Una vela de color rojo


Ayer hablé con mi profe de Dharma. Tengo cantidad de profes alrededor. El profe de baile, el profe de Dharma, la profe de emociones.. es como si me fuera pegando a gente de la que poder aprender.

Y hoy he hablado con un ser muy querido que me ha dicho las mismas cosas que pienso yo, pero con mucho cariño y desde fuera. Me ha sorprendido mucho. Porque al final todo volvía a lo mismo. 

Extraigo varias conclusiones:

(y el título de la entrada es porque le compré una vela roja a mi budita del salón)

1) Veo mucha bondad alrededor.

Me dijo alguien que... conmigo era fácil ser "bueno". Eso me lo dijo un amigo hace tiempo. "Es que, cuando estoy a tu lado, es como si me convirtiera en mejor persona". El motivo es que tener al lado un ser con ojos claros que te mira con expresión de ayúdame, no entiendo las emociones humanas y luego sonríe, agradece y te da un abrazo... hace que te conviertas en una especie de héroe.

Si bien... de lo que va la entrada es de aprender a luchar tus propias batallas.

Lo que me recuerda (lo del héroe) a ése paseo rumbo a la Facultad, en el que una amiga hizo dos preguntas. La primera era: "¿qué vais a hacer cuando acabe la Uni?" Yo dije: "No lo sé" y una amiga contestó: "¡Nelly se muere!" y yo pregunté: "¿Qué?" y ella contestó: "¿bromeas? Pero si a ti te encanta esto..." 
Reconozco que Ciudad Universitaria fue... un campo de juegos verdaderamente fascinante. Aunque ella se refería más a la dinámica profesor-alumno.
Y sí, tenía razón. Quitando a ese de marketing al que le pregunté por qué enseñaba algo completamente desfasado y su respuesta fue: "porque mi labor es dar clase, no prepararles para encontrar un trabajo", jajajaj! lo que arrancó caras de estupor en el público y propició que alguien alzara la mano para decir que en una entrevista el periodista le dijo que usaba el tipómetro de pisapapeles (sí, llevábamos ocho clases dedicadas al tipómetro), lo que arrancó más risas... En fin, el ambiente era activo y enriquecedor. Y si ese profe no lo apreciaba y ni nos miraba a los ojos, quizá necesitaba un descanso o dedicarse a otra cosa. 

La segunda pregunta que hizo mi amiga fue: "¿Cómo es vuestro prototipo de chico ideal?". Ahí recuerdo que quise hacerme la madura. Y tenía dieciocho años, quizá diecinueve. Contesté: "Yo no tengo prototipo de hombre ideal" y le dije a mi yo interior: (qué estupidez, ni que la gente pudiera meterse -menos los chicos- en prototipos. Eso no existe. Yo soy más abierta, no meto a la gente en cajas). Recordemos que estudiaba Publicidad. Es decir: prototipos. Entre otras cosas.

Una amiga contestó: "¡Vaya que no lo tienes!".

Recuerdo la avenida, recuerdo las hojas de los árboles por el suelo y recuerdo ver la Facultad detrás de las ramas, a pocos pasos. Las cuatro íbamos muy felices ese día.

Giré la cabeza y le dije: "¿Perdona? No sé de qué estás hablando..."

Yo quería mucho a esta amiga y esta amiga me quería mucho a mí. Y entonces hizo algo que no olvidaré nunca. Era una chica muy alta y muy grande. Se paró en mitad de la avenida y dijo: "¿quieres saber cuál es tu prototipo de chico?" Asentí. Retadora. 

-Este es tu prototipo de chico...-sonrió divertida, mirando al suelo, metiéndose en el papel.

Mi amiga se arremangó las sudadera, se subió el pantalón en un gesto típicamente masculino. Y soltó con voz segura y masculina:

-Aparta, mujer... que ya puedo yo.

¡JAJAJAJAJAJA!
jajajajajaj!

Con voz profunda.

-¡¡¿Pero qué dices??!!

Nos partimos todas de risa. Y mi amiga añadió: "No te equivoques, no hablo de machismo. Hablo de el caballero... El protector"
Me puse roja como un tomate... y supongo que recuerdo la tontería porque mi amiga tenía razón.
Mucha razón.
Muchísima.

Yo me metía mucho con ella porque leía  Harry Potter y le dibujé cómics de Harry Potter, hasta que ella me lanzó el primer libro a la cabeza y me dijo: ¡TOMA, LÉELO Y DEJA DE PENSAR QUE ME GUSTA PORQUE ES UN NIÑO!"
Efectivamente, era un niño. Al menos en el tomo uno.

2) Conclusión número dos: como no me llevo bien con mis emociones, trato de huir de ellas, lo que lo complica todo mucho.

Podía vomitar el contenido de libros de texto sólo con leerlos una vez, pero jamás nadie me enseñó ciertas cosas sobre emociones y creo que metí la pata hasta el fondo con algunos conceptos.
¿Os acordáis de mi profe de matemáticas? ¿El que llamó a mis padres?
Yo no sabía una fórmula, tuve miedo, le dije a mi cerebro: "Resuélvelo" y partiendo de lo general y llegando al o particular, extraje la fórmula y el resultado, llenando cuatro folios para resolver un problema de cinco líneas, lo que hizo que el profe llamara a mis padres porque le preocupaba mi forma de pensar.
Pues...
Con algunos aspectos que el ser humano da por sentado y con los que convive fácilmente yo tengo problemas. 
Así hay cosas que no entiendo y cosas que sé a nivel intelectual, pero ... luego las veo y como se mezclan las emociones os prometo que no entiendo ni jota.

Que alguien me explique cómo me sé una extensión telefónica vista hace trece días en un trozo de papel y si me pongo nerviosa soy incapaz de entender un proceso nuevo. O de saber si he cerrado o no un grifo. Soy capaz de bloquearme en un 2+2, si quién me está hablando me pone nerviosa. Y no miento, me olvido de la respuesta. 

En cuanto me desborda la emoción, actúo de manera ilógica. Y podéis creerme que quitando la alegría, la felicidad y la autoexigencia, no tolero casi nada. De hecho, fijaros que curioso, cuando llegaba a casa del trabajo algunos días, necesitaba ver una pelí de terror. "Quiero que alguien grite y corra y salte". Una amiga me dijo: "Será que mal de muchos...". No. No es eso. Necesitaba que alguien gritara por mí. Y si puede ser una chica que luego acabe con todos, mejor.

Así empezaron a gustarme las películas de miedo. Si bien tiendo a cerrar los ojos y no ver nada desagradable.

Lo que me recuerda el episodio del Parque de Atracciones. Me encanta la altura, me gusta mucho. Pero no soporto nada que de vueltas, eso me da miedo (las sillas esas gigantes sí las soporto, pero porque vas flotando sin ataduras). Una vez subí con una amiga en la Lanzadera. Ella es soprano, canta en un coro.

Al llegar arriba, lo peor es cuando suena "clic" y no caes. Esos tres segundos, desde que engancha hasta que caes, yo lo paso muy mal. Pero lo gestiono cerrando los ojos o quedándome absolutamente callada. Luego abro los ojos y miro al horizonte.

Me encanta ver las cosas desde lo alto.

Después caes, pero saber que estoy cayendo 80 metros y que no me va a pasar nada, con esa sensación de ingravidez, para mí es un regalo. En todo momento sientes que estás atada en la espalda, así que es como un espacio en el que sentir, con seguridad.

Bien pues, mi amiga se puso a gritar. 

-¡JAJAJA! -me entró la risa.

Era liberador. Oírla. Ojalá yo pudiera gritar así, pensé.

Y venga a chillar, y luego se reía y al llegar abajo le dije: "madre mía, mira que he montado veces pero esta ha sido la mejor de todas. ¡Zen, ¿cómo puedes gritar así?!"

-¡Pues porque me asusto!

Y ya está.
No pasa nada. Me asusto-grito y tan feliz.

Yo es que pienso que tengo una voz horrible, así que ni se me ocurriría gritar. Y tampoco grito porque si grito vete tú a saber cuándo paro... no es plan.

No poder expresar algunas emociones es un coñazo. O no saber qué hacer con ellas.
Nadie te enseña. Nadie te dice si están bien o están mal. Y sospecho que ninguna "está mal" de por sí. Creo que el tema es cómo te relacionas con lo que estas sintiendo.

Hace falta un maestro... o varios. Y ganas de ir aprendiendo. Que eso supongo que tenemos todos.

Y hasta aquí me pequeña charla de hoy.
Voy a ver si organizo cosas, hago planes, recojo la casa.
Y le doy a mi cerebro libros o algo que devorar.

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