Sueños que son historias: El Taller Literario.

Aviso: es pesadilla (lo que yo considero pesadilla).

Estaba en el taller literario, y al terminar, me ponía a ordenarlo todo. Me causa bastante ansiedad dejar los sitios. Es algo terrible, una preocupación. Pero mientras revisaba que todo estuviera bien, me dije: "¡Eh, el taller es de Adrian, no te preocupes tanto!". Adrian es su creador. Casualidades de la vida, (real) resultó ser compañero mío de trabajo pero poco tiempo y no coincidimos. Tiene gracia, por aquello de los roles. 

Al salir del piso que era enorme, había un ascensor de cristal. Eso tendría que haber sido una pista. Los sueños con ascensores no son buenos. Pero en fin, era de cristal y era bonito, y yo no sabía que estaba soñando.

Bajamos de cháchara, como en la vida real:

- Tenemos que hacer eso del taller pero pagando, Adri -le dije-, porque con fotocopias y temario..
- Sí, sí... ese sería pagando.
- ¿En serio? ¿Te parece bien?
El taller es gratis. Este debate ha surgido en más de una ocasión.
- Lo piden mucho.
-¡Ya! 
Mientras yo pensaba en esa idea y en los beneficios je je je... 5 € por persona, etc. etc... Llegamos a la calle.
- ¿Sabes que XXX y XXX están saliendo? -me dijo Adrián.
Me detuve.
-¿Ah, sí?
- Sí. 
La gente del taller nos seguía. Esto pasa también en la vida real, siempre tomamos algo tras su final.
- Me alegro -respondí.
- Sí, se conocieron aquí...
- ¿Sabes por qué pasan esas cosas? -Nos paramos en una mesita de madera que era un tablero sobre un barril-, porque has creado un entorno bueno... Esa es nuestra labor, la de los organizadores. Creamos un entorno agradable y la gente llega y ... ¡pasan cosas! Si no fuera agradable, no se quedarían. Me alegro mucho.
- Sí.
Justo entonces, la pareja (no sé si eran de los que hablábamos u otros) nos interrumpen:
- ¡Adri, me dejé algo en el taller! ¿Puedo volver?
-¡Claro! Toma.

Adri le da las llaves.

Yo había pedido un vaso de agua o un refresco. Adri se gira y me dice:

- XXX (mi nombre real), ¿te importaría ir con ellos?

Le miro:

- ¿Por qué?
-Es que el otro día se llevaron cosas del taller. Anda... échales un ojo.
- Vale.

Recordáis como empieza el sueño, ¿verdad? Me largué corriendo porque me estaba quedando "enganchada" a revisar que todo en el edificio quedara bien. Jo, y ahora me tocaba volver. 

Volví con aquellos dos. Me llevaban ventaja. Entramos en el edificio y aquí empezó el problema. Había demasiadas cosas. Era... como unos grandes almacenes: gente, jaleo, tiendas, pisos distribuidos en torno a un patio, como una corrala, y dicho patio lleno de montañas de cosas. Fuimos hasta un ascensor que sólo conducía a la planta donde estaba el de cristal. Eso me agobió. Empecé a respirar más agitada. ¡Un poco de orden! 

Al encontrar por fin el segundo ascensor, una mujer joven con una mochila iba delante de nosotros. 

-¡Es por allí! -dije.

La mujer, tomó el ascensor pero uno de los del taller (uno de los que yo tenía que vigilar) se adelanta corriendo y, para que no se vaya pues nos ha costado mucho encontrar ese ascensor, agarra su mochila y se la quita.

Que espanto.

- ¡¿Pero qué haces?! -le regaño-, ¡no es tu mochila! ¿Qué estás haciendo?

El alumno (el asistente del taller, si preferís) me contesta:

- Es para que no se vaya. 

Madre mía. Agarro la mochila y me acerco a la chica joven, mientras subimos todos en el ascensor. Se la doy con un "perdona" y me fijo en que ella no parece enfadada. Sonríe. Estaba arreglando su mochila cuando ese compi del taller se la quitó. Todo, por no perder el ascensor.

Subimos todos juntos y al llegar a la planta en cuestión, otro de los asistentes del taller (supongo que acompañaba a una pareja) se acerca y me dice:

- ¿Sabes quién es?
- No
- Es XX -dijo el nombre de una personalidad, una señora famosa.

Yo miré a la chica, antes joven, ahora muy mayor (¡debí haberme despertado con eso!) y me pareció una señora buscando un poco de paz. De hecho, se paró a hablar con una vecina y juntas entraron en su piso. Era un edificio de los que llaman "principales" de techo muy alto con la pared llenísima de cuadros. Abrió, entró, y cerró la puerta. Pude cotillear un poco el interior. Sí, vale, era famosa, pero me pareció una vecina más. Un ser humano más. ¡Y no se puede ir por ahí quitando mochilas!

Volviendo a mi misión de acompañar a esos dos del taller, vi que abrían la puerta y entonces ya no hubo manera de ordenar el caos. Apareció mucha más gente, y empezaron a llevarse cosas. 

- Eh, no toques eso... -dije-, ¡oye tú... eso no es tuyo!

Vi dos niños (más jóvenes) saliendo de un cuarto con unas pelotas de esas de Disney y unos libros. Por otro lado, los dos adultos que acompañaba desaparecen en el interior de los cuartos y están robando todo lo que pueden.

Me enfadé.

Salí fuera, dejé mi abrigo en un perchero (con el móvil en el bolsillo). Volví. Traté de poner orden. No había manera.

- ¡Se acabó! ¡Voy a llamar a Adrian!

Salí a por el movil.
El Teléfono y el Abrigo no estaban.

Horror.

¿Dónde? ¿pero...?
"Vale, deben de estar bajando una planta" -pienso.

Voy a ahorraros los siguientes diez minutos de imposibilidad de contacto en un lugar de locos, lleno de gente, cosas y más gente, porque aquello era un caos. Bajo una planta más y mientras estoy buscando el dichoso móvil y el dichoso perchero, veo pasar por mi lado corriendo un cachorro de león. Igual que el de la película de El Rey León.

- ¿Pero qué...?

Le sigo, pues va corriendo hacia el piso donde se hace el taller.

Me tropiezo con unos personajes que tienen unas mesas puestas fuera de lo que parece ser su casa.

- ¡Estoy harta! -grito-, ¡harta! 
- ¿Qué te ocurre? -me pregunta uno de ellos.
- ¡Tengo que llegar allí! ¡Porque se están llevando todas las cosas! ¡No se pueden llevar las cosas que no son de ellos! Dejadme pasar... No encuentro el dichoso ascensor de cristal. ¡Alguien se ha llevado mi móvil!
- ¿Las cosas de quién?
- ¡¡Las del taller!!
- Ah -me contestan-, te refieres a las cosas de ese señor tan noble que se está muriendo. Sí, todo lo que hay en el taller es de él. 

Estaba muy preocupada.

Me dejaron paso y seguí corriendo. Volví a ver al león. Era Simba, el de la película. Y corría también. Traté de seguirle.

Las cosas del taller no son nuestras porque nosotros nos reunimos en edificios emblemáticos o en lugares adecuados para ello. Así que el escenario del taller forma parte del taller, pero no es de nadie.

No sé porqué, en este sueño, el taller era en un piso y el piso estaba lleno de cosas asombrosas "que pertenecían a un señor muy noble".

"Tengo que darme prisa" pensé.

Pero no podía avanzar. Y al final tropecé y caí y ya sí perdí los nervios. 

- ¿Qué te ocurre?
- ¡Que se lo están llevando todo! -grité. 
- ¿Te refieres a las cosas de ese señor tan noble?
-¡Sí! ¡Y no encuentro mi móvil! ¡No puedo avisar a Adrian! ¿Por qué puñetas la gente toma cosas que no son suyas?
Esa voz, que por cierto es muy especial, me interrogó así:
- ¿Y qué pasará con esas cosas cuando ese señor muera?

Abrí la boca para contestar pero no dije nada.
"Ay va"

- ¿Crees que a ese señor, que está a punto de dar el paso, le importa lo que ocurra con sus cosas de la Tierra?

Vaya.
Recordé a los niños llevándose los libros, la pelota, etc... a la pareja de novios, tomando todo lo que les gustaba o creían que iban a necesitar... recordé a la anciana mayor (que era joven al subir al ascensor) entrando en casa con la compañía de una amiga... buscando un poco de paz. Y de nuevo volví a donde estaba. "¿Qué pasará con sus cosas cuando ese señor ya no esté?"

Nada.

"No pasará nada. Se quedarán atrás. Todo eso que tanto me preocupa se quedará atrás".

Y entonces, dije:

- Todo esto es absurdo e innecesario.

Y me desperté.

¡Jobar, menuda pesadilla! 

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