En el que tengo la sinopsis del nuevo libro.

 

Tengo el libro de primavera resuelto.


El Muso me dio una idea sobre un personaje, a su vez, él es el objeto que hay que encontrar. Llevaba años queriendo escribir algo así, porque de pequeña leí algún libro similar y porque he pasado la cuarentena jugando a Escape Rooms con amigos. Básicamente, es mi propio Escape Room. 

Es el libro que a mí me gustaría leer. Pero es para primavera del 2021.

Le voy a mandar la sinopsis al editor el viernes. Antes no. 

Y cuando terminé ese trabajo, me puse con la novela que empecé para Minotauro y pretendía acabar en 14 días. Tengo 55 páginas escritas, lo que es una barbaridad. Si me dedicara sólo a escribir, acabaría novelas en meses. Calculo que 2 para una novela corta y puede que 4 para una larga, si escribiera 8 horas al día.

El otro día conversaba con una amiga sobre cómo escribimos libros.

Básicamente, y simplificando mucho, yo veo dos formas:

1) Quizá la más correcta: la que requiere planificación. Le gente se sienta, investiga, planifica, decide, delimita, organiza... Hace un excell. Piensa, desarrolla...  Eso es lo normal. 

2) El escritor de impulso.

Vamos con ese, que es el mío:

* A grandes rasgos os diré que yo no empiezo la novela por el principio, a mí me llega una imagen de la parte central o de algo que va a salir en la novela. Esa imagen, ese disparador, es lo que conduce a la novela. Puede ser un sentimiento, una emoción,  una conversación, un nombre, un personaje, una mirada, algo que me ha dicho alguien, algo que he visto pasar... 

Dicha imagen tiene algo que me impacta, pero que no tiene palabras. Es decir, me llega como sensación. Es un "algo", que está ahí. 

Y aquí es donde empieza un diálogo interior.

Mi parte lógica, racional, la mente ordinaria, digamos, se gira hacia la otra parte del cerebro, emocional, emotiva y sin palabras. "Ahí hay una historia" digo yo. A lo que mi parte emocional contesta sin palabras pero yo la entiendo.

Normalmente contesta: "amplia, no te sigo"  ¡Jajajajaj!

Yo le señalo esa otra parte: "sí, mira, esto. ¿Ves? Este nombre, este personaje, lo que me dijo ayer menganito, lo que siento con... etc. etc."

Mi parte sin palabras acota a lo que yo me refiero. 

Para acotar y definir lo que yo pretendo sea el mensaje, tengo que recordar la experiencia.

Una vez delimitada, digo: "aaah"

Y llega el quid del mensaje: búsqueda, misterio, miedo, organización no justa del mundo, aprendizajes, amor, evasión, temor, altruismo, bondad, v-u-l-n-e-r-a-b-i-l-i-d-a-d.

Relaciones entre dos personajes.

Vale. Ya tengo el alma de la novela.

Entonces me siento y le digo a ese "coso interior":

"¿En qué tipo de historia puedes meter esto?"

Y la novela va sola. De esa escena, de ese momento, hacia delante y hacia atrás. Es como una madeja. Pero no parte del principio. Esa intuición interior lanza los personajes como si fueran "vectores" hacia atrás y hacia delante, de dónde estaban a dónde irán (el final suele estar sin resolver) hasta llegar a la escena clave. La escena clave para mí y para el lector no suele ser la misma. Pues una vez lanzas la novela al mundo, cada cuál ve una cosa diferente. El libro deja de ser tuyo.

Por ejemplo, en la Casa Mágica me ocurrió lo siguiente. Yo estaba en la oficina. Me pasaron una llamada.

-Es la señora Asworth.

-Oye -dije-, que yo no hablo inglés.

-Ella tampoco.

Y pum! Me pasaron la llamada.

Al colgar yo seguía mirando el apellido.

"Asworth... Asworth... ¿no te parece que tiene nombre de personaje?"

(Eso le dije a mi intuición interior o pensamiento, o mente emocional, o como lo queráis llamar)

(Amplía)

(Bueno, tiene nombre de personaje. As-worth, no significa ¿merecer la pena? o algo así)

(Worth = valor)

(Lo que sea. Es un nombre precioso. Lo voy a apuntar)

Y al llegar a casa le dije a mi intuición interior:

"Si yo te pidiera un libro para un personaje con ese nombre... ¿qué libro sería?"

Y allá van, 190 páginas de fluidez.

Aparece sólo, no tengo que pensarlo. 

Por cierto, Tomás está basado en el Muso.

Mezclé mi experiencia en una librería, referencias a películas de los años 80, el nombre del personaje, un secundario maravilloso (Lon Escalón) que venía de un cuento hecho para ¡Ábrete-libro! (es el personaje misterioso de El Fabricante de Muñecas). Hice medio libro solo por meter a Lon. Y Lon no es relevante para nadie, menos para mí.

No planifico. Mediada la novela no sé a dónde va.

Pero acaba encajando todo.

Y salen libros infantiles.

Aún tengo mucho por mejorar. 

En la novela de Minotauro lo que yo vi fue una imagen de un .... (no lo voy a poner) y una.... 

La imagen llegó a mí por varias vías.

En una de estas ocasiones, le pregunté a mi "intuición interior" porque esa imagen me parecía tan maravillosa. Y la seguí mirando y la seguí mirando. Y la miré todavía más.

Estuve mirando esa imagen por lo menos veinte minutos, en días diferentes. Sin sacar conclusión alguna. Hasta que le pregunté a mi "intuición".

v-u-l-n-e-r-a-b-i-l-i-d-a-d

Respondió esa cosa interior, sin palabras, delimitando lo que era. 

Y yo seguía mirando la imagen.

("¿se podría escribir una novela con eso?")

A lo que mi "yo interior" contestó:

(Si te atreves...)

jajajaj!

Que malo es mi pensamiento. 

Que si me atrevía, dice. 

Pues hombre... No lo sé.

"Supongamos que me atreviera..."

Solo por suponer. 

¿Cuál sería la historia?

55 páginas después...

Si alguien me pregunta, ¿y cómo acaba? Pues ni idea. Debería averiguarlo pronto, no más de un tercio del libro, es decir, si va a tener doscientas páginas, estoy necesariamente a diez hojas de averiguar su final. Sino, mal vamos. 

Los personajes obedecen a la historia. Tengo un amigo que me dice: "me encantaría que, por una vez, el personaje no obedeciera a la historia, sino que fuera la historia". Eso, internautas, son palabras mayores. "Que la historia obedeciera al personaje y no al revés".

Eso es Richard, el de Las Horas, o Middlesex, o todas esas novelas que yo admiro pero que cualquiera se atreve a escribir. Con cierto tipo de literatura me peleo conmigo misma y no llego a nada. No me dejo llevar. Mi parte racional empieza a ponerle trabas a la otra: "¿Cómo vamos a escribir eso?" "Esto no puede ser lícito escribirlo" "este personaje no debería actuar así"... En cuanto le dices eso a esa parte intuitiva, colapsa y todos los personajes se convierten en seres moralmente aceptables y extrañamente parecidos a mí.

Pero se aprenden trucos.

Y aquí lo dejo por hoy. 

continuará... 



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