El trabajo.


Al salir de la universidad empecé a trabajar casi de inmediato para una pequeña agencia (publicitaria).


Yo tenía 23 años (entonces las carreras duraban 5) y recuerdo que el primer día que pisé la agencia creí que iba a cambiar el mundo.

Recuerdo también que un compañero me dijo: "has tenido mala suerte" y yo le miré pensando: "¿y este loco cenizo de dónde ha salido?". Ahora me río y le entiendo, pero hay que reconocer que no estábamos en el mismo mundo. En ese instante. 

Tuve un punto de inflexión con la Publicidad unos años después. Nosotros teníamos una cuenta (=cliente) de alcohol muy importante. Hubo un día en el que dos ejecutivos vinieron de Francia, un hombre y una mujer, en primera clase. La marca pagaba el hotel, el avión, la comida, todo, para que acudieran a una reunión. El motivo de la reunión era: cómo vender alcohol a un joven de 14 años.

El jefe del brand manager (que no el brand manager) en esa marca era siempre muy amable conmigo. Decía sava? todo el tiempo. Los demás, sinceramente, no me caían demasiado bien ninguno. Pero bueno, se movían en la neutralidad. Tampoco me paraba a pensar cómo me caían. Yo procuraba hacer mi trabajo y punto. 

Pensaba que tenía que aprender mucho de todos ellos, pero al salir de la reunión con los franceses y mirarlos pensé que todo ese tiempo de sus vidas, todo ese dinero, todos esos recursos... destinados a pensar una forma de acercar la marca a jóvenes era.... absurdo.

Tras cinco años de idas y venidas en la publicidad (siempre cerca de esa misma agencia) cambié de sector. Algunas de mis amigas -de las que desayunan con periodistas y me invitaban a fiestas de tarjeta- se llevaron las manos a la cabeza. Es como si a mí lo que me tuviera que parecer fascinante es llevar una tarjeta donde pone: Ejecutiva de Cuentas. Sí, el nombre era bonito. Pero...  ¿no se cansan de tener que defender todo el tiempo ser los más guays? No me gustaban esas fiestas. Confundía el nombre de las actrices.... no sabía quién venía de prensa y quién del mundo del corazón. Y no me importaba. A mi cerebro le daba igual si salías en la portada de la revista, no te voy a admirar por eso, decía. Que fueras guapo y rico, tampoco me llamaba la atención. La verdad, soy una tía muy rara.

Pasé en paro 3 meses, algo inaudito, en plena crisis. Para cada oferta de publicidad había apuntadas 400 personas. Y un buen día... hice una pausa para salir a pasear. Yo echaba ofertas de forma metódica, hacía un parón, paseaba, volvía y volvía a echar. Recuerdo ese día porque, mientras me ponía las zapatillas, encendí la tele y salió un anuncio. Era un programa de trabajo. Decía, la feliz locutora: "¡Los siguientes 20 que nos manden el CV tendrán una entrevista para una empresa de XX!".

Recuerdo tener el dedo metido en la parte trasera de la zapatilla, con la cabeza levantada, viendo el anuncio. Me terminé de ajustar el calzado y me até los cordones. Y un algo interior me dijo algo a lo que yo contesté (mentalmente):

"Es que ya he apagado el ordenador...".

El anuncio se repitió. La presentadora era muy insistente.

Me levanté, me acerqué de nuevo a mi mesa, lo encendí, mandé el curriculum.

"hala, ya está". Qué tontería.

Salí a caminar y me llamaron.

RIING RING!

"Cielos".

Fijaos con qué tontería te puede cambiar la vida.

Fui a la entrevista. Era una empresa temporal y era tipo test. Parecía que me estuvieran haciendo un examen psicológico. En fin, cosas más raras se han visto. Al salir, un señor muy trajetado bajó conmigo en el ascensor. Pertenecía a otra empresa, una, de publicidad.

Me pregunto si podía entrevistarme él también. Accedí. Y tuve una entrevista de publicidad normal y corriente. Me dijo que sería directora de la parte de comunicación, con dos o tres personas a mi cargo. Que viajaría a América del Sur, que la sede del cliente estaba en no se dónde.... pero a la vez hablaba de un proyecto nuevo y que no sabían qué resultado iba a dar.

Me vendían tarjetas y glamour.

-¿Te interesa?

Yo sé que si mi familia supiera que rechacé eso, porque algo en mi interior me decía que me dirigiera sin miedo a esa empresa de sector diferente, donde no iba a ser más que una trabajadora de atención al público.... bueno, no lo entenderían. O quizá sí, pues mi familia me conoce.

-No, lo siento.

Me agradecieron el tiempo, de todas maneras.

Yo no quería tarjetas, no quería glamour. Quería algo de verdad.
Y empecé a trabajar en esa empresa. La entrevista con el primer mando, jajja! fue divertida. No por lo que yo dije o porque nos riéramos, sino porque lo vi años después y pensé "oh, Dios mío, sé lo que este jefe estaba pensando". El jefe me miraba como diciendo: "no entiendo qué hace esta aquí". Licenciada, publicista, cinco años en agencia, trabajando con actores, cine, marcas internacionales... de repente decide que quiere atender al público. No va a durar ni cinco meses.

También mi madre pensó eso: no va a durar ni cinco meses.

Mi primer Supervisor, justo cambiaba a un puesto en Recursos Humanos. Me puso una mano en el hombro cuando a mí todavía me aterrorizaba todo y me dijo:

- Tú vas a llegar donde quieras aquí. Donde tú quieras.

Pensé que estaba loco.

Mi siguiente jefe, fue el Muso.

Qué cosas, ¿eh?

Pasaron 5 años hasta que llegué a mi límite. No era una cuestión de dinero, sino de control. Había una parte de mi trabajo que no podía controlar y eso es una barrera que... psicológicamente, me desgasta. Además, había perdido a ese "muso" y podéis creedme si os digo que eso casi no lo supero tampoco.
Ahora creo que debo tener cuidado con a qué cosas me engancho (¡no sigo ni series, para que os hagáis una idea, de lo poco que me gusta esa sensación de ansiedad).

Paralelamente a esto, había empezado a dar formación.

De alguna forma inexplicable, al dar clase todos mis temores desaparecían. Todos. Y esto es raro porque, lo que me da miedo a "nivel de calle", si me pones en un atril de profesor, se me pasa. Tú me dices: "ay, qué vestido tan feo" y yo me hundo. Una alumna me dice: "uy, qué vestido tan feo" y le contesto: "¿bromeas? ¡este es el más bonito!" y sigo dando la clase porque no me afecta. Eso hace que la gente se sorprenda cuando me paso el día escondiéndome pero si me das un escenario me subo corriendo a dar un discurso.

La clave es el mensaje.

Cuando estoy arriba, me olvido de mi misma, solo trato de que ellos entiendan el mensaje. Y en cuanto te olvidas de ti misma, creedme, todo funciona mucho mejor.

Varias personas que me vieron tanto en el aula, de alumna, como posteriormente dando charlas en institutos y demás, me dijeron lo mismo: "Tu vocación es profesora, por si no lo sabes". Y yo me reía.

Volviendo al curro, mi puesto actual me sabía a poco. Mientras que colaborar en formación era como... algo maravilloso.

No supe qué hacer hasta que el Muso (no puedo llamarle de otra forma, el anonimato es importante), me dijo: Serías una estupenda XXX (mi puesto actual).

Veréis, lo terrible de esta persona es que yo le creo cuando habla. ¡JA JA JA! Le creo lo malo y le creo lo bueno. Cómo el dijo eso, me presenté a un puesto al que se presentaron unas 100 personas. 

Y lo conseguí.

Llevo en ese puesto 4 años. Y estoy empezando a aprender ahora. No porque estos cuatro años no haya aprendido, no, no se trata de la parte técnica. Se trata de cómo tomarse las cosas. Que la tarea va a salir y yo voy a rellenar mis "cuadrados" con los números, las gestiones, etc. eso es algo que ya todos sabemos. Que la formación se me da bien -y al contrario que mis compañeros que se estresan para mí es un relax absoluto-, también lo sabemos. Donde yo tengo más problema es en regular la cantidad de trabajo (saber cuando parar) y en ser más distendida. Me lo tomo todo muy a pecho. Y no hace falta.

Eso estoy aprendiendo ahora.
Por cierto, en abril hago 10 años en la empresa. 
Si llego, que ojalá, nunca se sabe... ¿qué les puedo llevar de regalo? Hay que pensar que no estoy haciendo un regalo a algo que exista, porque a una empresa no se le puede regalar nada, sería más bien algo que haga que ese día haya algo bonito pero que no llame mucho la atención. No sé, unos pasteles o algo...



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