El consejo de los tres: cuentos del niño mensajero.


Es un truco un poco raro, pero a veces, funciona llevar a mi ciudad imaginada los problemas, y debatirlos allí con mis dos personajes de apoyo. 

Así que allí estaba yo, como alcaldesa, exponiéndole a Memphis, la científica de la urbe y a ese otro personaje extraño con forma de niño con bandolera, repartidor de cartas, mis cuitas. Huelga decir que muy atribulada. 

Ella asentía con la cabeza. Pizarra en mano, bata blanca, daba la sensación de que me entendía. Él no soltaba prenda. Como la opinión que más me interesaba es la de él, al final insistí.

- ¿¡¡¡No vas a decir nada!!!!?

- ¿Qué crees tú que ha pasado?

 (¡Por fin!) pensé. 

- Lo que ha pasado es que salió a relucir el tema de la felicidad perpetua y, como yo no me expliqué bien, o él no me entendió, ¡pues tuvimos bronca! ¡Eso es lo que ha pasado! Y lo de que cada uno tiene una realidad.. ¡vale, entonces, ¿para qué buscar?! Si todo vale... pues... Entonces uno puede estar super disgustado por algo, pero si él  ve que es feliz... pues ya esta. O yo puedo ser super egoísta, pero si veo que soy una santa... entonces todo da igual. ¿no? ¿No hay Verdad?

Mientras le explicaba esto al cartero, pensaba también que seguramente el Muso no catalogaría de "bronca", lo de ayer. Es que yo necesito mucha armonía. (y que todos pensemos igual)

¡jajaja!

Me quedé callada.

Y al cabo de un rato, dije:

- Entonces, ¿me tiene que dar todo igual, no? Es la indiferencia y ya está...

Y el pequeño cartero, contestó:

- Es como cuando Cristina dijo lo de la calma y tú contestaste lo mismo, la indiferencia. ¿No te parece el mismo problema?

Jo. En eso llevaba razón. Son antecedentes largos de explicar. Quedaros con que le dije: "si me tomo esto con calma, entonces me deja de importar".

- Tengo que recordarte que no conseguí resolver aquel problema -respondí al cartero-, lo que hice fue cambiar las situación. No sé resolver ese problema, si vamos a ver "que me de igual" y "tolerancia", que supongo que es lo que tú,... y el Muso, me intentáis enseñar. Pero la verdad, ¡no veo la diferencia! Se supone que... hay un "algo" que es verdad, sino, ¿para que aprendo? ¿Acaso no me intenta enseñar él un Camino o una Realidad o una... percepción?

(**esto me recordó otra cosa, que tampoco viene al caso ahora)

El cartero se quedó callado. Memphis no decía nada. Creo que a ella no le interesa el Humanismo. A ella le interesan las ciencias. Y las cosas fáciles de entender.

De pronto, ¡tuve una idea genial! ¡El niño! Ese pequeñajo ya lo sabía todo. Con una sonrisa de oreja a oreja, me eché a sus pies.

- ¡¡¡Dime qué tengo que hacer!!!!

¿Para qué buscar fuera? ¿Para qué tener un maestro? ¡Si le tenía a él! Total, ¿no éramos, desde siempre, él y yo? ¡Pues ya estaba! ¿Y no venía el problema de no escucharle? ¡¡Pues solucionado!! 

- ¿Qué hago? ¡Tú dime qué hago y lo demás me dará igual! ¡Ya está, en modo burbuja! 

- Acabas de romper un puente con la Humanidad...

 -¡Sí, venga, si va a dar lo mismo! ¡total, aquí cada uno tiene su realidad! Tampoco hemos dicho que yo tenga que ayudarlos. Tampoco sé. ¿Qué hago? 

El niño se quedó callado laaargo tiempo. Y allí, en mi ciudad imaginada, en la casa consistorial, dijo:

- Di en voz alta que confías en el Muso.

- ¡¿QUÉ?!

¿¿Qué clase de solución era esa?? 

Sabéis... ni mis personajes me hacen caso.

- ¿Qué qué? -repetí.

¿Quién me manda a mí inventarme un cuento para resolver mis problemas?

- ¿Y eso por qué?

- Tú dilo.

- Jopetas, no.

- Querías una solución y sentirte bien.

- Bueno, pero eso... es una persona... y ¿no has escuchado todo lo que te he dicho?

El pequeño sonrió.

- A ver... de qué va a servirnos eso. ¡Si te estoy diciendo que los seres humanos somos complicados!

- ¿Qué intención crees que tiene?

- ¡Ayudar!

Vaya. Eso me quitaba un peso del corazón. Lo noté pero... seguí en mis trece.

- O a lo mejor le doy igual -añadí mirando al cartero-, piénsalo. Soy muy pesada. Y discutimos. No me debe nada... ¿y si le molestas? Igual hasta... 

- Él no te odia.

Me crucé de brazos. Era justo lo que iba a decir. Pero en realidad estaba vacío de significado. Ya sé, a estas alturas, que no me odia. También sé que no hay que dudar de su intención. 

- Sí, pero si aquí cada uno tenemos realidades distintas... qué más da todo. -añadí, enfurruñada.

No pienso decir eso en voz alta. Abandoné el cuento, abandoné la casa consistorial, me preparé el desayuno.

Me senté delante del ordenador.

Con la fuerte convicción de que, como siempre, todo eran un gran malentendido, pasé un rato meditabunda. Al final, dije: "Confío en..."

Y tiene... gracia. Funciona. ¿Todo esto es una crisis de fé?

Sonó el móvil. (Y esto es verídico) En la pantalla se iluminó un aviso de Whasap. Con el móvil bloqueado, podía leerse solamente:

más vale tarde que nunca.


FIN

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