Érase una vez...


Érase una vez un cocodrilo que llegó a España. Campaba a sus anchas y mordió a muchísimas personas, pero entonces era invisible y para cuando quisieron encerrarlo, nadie sabía dónde estaba, porque estaba en todas partes y había mordido y matado a muchos. Era un temible cocodrilo hambriento.

También llegó a la Ciudad de los Cuentos y mientras la Alcaldesa dirigía y catalogaba temas y asuntos, el cartero se lo encontró. El Cocodrilo mordió al cartero y el cartero le pidió a Nelly un vaso de agua, amen de despertarla en plena noche. El cartero, vigilante, no le puso nombre pero lo percibió. No le puso nombre porque la que ponía nombres a las cosas era Nelly, no él. 

Nelly tuvo fiebre unos días y se le pasó. Lo que el cartero dijo a Nelly cuando el cocodrilo apareció en la ciudad fue: "Esto es nuevo". 

No dijo: ¡Cocodrilo! ni nada así. Lo reconoció como nuevo. No ha existido antes. Es nuevo.

Buscó en los archivos clasificatorios de Nelly, aquel misterioso niño, e incluso abrió y cerró unos cuantos libros de cuentas asegurándose de que nunca jamás nadie había visto un cocodrilo. Una vez lo tuvo claro, despachó las necesarias premisas y partió.

El cocodrilo fue expulsado de la ciudad porque no tenía a dónde agarrarse y se fue, se fue, se fue... se marchó. Nada a lo que agarrarse, ningún sitio en el que molestar. Nadie le puso nombre, no dejó cambios a su paso. Pasó de largo sintiéndose ignorado especialmente por el cartero.

Pasado un año, y obviando las ideas y venidas del cocodrilo, llegó la ciencia y sacó una pastilla "anti-cocodrilos" que, en opinión del cartero, era otro intento más de la voluntad humana de desentrañar lo que no comprende. Las pastillas se agotaron en todas las farmacias.

Un buen día, Nelly vio al Actor. Se abrazaron, se saludaron, se abrazaron más y cuando el actor se fue resulta que en el bolsillo llevaba un cocodrilo.

¡Nelly lanzó los papeles por los aires cuando se enteró! ¡Se asustó! Para entonces el cocodrilo ya era el miedo más extendido del mundo. ¡Buscó farmacias! ¡Proclamó un bando! "¡Huid de los cocodrilos, fuera los cocodrilos!". Y entonces miró al Actor, el Actor miró a Nelly y el cocodrilo dejó de tener importancia.

El cocodrilo, las fobias, los miedos, las cajas...

Y Nelly abrazó al actor y al cocodrilo (con tanta fuerza...), que el cocodrilo viéndose tan abrazado y amado pues... Pasó un poco de la ciudad, y dejo en paz a todos los seres. Porque allí estaban muy locos. Le abrazaban. Con tanto amor apasionado que en lugar de daño el pobre cocodrilo estrangulado salió por patas. Y el niño mensajero miraba al cocodrilo y el cocodrilo lo miraba a él, y ninguno se cruzó en el camino del otro.

Unas semanas más tarde, la Alcaldesa fue a casa de un vecino en las afueras de la ciudad. El vecino tenía la casa cerrada a cal y canto, y tosía, y tosía y estornudaba. Abriendo la ventana, la Alcaldesa le preguntó si había visto un cocodrilo. "¡No!" dijo el vecino. "¿Estas seguro? Porque aquí es como si hubiera uno. Tiene toda la pinta"

-No sé... No. ¡Atchús!
-Pues vamos a buscarlo, ¿quieres?

Y el cocodrilo apareció. Al verlo, Nelly dijo: "pues ahora me dará un mordisco". Porque era un cocodrilo grande de dientes afilados y con la boca abierta, pero he aquí que en cuanto hizo amago de acercarse apareció el cartero y vislumbrándolo detrás de su figura el animal se lo pensó mejor. Se quedó parado. El cocodrilo miró al cartero y el cartero al cocodrilo y allí, en silencio, tuvo lugar una lucha de deseos.

(A-esta-no)

El cocodrilo dio media vuelta y se marchó. Tan grande era y con los dientes picudos.

Otro amigo suyo apareció días después con un perro que nada más verlo, Nelly supo que era un cocodrilo pero esta vez no se alarmó, no se asustó,... sólo alzó una ceja y una vez más fue a la farmacia, compró un repelente de cocodrilos, contempló la ciudad, se tomó un té e invitó al niño mensajero, quién sentándose a su lado con una extraña sonrisa bebió en silencio. 

-Me tienes que explicar tantas cosas... -dijo Nelly.

El niño se encogió de hombros.

-¿Tú no tendrás nada que ver?

El niño no contestó.

-Tú sabes algo que no me cuentas...

Un silencio muy profundo.

-¿Es que el cocodrilo no me ve?

Ni pío.

-Ah, ya sé... es que como no paro de hacer pruebas de detección de cocodrilos,... lo que haces es llevarme la contraria...

-En parte.

-Ya...

A Nelly le entró la risa pues trataba de planificar las idas y venidas del cocodrilo. Y entonces tuvo una idea:

-¡Eres tú el que no lo deja entrar!

Y el cartero sonrió.

-Hala... ¡un cartero anti-cocodrilos! ¡Oye, deberíamos hablar con la ciencia!

-No hago milagros -respondió el niño, viendo lo que le pasaba por la mente, y se levantó-, lo que ocurre es que no quieres ponerte enferma. Y puedes tolerar hasta cierta cantidad de presencia de cocodrilo. Sin que enfermes. Pasada esa cantidad, enfermarías.

-¡Aaah! -dijo Nelly.

-Pero bebe mucha agua y come cosas sanas -insistió el cartero-, con eso y con todo sigue buscando espacios abiertos. De lo demás me encargo yo, sin decírtelo....

Y así, tras acabarse el té, la Alcaldesa volvió a sus quehaceres mientras el cartero, vigilante, observaba todo el mundo con unos ojos reflexivos que no dejaban adivinar sus pensamientos.

FIN. 

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