Sueños que son historias: El médico.

Tenía la consulta a las 4 de la tarde. Pero por precaución, fui mucho más temprano. Por la mañana.
Al llegar me llamó la atención una máquina expendedora de tickets con números. Era como las que hay en la oficina de correos.
Una amable señorita rubia, con gafas, nos recibió y varias personas nos sentamos en la Sala de Espera. 
Muchas horas después la amable señorita nos indicó que teníamos que sacar turno en la máquina y que el doctor nos vería luego. 
"Ah, pero... ¿Ella no es el doctor?" pensé.
Nos pusimos todos a formar una cola delante de la máquina. Me dio el segundo turno. Era a las 4:30 horas. Recuerdo que miré para la puerta y pensé "al final te has venido temprano para nada. Si hubieses venido a las 4 tan sólo habrías tenido que esperar unos minutos. Pero entonces no sería yo"
Recuerdo también que me pareció absurdo tener la máquina expendedora de turnos enfrente y que nadie la utilizará. 
Luego sigo...

continuo:

- El doctor les recibirá ahora.

Pasó primero un chico que tenía el primer turno. Luego fue la señorita a ver si el doctor había terminado y podía pasar yo. Recuerdo que al agarrar el pomo de la puerta... ¡este se cayó al suelo!

¡POM!

(jajaja!)

Noté como si una parte de mí se riera de lo absurdo que era aquello. Pero mi parte racional pensó:

"Fíjate bien en como se abre la puerta, porque luego lo tendrás que hacer tú. Y si lo ves antes, no te asustarás".

Porque los sitios nuevos tienen el inconveniente de que son nuevos y, por tanto, incómodos.
No necesariamente incómodos, pero asustan un poco.
Me fijé en que el pomo de la puerta estaba atado con un cordel. De tal manera que se caía pero no se perdía. Me hizo gracia aquello.
"Debe de caerse muchas veces al suelo" "¿quién construye una puerta así?"

- Te toca.

Entré. Caminé por un pasillo y allí, en una de las consultas, estaba el doctor.

CONTINUARÁ...

Era un hombre muy simpático. Amable. No muy alto, con gafas, pelo corto. No destacaba por nada pero resultaba muy afable en el trato. De esas personas que hacen bien su trabajo pero que un rato después de verlas te olvidas de ellas.

Al parecer era dermatólogo. Supongo. Porque yo iba por una consulta dermatológica.

- ¿Bebes?
- No -contesté.
- ¿Seguro?
- Seguro...
Me miró como si no se lo creyera. Sonreí con gesto de disculpa. Luego añadí:
- Cantidades ingentes de té.
Puso cara como si eso no fuera bueno.
- ¿Qué pasa? Es té. ¿No es bueno beber té?
- Nada en demasía es bueno.
- Ah!...
- ¿De qué están hechos tus zapatos?
- ¿Quéeee??
- ¿Cuero?
- ¿Qué tienen que ver mis zapatos con todo lo demás?
- Cantidad de cosas os influyen. Todo está relacionado.
Hubo un silencio.
"Cuero, dice... ¿se lo digo?"
- Plastiquín
¡jajaj!
En fin, no soy muy selectiva comprando zapatos. Me da pereza gastarme dinero.
Él apuntó en una hoja de papel.
Se acercó a mí. Me preguntó un par de cosas, volvió detrás del escritorio y dijo:
- Sí que has tenido una bajada de tensión recientemente.
- ¿¿Qué??

("¿de qué habla?")

- El esmalte de tus dientes está más azulado.
- ¿Mis dientes? ¿En el color del esmalte se ven las bajadas de tensión?
- Claro.

("Los dientes además, no son de color azul. Claro que ha dicho más azulado, no que estén de color azul...")

- Bueno, ¿y qué debo hacer? -pregunté, ansiosa.

Seguimos hablando pero.. me decía cosas, sin darme instrucciones.

- Ya pero, ¿qué hago? ¿Bebo más agua? ¿Tomo un medicamento? ¿Qué tengo que hacer?

Él se sentó. Y dijo:

- No puedo decírtelo porque tú haces esto:

Tomó un pincel. "¿Qué hace un médico con un pincel?" pensé estándo despierta luego.

Me fijé en que el escritorio, la superficie, estaba mojada... apoyó la punta del pincel en el escritorio (más bien, "posó" la punta del pincel sobre el escritorio) y dijo:

- Tú vas al trabajo (deslizó el pincel), aparcas. Luego haces así (movió el pincel de nuevo, lo aplastó contra la superficie) y empiezas...

Movía el pincel de un lugar a otro. Frenéticamente

- ¡Jajajajaj! -me reí-, sí, soy yo...

- Y luego esto, y esto...

El pincel iba de aquí para allá, de allá para aquí, nervioso.

- Y terminas y te vas.

Se levantó, se acercó y me miró fijamente a los ojos.

- Y además, eres una buenaza...

Jo. ¿De dónde sale ese médico?
Tras un silencio, dije:

- ¡Es que trabajo en atención al cliente!

No era exacto pero qué más daba. Creo que él sabía mucho más de mí que yo misma.

- ¿Cuál es el remedio? ¿Qué debo tomar? ¿qué ha...


Una música interrumpió la escena.
Era mi despertador.

Abrí los ojos.

¡¡No, no!! ¡¡¡Noooo!!! ¡¡¡yo quiero el remedio!!!
NO ES JUSTO!!!!

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