El puré volador...y otros cuentos.


Ayer decidí hacer un pure de verduras.

La primera parte de la operación me salió muy bien. Coloqué las verduras en la olla express, luego las metí en el vaso exprimidor y luego preparé a batidora. Ya lo había hecho otras veces. La única diferencia fue que me dio por meter el vaso exprimidor en el fregadero porque, pensé, que así mancharía menos.

Le di al "arranque-play" de la batidora tras asegurarme -pues tiene mucha potencia-, de que las revoluciones estaban en el número 2 (pasteles, montado de nata). Me dije a mi misma: "va despacio así que todo perfecto"

No sé por qué, de repente aquello se convirtió en una demostración del poder de la fuerza centrífuga y me acordé de Arquímedes. Primero se montón un remolino, luego se salió del vaso y luego todo empezó a dar vueltas pero, antes de eso, yo ya le había mandado la orden cerebral a mi mano de "para, que esto ha salido mal".

Lo que ocurrió a continuación fueron tres, quizá dos, segundos de silencio y estupor, en los que yo bajé la cabeza y vi el suelo lleno de puré de espinacas. Pero no me entró la risa hasta que comprobé cómo me había puesto el pantalón.

La encimera de piedra, las paredes blancas, los muebles, el fregadero, la nevera y los azulejos...todo manchado de verde.

Me dio un tremendísimo ataque de risa. Eran las 21:19 de la noche, yo -inclinada en mi cocina, agarrándome el estómago de tanto reír-, saqué una foto al despropósito y se la mandé a mis amigos (entre ellos, un profe de cocina), con la leyenda: "os iba a invitar a cenar pero como veis he preferido darle de comer a la lampara")

Si intento hacerlo a propósito, no me queda una foto tan patética de la cocina, toda salpicada de puré. Lo malo es que, por algún motivo incomprensible, mientras otros compañeros me mandaban arco iris al whasap, yo no podía parar de reír. Era una tarde de tormentas y nubes y rayos de sol y mi cocina estaba empañada en verde. Lo mejor de todo es que justo antes de ponerme a cocinar, me dije a mi misma:

"¿Ves qué bien, qué limpio y qué recogido todo?"

Luego se lo conté por teléfono a una amiga que me dijo que no entendía que me lo tomara a risa, que ella se habría enfadado. "Cómo me voy a enfadar por esto" contesté "Una se enfada por... cosas que hacen otros, pero no puedo enfadarme por ¡ajjajaja! ser una torpe yo!" Me lo puedo tomar con humor, me puedo reír de mi misma. No sé, fue buenísimo. Lloraba de risa mientras mi hermano mayor aseguraba que la foto de mi cocina era una prueba de la existencia de la auténtica cosa verde del fregadero (aludiendo a un diario que cuando yo era adolescente circulaba por Internet, de un joven que se independiza y su casa es un desastre. Acaba echándole la culpa de todo a la cosa verde del fregadero, que en toda la historia no queda muy claro que tipo de ser vivo es).

Hoy, mientras conducía, todavía me seguía riendo. 

Al salir de la formación, tenía que entregar el ordenador y justo descubrí que quien me enseñaba cosas estaba en el mostrador de seguridad, tras los tornos, en mi empresa. Podría haberme dado la vuelta y como siempre salir huyendo, o del susto subirme a una lámpara del techo (que no hay, así que eso no lo puedo hacer), pero en vez de eso, me encaminé con decisión hacia los tornos. No se puede estar huyendo siempre. Mientras los cruzaba ese... otro lado del cerebro se activo y escuché la voz de mi conciencia (no el pensamiento ordinario, sino esa otra voz tan valiosa):

"Al final eres tú quien se acerca".

Como diciendo: "¿te das cuenta? eres tú la que se acerca a él y no al revés". Sí, claro, ya. Si tengo que devolver un ordenador y él está donde yo tengo que entregarlo, sí..., claro que me acerco. 

Me dio la espalda.

Justo en ese momento, mientras yo decía "hola" o "buenas" o a saber qué, y tras posar el ordenador sobre el mostrador, de espaldas a él (bien marcado lo de estar de espaldas, supongo que no le caigo bien), justo entonces, se produjo un gran ruido. Resulta que al de seguridad se le cayó algo provocando un estruendo que a mí me hizo dar un brinco.

Eso una de "esas cosas que pasan". Cuadros que sea caen solos, golpes, y ahora eso. Me pareció significativo. El de seguridad dijo: "De ahí no pasa" y yo pensé: "Sé que hay algo por debajo de las cosas que veo pero no entiendo lo que significa esto". Así que pregunté a mi yo interior:

"¿Y eso? ¿Significa algo?"

Mi mente-sin-palabras contestó en sentido afirmativo. A lo que yo pregunté que qué era y no hubo respuesta. O sea: "¿es casualidad que me acerque a él y se produzca un estruendo? No. Es por algo. ¿Y ese algo significa....????" No hay respuesta.

Puede que el Muso tenga "algo invisible" que dialoga con mi "algo invisible!"

Ahora, a mí, si me preguntáis, igual que una vez me senté sin darme cuenta junto a una persona que me había hecho mucho daño, y se fue la luz, (justo al tomar asiento, no antes) y al darnos cuenta de que estábamos sentadas una junto a la otra (cuando la luz volvió) nos sentimos -yo al menos-super incómodas,.... Al igual que eso, en este caso... algo raro hay. Pero, ¿cómo interpretar un ruido así? La última vez que le escribí algo por messenger sonó tal trueno que la chica que había a mi lado se llevó un susto que para qué. Son casualidades. Pero pasan.

En todo caso, que te acerques a alguien con quien hay tensión y el que pasa por tu lado se tropieza y se cae con un ruido horrible...muy buen augurio no puede ser. Es decir, se le cayó algo al de seguridad y dimos todos un bote del susto. Un ruido fuerte no es algo bueno. Un buen augurio es que salga un arco iris... o... no sé.... una estrella fugaz. Algo así. No que se te caigan cosas. Supongo.

Allí, callada, en silencio, con mi mente (la otra mente, no la que yo conozco) también en modo opaco pues pasaron unos segundos.

"¿Qué? ¿Cómo te sientes? Es un buen momento para preguntarme cómo me siento. ¿Siento enfado?"

Jopetas, en serio, esa otra parte de mí es muy rara.

No, no había enfado. No había enfado para nada. 

"Bueno, pues sé amable" me dije. "¿No se trata de eso? Ya le has molestado bastante, ahora se trata de que seáis compañeros. Fíjate, ni te mira. Y es normal. ¿Por qué no me mirará? En todo caso, se trata de ser amable"

Al subir arriba pensé en ponerme en ausente (en el messenger) por si acaso, no quería que nadie se me acercara. Pero al cabo de un rato pensé: ¿con quién tienes el conflicto? Y me puse en "disponible". 

Acabó mi jornada laboral, monté en el coche.

Mientras conducía pensé: "yo creo que el problema no va a ser la amabilidad, sino que a lo mejor no sabe cómo tratarte, para que no te vuelvas a hacer daño. A lo mejor es eso. Porque, claro, en cuanto te haga dos bromas o me mire a los ojos me voy a poner de los nervios, de nuevo tendrá la luz verdadera de todos los conocimientos y se me irá y la pinza y volveremos a lo mismo".

Bienpensado, el asunto es complejo.
Luego pensé que igual... tendría que hacer alguna pequeña meditación para dar las gracias, pero la idea se me pasó pronto porque me pareció demasiado ridícula, y en segundo lugar, el cielo con las nubes blancas estaba poco menos que espectacular...

Al fin y al cabo, cualquier pequeña meditación en cierto modo ya es como una gratitud hacia él y ya está. No hay que hacer nada más.

Todo lo demás son rayaduras mentales mías. 

Podríamos llegar a una especie de acuerdo tácito de diálogos en términos humanos. Algo así como: "Tendrías la amabilidad de..." y yo contestaría "sí" y ... ya está. 
No, espera, estoy haciendo cajas, ¡jajajaaj!

¿Y si yo me hago un manual para responder siempre con arreglo a la profesionalidad? Eso sería perfecto (¿y en cuanto diga algo fuera de eso?) Me escapo. 
Sí, eso está bien.

- ¿Me preparas esto?
- Sí. ¿Tienes reunión a esta otra hora?
- No.
- Perfecto.

Y si dice algo como "¿qué tal estás?" o "¿has meditado?" (algo que te haya pasado y que no sepas) entonces yo respondo: "¡uy, he dejado abierta mi taquilla!" Y salgo por patas. Sí, ese es un buen plan.

^_^ Eso, todo bajo control.
Cajas.



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