que te mata es la velocidad, el espacio, el tiempo... ¿vale? Todo está sujeto a leyes físicas.

-Vives en un Universo con ciertas normas.

-¡Sí! Y esas normas hay que respetarlas.

-¿Puedes separar espacio y tiempo?

-¿Cómo?

-¿Qué es el espacio?

-¿¿El espacio?? El espacio... el espacio es... es... es lo que yo ocupo.

-A cierta velocidad.

-Sí.

-¿Estas parada ahora mismo?

-¡Jajajajaj!

Que forma tan perversa de darle la vuelta a una conversación.

-No -pensó Nelly-, no estoy parada. Viajo a 28 kilómetros por segundo, igual que el resto del planeta. Voy a toda velocidad a través del espacio, en torno a una estrella solitaria que a su vez vuela por el Universo trazando su propia ruta. ¡No estoy parada!

-¿Y lo sientes?

-No. Vivo en un universo donde "el movimiento constante es igual a estar parados".

-Así que estar parada es una ilusión. No estas parada.

-No.

-Y sin embargo, lo estás.

-Ains, sí.

-¿Y qué es el espacio?

-El espacio es lo que yo recorro en cierto tiempo.

-¿Qué es el tiempo?

-Lo que tarda la luz en moverse, ¿vale? ¡Yo que sé!

-Si vas más rápido que la luz ¿te ves en el pasado?

-Supongo, pero no entiendo a dónde quieres llegar.

-Sólo digo que en la Sala no hay sonido, sino vibración, que estás moviéndote y no lo notas, y que para que exista la música tienes que estar tú ahí. Por lo que eso que escuchas eres tú... ¿y si todo el Universo fuera así? 

-Vale, si todo el Universo fuera así... todo el Universo sería "yo". No habría universo. Sólo yo. Y no creo que viva en "solo yo", veo mucha gente alrededor. 

-¿Seguro?

-¡Jolín, pues claro! 

-¿Los ves? ¿Qué ves? ¿es cómo la música? ¿Son ellos solos, sin que tú les asignes un papel o etiqueta? ¿O son otra cosa?

-Vale. Supongamos que tienes razón, y que no hay universo. Entonces, ¿qué hay? 

-Percepción.

-Vale, genial. Me dices que todo lo que puedo "recibir" es "percepción". ¿Y percibimos lo mismo a la vez?

-Si dos seres tienen las mismas características...

-Vale. Entonces hay "dos mundos".

Silencio.

Nelly se dio entonces cuenta de algo. La música no era "real", era lo que percibía ella en esas circunstancias. Ella y todos los que, como ella, tenían ojos, oídos y un cerebro de determinadas características para escuchar.

Al salir del Templo contemplando la realidad circundante se dio cuenta de que podía afirmar que todo era una alucinación. Si entendemos por alucinación, la forma en que tiene un cerebro de interpretar algo. Realmente ella sabía, por la ciencia, que estaba rodeada de ondas y de energía, y que ella interpretaba esas ondas como colores, o calor, o... Al igual que el paracetamol, no era más que la forma de sentir de su cerebro. Lo sentía así, pero era un impulso eléctrico generado por otra cosa.

Luego, ¿qué habría fuera de esa alucinación? No podía saberlo, nadie podía.

Dos días después se dio cuenta de que saberlo no resultaba útil en el día a día. Cuando tenía hambre, tenía hambre. Cuando tenía sed, tenía sed. Y si se daba un golpe el golpe le dolía, por mucho que los átomos no se toquen jamás realmente, o que la solidez de la materia fuera fruto inevitable de su forma de sentir el mundo.

Eran dos realidades. La más cercana quizá al lenguaje del universo: vibración/energía y la que vivía ella cada día, llena del olor del café, el tacto de la lluvia, o los tejemanejes humanos.

-La siguiente vez que vaya a esa meditación, pensaré sólo en flores y mariposas -se dijo la Alcaldesa.

¡Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado!



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