Preguntas del escritor...



Hoy le he mandado al editor una sinopsis un poco más detallada de lo que llevo escrito. Un poco apresurada, quizá, porque se la mandé en un descanso del trabajo. Lo que ha propiciado que cometiera un error en el encabezado del correo electrónico. 

Alguien me preguntó qué ocurriría si me hiciera famosa por vender muchísimas novelas. Yo lo tengo claro: jamás ha sido mi intención vivir de esto. Aunque pueda sonar extraño porque mucha gente lo pretende. Pero me parecen quienes lo dicen muy poco realistas, me parece que no lo han pensado bien. ¿De verdad es una buena decisión vivir del arte? ¿Es sensato que un deportista diga con veinte años, "¡siempre voy a vivir del baloncesto!"? 

Además, hay otros factores. La primera vez que un lector se acercó y me dijo: "¡¡Me puedo hacer una foto contigo!!", mi reacción inicial fue mirarle espantada y pensar: "¿Por qué?"

Jajajaja!!

Eso me hizo plantearme lo que significa ser una persona famosa o relativamente famosa. ¿Alguna vez os habéis parado a pensar en lo absurdo que es? Imaginaos que vais por la calle andando y alguien dice: "¡eh, eh! ¡Una foto! ¡Fírmame esto!" Y tú miras a esa persona que sí, que tiene mucha ilusión, pero... pero el mérito es de ella. Todo eso, está en ella, en su cabeza. Lo bueno de los escritores es que se conocen los libros pero no al autor, incluso cuando eres famoso. Y aún así, debe de ser un auténtico rollo salir a la calle y que te pregunten por los libros o que te digan: "¡eh, vuelve a casa y escribe que estoy esperando el final!" (eso, como anécdota, lo he escucha sobre gente que se dedica a ello). Mi experiencia en mi primera presentación de instituto fue que ¡se habían vuelto todos locos! Nunca, hasta ese día, me había visto rodeada de una masa de adolescentes pidiendo autógrafos. Entonces me paré a pensar en escenas de las que había sido testigo como la visita de un escritor sueco al que tuvieron que poner una valla para poner a salvo de público, y también en una vez que vi bajarse del coche y saludar a Bruce Willis antes de entrar a un cine, y comprendí que la fama podía llegar a ser algo verdaderamente problemático. Así como algo que hay que saber gestionar de un modo profesional. El que sabe, claro

Por otro lado, vender diez millones de copias de un libro hoy, no garantiza tu futuro. De hecho, los bombazos literarios y artísticos pasan de moda en unos pocos años. Yo he llegado a pensar que cuanto más explosivo es tu éxito, más rápido queda desactualizado. Tú puedes componer una melodía que suene y suene bien, años y años, sin llamar más que lo justo la atención. O puedes escribir la canción del verano, arrasar y, precisamente porque has arrasado al año siguiente tu canción será algo que nadie querrá por estar "pasado de moda". Cuanto más rápido sea su ascenso a la fama y más aparezca por todos lados, menos la quieren después. No sé muy bien porqué se da este fenómeno, sólo sé que pasa (*Connie Willis escribió un curioso libro al respecto, buscando el origen de las modas, lo llamó "Oveja Mansa"). 

Otro de los aspectos a tener en cuenta es la presión. Presión porque un autor no vive de un solo libro. Y ahora yo os pregunto: ¿Conocéis más obras de Salinger que no sean "El guardián entre el centeno"? ¿Qué otra obra ha escrito la autora de "50 Sombras de Grey"? ¿Qué pasó con la primera novela de adultos de la autora de Harry Potter? Estoy poniendo ejemplos muy exagerados pero es que escribir un éxito no te garantiza nada... Y escribir para mí es algo que se hace por el mero placer de escribir. No es un para, es un fin último. Sin embargo, cuando vives de eso, escribir deja de ser un "fin último", se convierte en medio: medio de vida. Y si tienes que inventar algo nuevo, presentar manuscritos en plazos, no salirte de cierto género porque es lo que te ha funcionado antes... en fin, todas estas cosas son aspectos a tener en cuenta.

Yo por eso nunca he querido vivir de la escritura. De vez en cuando me surge esta pregunta en el camino, unos y otros me la plantean pero... a mí me sorprende. No, no pretendo vivir de esto. No, no quiero ser famosa. No, no dejaría mi trabajo. 

A veces me pregunto qué esperan los demás (los que escriben). Yo creo que los que me dicen: ¡voy a publicar y voy a vivir de mis libros!... no lo han pensado bien. Hay más posibilidades de atrapar con las manos una estrella fugaz o de que te toque el premio gordo de la lotería de Navidad que de esto.

En serio,¡ ¿a quién se le ocurre?! (jajajaj!) Saludos!!!! 

Saludos!!!

2 comentarios:

Manuel Delgado dijo...

El anhelo de ser famoso es una proyección de nuestra necesidad innata de encontrar reconocimiento entre nuestros semejantes. Necesitamos sentirnos apoyados. Pero no sólo eso: queremos destacar sobre los demás dentro de la manada, ser los machos o las hembras alfa del grupo y ser por tanto los primeros cuando una buena comida o un buen lugar de descanso, todos ellos bienes escasos, aparecen sobre el horizonte vital del grupo. Como todo lo humano ese deseo, consciente o inconsciente, se ve afectado por numerosos filtros de preferencias, valores y deseos y, por tanto, lo “básico” animal salta a nuevas dimensiones llenas de significado.
Preguntarse acerca de si uno desearía ser famoso equivale, desde mi punto de vista, a preguntarse si realmente se necesita tamaño nivel de reconocimiento por parte de mis semejantes. Está claro que todos necesitamos cierto grado de reconocimiento; bien conocidas son las tesis que, en los años cuarenta, hicieron popular a Abraham Maslow. La cuestión es, pues, si realmente necesitamos llegar hasta ese confín de reconocimiento excesivo, desmesurado para la realización del yo.
Por supuesto, a esa pregunta tan personal sólo cabe una respuesta personalísima, y está en cada uno encontrar las claves y coordenadas que nos orienten ante semejante reto vital. En mi caso creo que más allá del puro reconocimiento o mi encaje como individuo en la sociedad existe una dimensión poco explorada (o quizá no tan popular a pesar de los trabajos en ese sentido de filósofos de la talla de Habermas y Levinas o, en nuestro país de Savater, Aranguren o Adela Cortina, cada uno partiendo de postulados e influencias diferentes): el encuentro con esos mismos semejantes ante los cuales parece que hemos estado buscando desde la noche de los tiempos ese reconocimiento tan anhelado. Encuentro como comunicación, como trascendencia del yo en dirección a la alteridad de aquello que ni somos nosotros ni el entorno-universo que nos rodea.
En esa pista tan desdibujada se encuentra principalmente mi motivación para seguir escribiendo. Escribir para compartir, para trascender de mi propio yo. Como diría el profesor y poeta Javier Velaza en un poema suyo que ha tenido cierto eco en las redes: “[el] peligro peor que se conoce [es]: ser sólo -y nada más- nosotros mismos.”
Escribir también para explorar otros mundos y ver qué hay más allá del horizonte, para poner a prueba los sentidos y la capacidad de crear. Sacar de nuestra chistera lo desconocido y ver cómo crece, como se hace realidad; ¡es una efervescencia irresistible! Comprobar cómo realizamos y actualizamos nuestras capacidades productivas en el acto de crear y ver cómo podemos transformar el mundo (nuestro mundo, no lo olvidemos) aunque sea sólo a través de mundos imaginarios o ficticios. Nos acercamos de esta manera a lo más intrínsecamente humano que hay en nosotros, si es que eso es posible, nosotros, seres inacabados y en plena persecución de nosotros mismos hasta el mismo final de nuestra narración.
Pero escribir es también una forma de mirar, que se entrecruza misteriosamente con lo mirado y con el proceso (y el producto) de expresar todo ello con palabras escritas.
Así pues, escribir es para mí trascender, crear y mirar, además de levitar sobre el gran arcano del lenguaje, siervo y señor de nuestros pensamientos. En este punto, al menos para mí, la fama se haya difuminado hasta convertirse quizá en un elemento irrelevante. Ni bueno ni malo; sólo irrelevante. Como si la fama, a través de un largo proceso de reflexión personal, hubiera ido evolucionando progresivamente hasta llegar a ser parte de mi Nirvana personal.

José Cruz dijo...

Yo no lo veo a nivel ego, si no más bien a nivel económico. Puede significar un ingreso suficiente como para que no tengas que trabajar, e incluso, yendo un poco más allá, puede exigirte una cantidad de tiempo que un trabajo normal no te permitiría (no se puede trabajar ocho horas y escribir ocho horas en un día, por salud mental).

Lo que han hecho los escritores, como los deportistas, es buscar una manera de que ese dinero inmenso que les ha llegado genere más dinero. Invertirlo para que trabaje por ti.

Lo de la fama me sobra. Es un precio a pagar que merece la pena o no dependiendo de lo que ofrezca a cambio. El día que sea famoso por mis libros ya te diré.

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