Domingo.


Utilizo el tono de La Soledad de los Números Primos para acabar la novela del muso. Yo me entiendo. Las cosas me inspiran otras cosas. Así que aunque no lo parezca, la novela de Paolo Giordano y el capítulo final de mi libro, tienen mucho que ver.

Mientras me dirijo al gimnasio pienso en que quizá sí debería cambiar la dedicatoria del libro, está dedicada a esta persona "por no tirar la toalla". Queda hasta ridículo. "No puedes dedicarle el libro a alguien a quién caes mal, y que te lo ha demostrado a menudo". 

Nado 400 metros. Puede que más.

Y luego voy a la parte del spa. La sauna, luego la ducha escocesa que sale congelada, y luego a la parte de los chorros, como digo yo. 
La primera piscina, no funciona. O no me reconoce el mecanismo cuando pulso el botón. Un joven viene a ayudarme. Le da al botón y el chorro arranca. 

Me gusta el que cae como una cascada suave, no el que es un chorro fuerte. Porque este último me hace daño. Sin embargo, tras varios intentos, la cascada arranca.

"Ojalá esta cascada se llevara tooooodas mis malas experiencias y me dejara líiiiiimpia sin una sola gota de tristeza" pienso....

Tras esta piscina paso a otra con más chorros y ahí me quedo un buen rato en silencio, sola y pensando.

Al poco de pensar, me doy cuenta de que si alcanzo la barandilla con el dedo gordo del pie derecho, floto. 

Así que me quedo flotando un buen rato. Y viendo las burbujitas subir a la superficie me digo, "¿cómo voy a seguir a alguien si son todos seres humanos?". No lo pensé así, pensé más bien en las grandes figuras del budismo de hoy, pensé en el Dalai Lama, a lo que vino la pregunta (sin palabras) de él .... también es humano. A lo que me respondí algo, a lo que siguió la pregunta de ¿entonces a quién sigo?
Y entonces me di cuenta de que lo que yo buscaba era ... un ideal que trasciende lo meramente humano. Es como si ... te dices a ti misma: quiero ser tan amable y altruista como... Y cuidado ahí, porque si pones una persona y vas y la conoces y te acercas lo suficiente seguro que te decepciona.

"¿Dónde está entonces lo que yo busco?".

En todos lados. En cada persona. Lo que yo busco -pensé flotando- es ese algo interior perfecto. Es un modo de alcanzar algo que ya está en cada uno. Solo que no sé llegar. O sé llegar, pero necesito potenciarlo y para eso necesito a alguien que sepa más. 

Las burbujitas blancas ascendían desde el fondo de la piscina, era todo un espectáculo.

Volví a cambiar de espacio y llegué a un lugar de agua muy cálida, en el que todavía estuve pensando otros cuarenta minutos más. Sólo había un señor, con los ojos cerrados. Luego volví a la zona de las duchas.

Y aquí viene lo anecdótico. Me dije a mi misma (tras volver a pulsar el botón de la ducha escocesa) que si tenía yo tiempo de encontrar a ese "maestro" maravilloso que pudiera guiarme, que entonces el chorro no se apagaría antes de que yo lo cruzara 3 veces. Me lo dije, en realidad, porque la ducha estaba helada y costaba meterse dentro. Pasé por entre la corriente (que viene de todos lados) una vez. Luego otra. Las gotas eran como cuchillos.

"Se va a apagar antes de que cruce una tercera vez" pensé. Ya conocía la cadencia de la ducha, y no le quedaban más que unos segundos. Pero era como un juego. Atravesé el agua por tercera vez. Helada.

Me sonreí.
Y entré a la sauna.

He aquí que entró un señor detrás y dijo: "Oye, la ducha escocesa se ha vuelto loca, no se apaga".

Me puse roja, no, lo siguiente.

"¿Cómo que no se apaga?" pensé. Pero no hablé.

El señor fue a llamar al socorrista, que a su vez fue a llamar a mantenimiento.

Salí de la sauna y contemplé que la dichosa ducha estaba echando agua a toda potencia. 
"jajaja! ¡ya está bien!"
Nada, no había manera.
Me acerqué. Pulsé un botón, pulsé otro. Al final... se apagó.
Sólo había durado... no sé, ¿doce veces más que lo normal?

En fin, no me dije nada a mi misma, pero seguí esa intuición interior y volví (una vez más) a la zona de agua más caliente. Tampoco quiso funcionar el mecanismo al entrar pero me dio igual. Moví las piernas. Todo el agua era roja.

"Curioso" pensé "al no funcionar lo de las burbujas, la luz es más potente".

Viendo aquella agua roja y brillante, y notando tan claramente cierta... vamos a llamar presencia interior, me dije: "¿Por qué no me enseñas tú?". Es decir, si tengo una "parte interior" que sabe cosas. ¿No puede enseñarme ella y ya está?

Pero no obtuve respuesta. Sólo silencio.

Silencio en medio de un agua misteriosamente roja... la verdad es que ya fuera la luz, la visión... no sé, era como estar flotando en un líquido que no fuera agua. En realidad era como algo negro ante una luz roja muy potente. Pero se estaba bien. 

Era curioso.

Salí del spa/gimnasio y decidí volver andando. Saludé a un amigo, y aún tuve tiempo de nadar otros cinco o seis largos con él. Yo tardé quince minutos, él apenas tres.

Caminé, llegué casa, comí muchísimo.

Comí demasiado, de hecho. Bebí mucha agua. Me levanté, puse una lavadora y pensé en escribir, pero tenía el estómago tan pesado que me volví a echar sobre la colcha. Abrí Internet, abrí Youtube, y allí estaba. Un vídeo de la Venerable Maestra de esa página en cuestión, diciendo: "Venga, vamos a cambiar la perspectiva de nuestras relaciones personales".

Como nadie va a enterarse (¡cielos! ¡aguardadme el secreto, lectores de todo el mundo) le di al play y os prometo que si lo llega a hacer a posta el destino, no acierta más. El vídeo comenzaba hablando de la importancia de los cuentos. Los cuentos que nos contamos a nosotros mismos. ¿Por qué lo hacemos? Fácil, pensé yo, que tengo un blog con la palabra "cuentos" en su nombre: para ordenar el mundo. Para saber quién soy.

- ¿No será que no sabemos quiénes somos?-dijo la Maestra.

Vaya, sorpresa.

Siguió hablando.

Y se puso a preguntar y a contar anécdotas. Preguntaba qué ocurría cuando alguien nos trataba rudamente.
- ¡Eso! -pensé yo-, ¡Eso, sin nada de amabilidad! No valorándonos...
- No respetándonos -dijo la maestra de la página.

Jo, cómo sabe esta mujer. Agradecí intensamente que tuviera a bien publicar estas cosas en Youtube de modo gratuito. 

¿Y qué pasa cuando nos enamoramos? Y empezó a hablar de tomar una parte por el todo de una persona. También hizo una pequeña distinción entre amor y pasión pero en eso no se adentró mucho. Y volvió al tema de los cuentos.

"No le deis tanta importancia a la visión o interpretación que tienen otros de vosotros. No sois objetos en su campo de visión".

Me imaginé a cada ser humano como un florero. Es verdad, te empeñas en ser un bonito florero en el campo visual del otro. ¿Y acaso te conoce? 

¿Acaso me conozco yo?

Dejé la conferencia cuando, tras decir que el problema es la fuente de nuestra interpretación, dijo que lo de fuera y lo de dentro no estaba separado y yo...ahí me pierdo.

Sé que nuestra visión de algo está sujeto a nuestra coordenada cósmica. Dicho en sencillo: yo veo un 6, tú ves un 9. Ambas realidades son ciertas. Eso lo sé. Hasta ahí, llego. Y lo de "no malgastes energía en..." también. Que la fuente de mi sufrimiento fuera cómo interpretar la realidad y no la realidad misma, eso también me vino genial porque... es como ser científico y empeñarte en que una oveja sea un caballo. Si a mí una persona me dice: "no te puedo enseñar, porque no estoy preparado" y yo me empeño en ver todo el esplendor de Buda en dicha persona... si luego se cae del pedestal, ¿acaso no había avisado? Y si esto te pasa muchas veces en tu vida, ¿el problema es de la realidad o de quien crea pedestales?

Oyendo hablar a esta mujer tan maravillosa (la maestra) me sentí mejor. Y le vi a todo más sentido. Pero... lo de que "fuera" y "dentro" están unidos.... 
No sé, ¿alguien ha visto Matrix? jajaja! Yo esas cosas ya no las entiendo....

^_^ ssssh!
Es un secreto.

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