Diario de una aprendiz budista: los pensamientos.

¡¡Ay!!
(ahora lo explico)

Ayer conducía muy enfadada y cansada. Pero es que, además, me enfadé con la gente. "Ese va lento, mira a ese, ¿¿¿pero qué les pasa??? ¿¿¿están dormidos o qué??? ¿cómo pueden ir más lentos que yo? Aquella va haciendo zig zag... ¡mira eso, ¿cómo no se enfada ese conductor con lo que le han hecho?"

Y al llegar a casa.. accidentalmente toque mi flamante nuevo coche con la pared de enfrente, porque casualmente las dos plazas de garaje situadas enfrente de mí estaban vacías y me dije: "aparca como yo digo que es más fácil".
PONK!!

- No.. no... ¡¡¡¡¡¡¡NOoooooOOOOO!!!! -¡¡¡¡¡¡cómo puedes ser tan idiota!!!! (pensé)

Salgo de coche.
Os prometo que casi podía oír un eco mental interior de "ese no es el camino".

Vale. Tuve que admitir que así no se puede ir. De todo lo que me dije a mi misma en ese instante, la verdad es que lo único que mi pensamiento me respondió fue algo sobre no puedo cambiar el pasado. Así que me tocaba aprender. 

Día siguiente. Unas pesadillas horribles. El cuerpo como si me hubiera atropellado un camión de esos que transportan troncos. Me caigo rodando de la cama y me digo a mi misma: "¿pero qué he hecho?" Puede que ayer mezclara... una bolsa de palomitas gigante con ... bueno, sí, comí un montón.

(resaca de pataleta...)

Me encanta el termino resaca. Para este ámbito. Me reí. Me reí mucho.

Bueno, está bien. Vamos a seguir al corazón.

Medita.

Vale, bien, medito. Me siento en mi cojín de meditación. "Ay. ¿Puedo quejarme?" "¡Ay, el sueño qué horrible! ¡ay, comí demasiado! ay ay ay ay... no tengo remedio".

Hice ademán de levantarme pero algo me detuvo. Abrí los ojos y miré el reloj.

A veces mi pensamiento (siempre) dice cosas sin palabras y yo le contesto con palabras.
("¿hasta las 9? Pero si quedan dos minutos... ¿crees que va a cambiar algo si medito hasta las 9? ... bueno, vale, está bien").

Mientras pasaban esos dos minutos, salió el sol.
Respiré hondo.
Me empecé a sentir mejor. Abrí los ojos y pensé: "hala, ya está, ya he meditado, ahora puedo organizarme el resto del día en cajitas horarias"

La meditación me sienta muy bien, se me pasa todo. O casi todo. Así que tras ordenar y organizar, decidí desayunar. Y algo sano: dos piezas de fruta, un yogur. "Vamos a seguir un poco las instrucciones que me han dado..."me dije. Contesté varios mensajes. Y aquí empieza lo curioso:
(me he saltado un paso y es que tras meditar decidí ordenar y limpiar escuchando la historia de Milarepa).
En la pausa de la historia -durante el desayuno- me escribió un amigo un mensaje a lo que yo contesté, y mis pensamientos seguían su devaneo y en un momento dado me dije: "pues seguro que pensaban esto, pues si lo piensan, ¡les está bien empleado por...!"

Me corté con el cuchillo accidentalmente.

- ¡¡¡¡AY!!!!

ay ay ay ay... corre para el baño. Agua oxigenada. Mimos.
Ay ay ay ... aaay!!!
Es el segundo corte esta semana. Accidental. 
"Jopetas!"
En esta ocasión, recordé el coche, recordé lo de ayer, y tenía bien presente lo de hoy. Y me dije mentalmente: "¡¿QUÉ PASA, NO PUEDO PENSAR MAL Y ENFADARME?!" jajajaj!
Y claro, me entró la risa.

Bien.
Continuo limpiando, ordenado, organizando, con el móvil puesto sobre mi pequeño altar con un budita. Y allí suena la historia de ese médico que Milarepa llamaba su discípulo principal, y que por lo visto tenía algo que ver con la tradición kadampa. Es curioso porque... mi amigo Juan... por lo visto (es compañero de talleres, tampoco somos amigos cercanos) estudia esa escuela. Y yo le pregunté al que me enseña por ella, -y contestó con entusiasmo que era perfecta para mí- pero como en ese momento tenía cercana otra influencia que arremetía contra toda fuente de enseñanza que no fuera él mismo pues... le tenía mucho miedo.

"A decir verdad, es confusión" me dije a mi misma "aquí hay una confusión tremenda con muchísimas cosas. En medio de esto, por lo menos la que cuenta la historia de Milarepa me parece fiable. Así que si ella dice esto... creo que es así".

Ni bien, ni mal, sólo la nombra. Pero desde luego, no la nombra para mal. Nombra esa escuela como correcta, como una tradición que existía.

Ya sólo me queda por limpiar la cocina, pero resulta que me he sentado a escuchar a la Venerable Damchó. Cuando hago ademán de levantarme, la misma intuición que me dijo que meditara dos minutos más, me viene a decir que en la cocina, no.

"¿Qué pasa? ¿No me puedo llevar el móvil a la cocina? ¡Qué tontería! Allí también lo puedo escuchar..."

Pasando olímpicamente de mi yo interior, cosa que hago bastante a menudo, inicio el ademán de levantarme cuando -y no os miento- el abrigo que hay sobre una sillón en la otra punta del salón se cae al suelo.

Eeeehhh....
Esto..... ejem.

Me quedo quieta, pero quieta, muy quieta.
Y luego me digo: "Oh, venga ya! Todos sabemos que es casualidad! ¡Nadie ha tirado mi abrigo! En todo caso, la fuerza de la gravedad!".

Por si acaso me vuelvo a sentar y espero a que la Venerable Damchó acabe, con toda mi atención.

Por si esto es poco raro, os cuento lo último. Me escribe otro amigo (hace un rato) la conversación transcurre normal hasta que, en un momento dado, empiezo a escribir un mensaje nada apropiado. Es un mensaje que genera culpa. Es un "sí pero no", "yo te daría esto pero resulta que...". Es una estupidez de mensaje porque en realidad no hay problema, al escribirlo es cuando lo voy a crear yo. Vale, pues mientras lo hago algo se cae fuera.

Ahí, sí, de verdad, me he asustado.

He salido a investigar.  Movil en mano, mensaje a medio escribir. "Oh, ¡venga ya! ¿Qué se ha caído?"
Reviso cocina, nada.
Reviso cuartos, nada.

¡¡Oh, venga ya!!

"Está bien!" pienso "¡No mando el estúpido mensaje!"

Y entonces veo, en el suelo del salón, un calendario nuevo que me ha regalado alguien cercano. Es un calendario que se llama "mujeres oníricas" jajaj. Esta hecho a mano y tiene muchos días metidos en cajas y dibujos extraños. 

Recojo el calendario del suelo. 
¡Menos mal que no mandé el mensaje incorrecto!

¿Y sabéis qué pienso? Que hay que tener cuidado con lo que pensamos.

Y si no mirad mis manos, llevo dos cortes para recordarlo, uno en el dedo meñique y otro en la yema del dedo corazón.

O es casualidad. Que también puede ser.
Y lo del calendario y lo del abrigo y lo del coche.
¡jajaja!


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