Cuentos del niño mensajero: La justicia



Nelly volvió a la casa consitorial sin pasar por el gimnasio. Con la mente enturbiada por la tristeza, optó conovocar un "consejo de sabios", es decir, llamó a Memphis (la científica de la Ciudad Imaginada) y al mensajero (muchacho muy joven pero de edad indeterminada).

Mientras aguardaba a que llegaran, se hizo un zumo de limón y encendió el ordenador. No había nadie conectado a aquellas horas. El silencio, el zumo y la tranquilidad la apaciguaron. Por fin...

- ¡Hola Nelly!

- Hola, Memphis

Al poco rato llegó el cartero.

- ¡Quiero exponeros a los dos mis cuitas! -comenzó la Alcaldesa-, veamos, ¿os parece normal que el "Muso" de repente ya no me enseñe, ni le importe nada? Es decir, ¿pero qué mundo es este? A la gente le importas... y luego no. ¿Os dais cuenta? Así de simple -chasqueó los dedos-, ¡no es justo!

Aparte de rascarse la barbilla, la científica no contestó. Por contra, el cartero sí lo hizo:

- Si no le importaras, no te habría dicho esa frase el otro día...

Como siempre que se ponía a la defensiva, Nelly se cruzó de brazos.

- Mira, no quiero llevarte la contraria pero... la ciencia dice que la explicación más sencilla es probablemente la acertada. Y lo más sencillo aquí es que no le importo. No que parezca que no le importo... ¿Has oído hablar de la navaja de Ockham? ¡Pues esto es lo mismo! Si parece que no te hace caso por una complicada teoría en la que en realidad sí te lo hace, y otra teoría dice: "parece que no le importas, porque no le importas", lo más probable es que sea lo segundo. ¡NO ES JUSTO!

- Sí, eso le decías a tu profesora de lengua de pequeña.

Nelly se echó a reír. Es cierto, durante la educación primaria tuvo una profesora que le dio las llaves de la biblioteca. En su clase no hacía más que reír, escribir redacciones, y proclamar cada muy poco tiempo: "¡PERO... ESO NO ES JUSTO!".

La vida no era justa, el mundo no era justo, los deberes no eran justos, los castigos tampoco eran justos... Lo único justo era reírse sin parar.

Al darse cuenta de que el mensajero de la ciudad no la apoyaba, giró el cuerpo hacia Memphis.

- Tú me entiendes, ¿verdad?

Seguro que Memphis sí se daba cuenta de lo profundamente cruel y desequilibrado de la situación. "Ahora confías... pues ahora me voy".

- ¿Qué tipo de maestro budista abandona a un alumno? -exclamó, molesta la Alcaldesa-, no hay ningún alumno que haya sido abandonado así por un maestro...

- Tampoco ha habido ningún alumno como tú.

De nuevo, le dio la risa.

El cartero sabía que Nelly lo decía porque Nelly miraba su vida "como una historia". Y cuando la historia se torcía, se ponía muy nerviosa. Así que, si repasando las vidas de los alumnos budistas, desde Milarepa hasta nuestros tiempos, en ningún relato ponía: "... y parecía que el Maestro la enseñaba pero en realidad le importaba un pepino y la expulsó del templo..." que era más o menos lo que Nelly estaba viviendo ahora, como no tenía qué seguir, ni a qué compararse, se estresaba mucho.

- No le importo, y ya está -dijo, enfurruñada- Y la enseñanza es que el mundo es injusto. Y lo he aprendido con un maestro budista. Cuando me pregunten, ¿y qué aprendiste de esta vida? tendré que contestar: ah, pues que resulta que el mundo no es justo. ¿Y quién me lo ha enseñado? ¡Pues alguien que debería de haberme enseñado lo contrario!

Una ráfaga de viento le alborotó el cabello. Lo más extraño es que las ventanas estaban cerradas.

- ¿Te gustaría más que el mundo estuviera equilibrado y todas las cosas fueran cómo tú quieres que sean?  ¿No te regalaron ayer algo para meditar...?

Una habitante de la Ciudad (no lectora) le regaló dos barritas de incienso que había traído especificamente de una tienda para ella. Tanto apreciaba aquel incienso, que no le regaló la caja entera, sino que le dio a Nelly dos, en el envase, con el nombre y el logo del producto. Nelly a preció muchísimo el regalo. Se vio a si misma, haciendo regalos absurdos y nada apreciados por el Muso...

- y si el mundo no es justo desde pequeña.... -prosiguió el cartero.

Se quedó callado y la miró intensamente. Había una constante. El mundo no es justo desde que estoy en él, luego algo lo re-equilibra, y luego sigue siendo justo un rato hasta que algo hace que deje de serlo.

De repente tuvo un atisbo de sabiduría, que se le escapó entre los dedos. Pero le hizo sonreír.

- ¿Me estás diciendo que hay una enseñanza en esto?

- Tú verás.

El silencio que envolvió a los tres no le resultaba incómodo. Al contrario.

La Alcaldesa suspiró. "¡¡Sigue sin ser justo!!"

Tomó el incienso. Disolvió la reunión y se puso a meditar un rato.


FIN.

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