El Karma - Cuentos del niño mensajero.

La alcaldesa de la ciudad de los cuentos comunicó al cartero y a Memphis, la científica de la urbe, que deseaba verlos en la casa consistorial. Pero cuando llegaron se le ocurrió que sería una buena idea probar su nuevo coche eléctrico. Un vehículo que funcionaba a base de energía solar. 
El niño que repartía cartas y mensajes se sentó delante, en el asiento del copiloto, mientras que Memphis ocupó el centro de los asientos de atrás. Nelly arrancó el coche e inició la marcha.

- ¿Qué has aprendido?

Preguntó el niño con voz firme. 

- Varias cosas -contestó Nelly, quien se había reunido aquella mañana con su Muso, para hablar de temas relacionados con el budismo. 

- Si crees que es buena idea exponer dichas enseñanzas...

- Es que tengo dudas -contestó Nelly.

- Adelante, pues...sé que quieres empezar por "los nubarrones".

- Los nubarrones -repitió Nelly, señalando el cielo. El coche aminoró la marcha, mientras unas nubes de tormenta pasajeras jugaban a eclipsar el sol. Por fortuna, el viento soplaba fuerte esa jornada- Los nubarrones son provocados por la química del cerebro -el coche comenzó a moverse a saltos, a causa de la fluctuación de energía-. Así que como seres humanos tú puedes intentar ser perfecto, pero entonces vienen un nubarrón y ante una situación reaccionas de un modo u otro. Y en verdad es culpa del nubarrón. Digamos que cada cual reacciona lo mejor que puede, o que sabe, o que cree poder, o reacciona sin darse cuenta de por qué reacciona, y la mitad de las veces es un nubarrón.

Miró a Memphis a través del espejo retrovisor.

- ¿Estás de acuerdo? -preguntó.

La científica de la ciudad de los cuentos asintió con la cabeza mostrando su aquiescencia. Luego empujó el puente de sus gafas con un dedo mientras replicaba:

- ¿La química del cerebro? Hablas de eso, ¿no es así? Pues claro que lo estoy...

La alcaldesa se volvió hacia el cartero. Atravesaban una amplia avenida colindada por árboles.

- ¿Y tú qué opinas? ¿Te parece bien?

- Simplista... pero práctico. Es más fácil vivir en un mundo en el que la gente no es malvada, sino que está equivocada.

Nelly se echó a reír.

El cartero también.

- Bueno, vale, sí, puede que sea práctico -contestó-. Pero es cierto. Es como los niños pequeños, reaccionan como reaccionan porque no saben que tienen otra opción a reaccionar de otra manera. No controlan su mente. 

- No lo ven.

En el centro comercial de la ciudad, la gente observaba los escaparates de las tiendas, a cuyos pies los dueños habían sacado macetas cargadas de flores. 

- ¿Tienes alguna otra pregunta?

- El Karma -respondió Nelly torciendo a la izquierda-. Si el karma es la causa-efecto. ¡Eso es ciencia, ¿verdad, Memphis? -la científica asintió de nuevo. Nelly torció a la izquierda el volante y continuó-. Si el karma, como decía, es causa-efecto, ¡¡entonces si yo hago un montón de obras buenas me van a venir un montón de cosas radiantes y maravillosas!!

- No.

Respondió el cartero.

- ¿¿No?? ¿Cómo que no?

- Esa idea de dar para la vida futura no es ajena al cristianismo... y a otras tantas religiones. Esa idea no es nueva.

- Bueno, pues ya está. ¿Tienes alguna idea mejor? Si la comparten tantos credos...

- Imagina que vuelves a casa, regalas tu ropa vieja, das dinero a los necesitados, repartes comida...emprendes alguna maravillosa acción. Compras algo nuevo y lo regalas...

- ¡Sí! -contestó Nelly- La de cosas buenas que pasarían...

- Ahora imagina que te pones enferma... o que el coche pincha, como acaba de pasar. ¿Qué piensas?

El cartero miró de reojo a la alcaldesa, que describió una suave curva para dejar el vehículo a un lado del camino que conducía a una colina, con árboles y flores.

- ¿¿Por qué a mí?? ¡Con lo buena que he sido!

El niño sonrió.

- Ya lo ves. En cuanto algo malo pase, si has hecho todas esas cosas buenas... te enfadarías. Luego tus actos no servirían para atraer lo que deseas. Porque tarde o temprano, algo malo pasará... ¿Lo entiendes? Y lo estás haciendo por tu propio beneficio.

Bajaron los tres y empujaron el vehículo de regreso hasta una de las últimas casas de la ciudad. 

- Creo que sí. De nada sirve que me dedique a hacer buenas acciones pensando que eso va a librarme de las cosas malas.

Empujaron un rato en silencio, hasta que ella se detuvo.

- ¡Espera! -dijo Nelly. Y volvió atrás unos pasos para quitar del camino un obstáculo que había caído al suelo: la rama de un árbol seco.

- ¿Por qué lo has hecho?

- Para que no moleste -dijo Nelly sacudiéndose las manos-. Para que no moleste a los que vengan detrás...

El niño sonrió y señaló la rama:

- Eso es karma.

-¿Eso? ¡Pero si lo he hecho sin darme cuenta! 

Su sonrisa se ensanchó aún más.

- Lo sé. Es la intención. No el acto, sino la intención del acto.

- ¿Estás seguro de eso? ¡Pero en la intención no tengo yo nada que ver! ¡Cada ser humano tiene una intención distinta e inconsciente a cada momento! ¡Cómo vamos a elegir eso! ¡Eso surge sin más!

El cartero no contestó. Leyó la pregunta en los ojos de la alcaldesa: "¿cómo puede alguien elegir la emoción que nace en su corazón ante un hecho que ocurre en su vida?" Pero no contestó. Si el karma tenía que ver con la intención y la intención con el corazón de una persona... ¿podía cambiarse?

Nelly se quedó pensando. Así pudo ver como el cielo se llenaba de pájaros que viajaban hacia poniente. Y recordó entonces que ...¡tenía una rueda de respuesto debajo del vehículo! Al darse la vuelta para decírselo al niño se dio cuenta de que este ya estaba cambiando la rueda pinchada por la nueva. A veces parecía que le leyera el pensamiento. 

- ¿Estás seguro de que es la intención? -preguntó.

- Sí.

Nelly le observó cambiar la rueda, impasible. Ella no tenía ni idea de mecánica y Memphis parecía ocupada en calcular la distancia que habían recorrido empujando el coche. Se acercó a ella y le dijo:

- Todo es causa-efecto, ¿verdad?

- Todo, si te refieres a que todo proviene de algo, y que todo provoca una reacción. Eso es lo que estudia la ciencia: la causa, el porqué y el cómo.

- Si en este mundo todo es causa y efecto... ¿qué podría existir fuera de este mecanismo?

Una vez cambiada la rueda vieja por la nueva, el cartero se sentó debajo de un árbol para descansar. Mirando a la alcaldesa, con aire entre divertido y franco, dijo:

- Algo fuera de la causa-efecto de la que hablas... es algo quieto.

- ¿Algo quieto? ¿Algo quieto con respecto a qué?

- Algo parado.

- No hay nada parado en el Universo -dijo Memphis-. Hasta donde se sabe, todo se mueve. Ahora bien, lo que se mueve lo hace respecto a algo. Piensa en ello y entenderás la relatividad. 

Nelly se acercó intrigada al cartero.

- ¿Tú conoces algo... que esté quieto?

- Puede que desde ese lugar tu universo también lo esté.

- ¿Qué? ¿Quieto? ¡Ningún Universo está quieto! -exclamó Nelly-. Todo se mueve... Fuera del movimiento, de las causas, de los efectos... ¿qué hay? Si todo es causa-efecto de algo... algo parado, ¿es algo muerto?

- No.

El cartero se quedó callado. Luego miró a la alcaldesa, que subió de nuevo al coche. Memphis se sentó detrás con las piernas cruzadas y le mente llena de cálculos sobre la distancia recorrida y lo que habrían tardado en llegar empujando el coche hasta el ayuntamiento.

- No lo entiendo -dijo Nelly antes de arrancar-. El Muso dijo algo de existencia fuera de ese mundo de causa efecto. ¿Qué puede haber...? -notó algo en el estómago, como si se elevara, como cuando montas en una montaña rusa y el convoy de vagones comienza a bajar por una pendiente vertiginosa-. ¿Qué puede haber fuera de todo esto?

El niño la miró intensamente. Sus ojos se habían vuelto profundos como fosas oceánicas.

- Con la mente lógica no lo vas a entender. Es como intentar explicarle a una hormiga un arco iris.

Nelly se echó a reír. 

- ¡Jajajaj! ¡Muy gracioso! ¡¿Me estás llamando hormiga?! ¡Soy mayor que tú!

El niño no contestó.

- Me hablas de estados de existencia impenetrables con mi intelecto, ¿no es eso?

- Sí. 

- ¡Muy bien! -emprendieron el camino a casa-. ¡Muy bien, sois los dos muy inteligentes! Mientras que Memphis y yo, limitadas por la ciencia, pues no entendemos nada. ¿Es eso? ¿O es que no tienes las palabras adecuadas para explicarme lo que hay fuera de la vida delimitada por el mecanismo de causa-efecto? 

El cartero se rascó una mejilla. Carraspeó, y luego dijo:

- Si le enseñas el arco iris a una hormiga... ¿qué crees que verá?

La alcaldesa se quedó callada.

- Pues... No lo sé. No tiene los ojos de un ser humano así que... ¡yo que sé qué verá! ¡A lo mejor ni siquiera lo ve! ¡A lo mejor lo ve todo verde! ¡O violeta!

Sonrió de nuevo el niño antes de responder, mirando hacia la puesta de sol que tenían enfrente:

- Pues ahí tienes tu respuesta.

El coche eléctrico impulsado por energía solar entró de nuevo en la urbe. Nelly pensó que no había sacado nada en claro de aquella conversación aunque el paseo había resultado muy agradable. Una vez que aparcó, y antes de entrar en el ayuntamiento, se despidió del misterioso cartero y de la científica con palabras amables. Ambos quedaron en volver a visitarla muy pronto.

Al entrar en el ayuntamiento no pensaba en nada.
Escuchaba. Sólo silencio y un grillo. Se preguntó si éste podría llegar a ver un arco iris alguna vez.


FIN.
















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