¡Qué día tan bonito!

Me encanta la primavera, sobre todo por su tormentas. Es que me quedo idiotizada mirando el cielo con todas esas nubes. Me parece algo maravilloso. Es la única época del año en la que puedes ver un cielo azul, muy limpio, con densas nubes borrascosas que van como cruzándolo hasta que forman extrañas montañas de algodón que chocan y lanzan rayos, granizo y cortinas de agua. Luego pasa todo en cuatro minutos y te quedas bajo el cielo de Madrid, muriéndote de risa porque no se te ocurrió llevar un paraguas. A todos nos pilla alguna. Son de esas cosas que te hacen reír. Un año u otro, te pilla alguna.

En este caso no me pilló porque iba prevenida.

Llevé a Puca al veterinario, antes de eso, trabajé mucho. Antes de eso, los alumnos se morían de risa en clase. Soy fan de uno de ellos. Me dijo: "¿Sabes lo que yo quiero, Nelly? Yo quiero una sala con mi foto"

JAJAJAJA!

Estábamos en la Nikola Tesla. Todas las salas tienen nombres. Einstein, Tesla... a mí me encanta. Y pensé que para las clases, Tesla era fenomenal. No siempre la tenemos disponible. Así que cuando dijo eso, nos echamos todos a reír, porque Tesla nos miraba desde la pared.

Es muy extraño que me haya tocado un grupo de intelectuales. Casualidad.

Antes de eso, me desperté y estaba soñando con algo un poco extraño, que tenía que ver con el aprendizaje. Pero no sé muy bien cómo pasarlo a palabras. En el sueño había una mujer y la historia era algo así como para que haya enseñanza se tienen que juntar dos partes, una persona que busque enseñar ... y otra dispuesta a aprender. Pero sobre todo hablaba de eso, de dos partes. No una parte y ya está sino .... como si otra parte no dependiera de mí. Fue un sueño curioso. Siempre he pensado que todo depende de mí. Debería depender de mí... pero ese sueño no decía eso.

Antes de eso, eran las dos de la madrugada y yo enfadada me decía a mi misma: "¿En serio? ¿A las dos me voy a desvelar hoy?".

Antes de eso, era de noche y buscaba unos libros para una presentación que tengo el lunes 8 en un instituto.

Justo después de eso (de buscar los libros) topé por casualidad con los que había escondido en el mismo cajón del armario que los que intentaba localizar. Ya me había olvidado de ellos. Eran de budismo. Al parecer los arrojé allí en una de mis habituales pataletas.

Cuentos tibetanos.

Hum. Cuentos. Que curioso. Dejé los demás a un lado y me quedé con ese. Lo abrí y venía una historia. Venía en cursiva. De no haber venido en cursiva no la habría leído. Pero Stephen King y yo tenemos el mismo uso de la cursiva. Y en este caso, no pude separarlo del cuento:

Érase una vez la historia de un monje que enseñaba en un templo. Los alumnos se reían mucho con él, enseñaba al aire libre, todo eran risas, algarabía y cuentos. Siempre hacía el payaso. Hasta que un día le vieron otros monjes y fueron a quejarse al Lama más importante del monasterio. Que aquello no podía ser, le dijeron. Así que el "Abad", llamó al monje y recriminó su manera de enseñar. Le dijo, además, que si podía cambiarla. Y el monje le contestó: "Sí, claro que puedo cambiarla. Pero pasará lo mismo".

¿¿Hum?? ("¿estará mal enseñar y que la gente se lo pase bien?")

Así que el monje se volvió muy disciplinado en sus clases. Todo era silencio, meditación, seguir las reglas. Poco después los que le habían visto enseñar con risas, volvieron a pasar por allí y se fueron a quejar de nuevo al Lama más importante del monasterio, indicando que el monje era demasiado severo y estricto. De nuevo el "Abad" le llamó. Y le dijo: "Tenías razón. Ha pasado lo mismo. Así que enseña como quieras".

Me quedé un poco estupefacta al terminar el cuento pero por el silencio que se formó en mi cabeza. Si el monje era divertido, había quejas. Si el monje era demasiado estricto, había quejas. Hiciera lo que hiciera el monje, siempre habría quejas.

Por tanto, el monje debía hacer lo que le diera la gana. Debía enseñar según le dictara su corazón. Debía ser él mismo.

Cerré el libro. 
"Casualidad" me dije.
Y me fui a dormir.

Posdata: la veterinaria ha visto a Puca y ¡jajaja! Ha dicho dos cosas: está bien, es mayor... y "¡¿Cielos, pero si esto no le duele'? ¡ay cuánto draaama, cuántoo dramaaa!"

Yo me reí. Acto seguido me dijo que estaba muy bien cuidada, y que tenía otra cobaya de paciente, muy muy muy muy muy gorda.

- ¿Gorda?

- Mucho -me dijo-, el problema que tiene es que cuando amanece se sube a la jaula y grita. No para de gritar hasta que sus dueños le dan lo que ella quiere. Por consiguiente, la cobaya está gorda. Y como tiene esos ataques de pánico... le siguen dando de comer para que no se ponga tan nerviosa, y cada vez está más gorda.

No sé porqué, internautas, pero ahí me acordé del Muso.
No dije nada, me fui para casa y le dije a mi mente: "Vamos deprisa que va a llover... en unos 14 minutos".

Y en 14 minutos exactamente, comenzó a granizar y empecé está entrada.
=) FIN

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