Historias de conducción

 Estaba soñando con un dragón. Era un muñeco de peluche pero estaba un poco desatendido así que trataba de limpiarlo, ponerlo bonito y ponerle derecho un ojo... cuando se puso a sonar el despertador.

¡MEEC, MIC MOOC! (en realidad suena como una playa)

"¡¡Jobar!!" Me desperté. Si mi plan -cuando lo puse en hora- era salir en 9 minutos hacia el trabajo... me di cuenta de que había sido demasiado optimista. Tardé eso, más o menos, en despejarme, desayunar, y sí, 18 minutos después bajaba al garaje. 

A veces conduzco con sonidos que me relajan, a veces con música comercial y otras en silencio. Hoy necesitaba lo primero.

Puse mi mantra especial para conducir y me lancé a la ciudad a las seis y media de la mañana.

La calle principal estaba desierta, pero antes de llegar a ella atravesé otra avenida (también despejada y desierta) y le dije a mi "yo interior": "Mira, pon el intermitente y cámbiate antes del carril bus". Y esa cosa interior replicó algo. No habla con palabras, pero yo lo entiendo. Es como un pensamiento sin palabras. A veces sé lo que me dice por lo que respondo yo, pensando.

Lo que indicaba mi intuición interior es que eso no estaba bien, porque había una línea continua. Y yo respondí: "¿Ves algún coche? ¡Mira, ese va a hacer lo mismo!". Efectivamente, un utilitario dio el intermitente antes de la línea continua y de la parada de bus, y se echó a la derecha, con tan mala suerte que salía otro coche de una calle perpendicular y casi se dan.

Ups.

Tuvo que dar un volantazo.

En fin, si esto fuera un juicio, es como estar defendiendo una causa y que la causa se te disuelva delante de tus ojos porque es verdad, no tenías razón.

"Vale, está bien".

Llego a la principal, apenas hay tráfico, y de pronto entre un semáforo y otro (yo iba a bastante velocidad), pongo el intermitente y me echo a la derecha. Lo que me "soprendió" un poco fue el gesto. Lo hice como esa gente que cambia de carril a otro, molesta, y fui bastante brusca.

Hum. Levanté la cabeza. Por delante, nada, por detrás, nada, ni un coche. Lo que es inusual. La música de mantras sonando. "¿A qué viene ese cambio brusco?" me pregunté a mi misma, "¿¿¿quién te molesta??? ¡¡¡Pero si no hay nadie!!!!".

A veces es difícil saber lo que "coso interior" te está diciendo. Mucho. Pero me paré a escuchar. Y resulta que traducido a palabras decía esto:

"¿¿¿Se puede saber por qué llevamos maquinaria pesada sin estar del todo despiert@s????"

Aaaah!

"Tengo sueño"

Aaaaaaaaaaaah!

¡Jajajajaj!

Así que era eso. 18 minutos después de estar "rescatando" un dragón de peluche inexistente, conducía un coche de 500 kilos. "Aaaaaaaah!" Ya. Bueno, está bien. Pues iré con cuidado.

Llegada la rotonda frente al Corte Inglés que da acceso a la M-40 (una de las carreteras de circunvalación más importantes de Madrid) me paro detrás de un coche de la policía nacional. Señalizo y el coche señaliza. Bien, hay comunicación. Él me dice: "sigo girando" y yo: "voy a tomar la salida, estás en medio". Empiezo a descender por el carril de incorporación y veo el río de luces rojas.

"Vale, calma".

El sonido molesta.

"Vaaaaaaaaaaaaale, vamos con calma".

No puedo ponerme a buscar el móvil para apagar el sonido.

Miro por el retrovisor y marco mi intención de incorporarme. Y veo un hueco. "Genial". Pero nada más verlo, o quizá a los dos segundos, "coso interior vuelve a decirme algo". Y está vez lo dice con fuerza.

"Márcaselo"

Es la mejor traducción que os puedo hacer. Me pregunto a qué viene la urgencia si el coche en cuestión está muy lejos y no creo que me alcance. Pero por si acaso lo marqué bastante claro, la verdad. Acelero, prácticamente estoy en el carril, el mío se acaba. Tengo una rueda metida en la M-40.

¿Qué creéis que pasó?

Don "Voy por el derecho y los demás me importáis un comino", alias "coche gris a mucha distancia" pisó el acelerador.

Y sí, se ganó una buena regañina por mi parte.

A ver, alma cántaro, si el de incorporación se acaba y ves que el coche está saliendo, no aceleres más. Si estás en peligro, bien, si vas demasiado rápido y no te da tiempo, bien, si no me has visto llegar, bien. Si tienes un camión de ochocientas toneladas detrás, bien. Si llevas un rato prudente viendo lo que va a hacer el coche blanco, no le cierres.

No se puede ser más melón. Freno yo, le dejo pasar. Y me incorporo yo, entre tacos e imprecaciones.

"No se puede ser más tonto" ¡Es que no se puede ser más tonto!

Y claro, nada más dejarle pasar, a los dos segundos estaba parado. Normal. Es como "uy, voy a acelerar y avanzo un coche para luego tener que pararme igual, pero eso sí, el coche que no se incorpore delante, mejor le pongo en peligro y que haga piruetas, porque aquí lo que importa soy yo".

Me intento incorporar al central porque tal como estoy mirando al que tengo delante le va a caer un rayo; lo marco pero titubeo, dejo que pase otro coche y lo hago. 

Mi yo interior, advierte: sigues en peligro.

"Bueno, vale, ¿por qué?" Mi cabreo no baja.

Pues porque cien metros después un imbécil o mejor dicho, lo que yo llamo "carrilero", se cruza del izquierdo a la incorporación atascada porque, claro, ¿para qué vamos a hacer la cola del derecho? Lo ideal es llegar a la parte alta del cambio de rasante y cruzar tres carriles atestados de coches para meterte el primerito de la fila.

"Es que son todos tontos".

Mi cabreo pasa de 0 a 9 en tres segundos.

"No pasa nada más porque Dios no lo quiere". La conducción humana es una locura. Quizá es reflejo de lo que somos. En mi caso, torpe y temerosa.

Pasado el cambio de rasante, por el central, le digo a "coso interior" que "al final conducir puede ser cosa de inteligencia". Pero mi intuición interior me lleva la contraria. Habla de torpeza. Y es cierto, conducir bien o mal no significa que seas más o menos inteligente. A mí me llaman inteligente y le tengo terror. Si bien es cierto que entrar en un coche y ser consciente de lo poco que controlas el entorno es síntoma de inteligencia.

En fin. Es genial ir reflexionando contigo misma sobre la carretera y el potencial humano...mientras el sol no sale.

Llegada la salida de la 607 decido ponerme en el carril derecho (acabo de adelantar a los bomberos) reducir y que sea lo que cielo quiera. "Los coches van en manadas". Es otra de mis creencias. Se incorporan todos juntos, entre frenazos, cien metros por delante de mí. Yo miro hacia atrás y no viene ni un alma. "Genial". Poco después tomo la curva en la que me golpeó otro coche (lo que me lleva a marcar con mucho enfado lo que no voy a dejar que hagan) y salgo a la 607.

De locos.

La carretera va hasta arriba. Y yo, nada más verlo, pienso: "paso, ni hablar". Todos por el central y el izquierdo. Frenazos, luces rojas... ains. De verdad. Qué paciencia.

Me echo al carril derecho, y veo un coche negro...

... que, no sé el porqué, me llama mucho la atención.

Don Coche Negro va a 98 km/hora estables. No tiene prisa. Va lento. Mi intuición interior sugiere algo. Y desde ese instante, Don Coche Negro y yo, vamos a la vez. Por el derecho. Juntos. Sin que él lo sepa. De hecho, es como si mi "intuición interior" se hubiera trasladado a ese coche.

Ni estrés, ni prisas. ¿Para qué ir por un central atestado de vehículos o por un izquierdo que provoca aceleramientos de corazón cuando se puede circular como "el coche negro"?

Y así llego hasta mi salida, dos minutos después de tomar la carretera. ¿¿??

"Pues no se va mal así", me digo. Y miro el reloj: "caray, ¿cómo es que he llegado tan deprisa?"

Esto que acabo de usar se llama adaptación. O yo lo llamo así, no sé si es lo correcto. Se me pegan las cosas de los demás. En algunos aspectos es un problema. Pero en otros casos, como este, es una delicia.

Sólo necesito tener un buen modelo.

^_^ ¡Voy a tomarte un café! 

Fuente imagen: pinterest. Aparece en este artículo de Muy Interesante. 


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