Los extraterrestres - Cuentos del Niño mensajero
Foto de Bosque de Secuoyas hecha por Nelly |
Era ya muy tarde cuando la Alcaldesa de la ciudad imaginada se dio cuenta de que no podía conciliar el sueño. Ya fuera por el ruido blanco, procedente quizá del aire acondicionado de algún vecino cruzando la plaza, que se colaba por la ventana de la casa consistorial. O bien por el cambio en el ambiente; el aire seco y la falta de humedad... por el motivo que fuera, no podía dormir. Aunque sospechaba que tenía que ver con eso. Con el cambio.
- No puedo dormir -dijo al cartero al ver que estaba con ella.
El pequeño heraldo de la ciudad de los cuentos no aparentaba más de nueve años de edad. Tenía el pelo rizado, revuelto, alborotado en su frente, y unos ojos francos, que siempre sonreían como si estuviera a punto de realizar alguna travesura.
- Lo sé -contestó.
- ¿Puedo hacerte una pregunta?
- Claro.
- ¿Existen los extraterrestres?
- Ya sabes que sí.
Nelly se medio incorporó en la cama.
- ¿¿En serio?? -preguntó.
- ¿Con extraterrestres te refieres a seres no nacidos en la Tierra?
Sorprendida por aquellas palabras, Nelly contestó somnolienta mientras se volvía a tumbar sobre su almohada y fijaba la vista en el techo en penumbras:
- ¡Pues claro! ¿Por qué me preguntas eso? ¿A qué viene esa manera de hablar...?
- Porque cuando me lo preguntabas has sentido la respuesta. Sabes que existen. Sigue tu razonamiento deductivo,...
- Bueno... hay millones de planetas rocosos -comenzó la alcaldesa mirando al techo oscuro de su habitación-. Por tanto es de suponer que si aquí en la Tierra existen "osos de agua", que viven en calderas de azufre, y un montón de seres como el gusano aterciopelado o las marsopas... es de suponer que allí, donde quiera que sea, la naturaleza se adapte igual. La vida.
- Vas bien encaminada, sigue...
- Será vida adaptada a su planeta. ¿Te imaginas la de formas creativas y originales que deben...
- ...de existir? Sí.
Nelly se incorporó en la cama otra vez y abrazó la almohada.
- ¿Y cómo son?
El cartero de la ciudad de los cuentos se acercó a ella.
- ¿De verdad quieres saberlo?
Había que tener cuidado con esas preguntas. Porque cuando el niño mensajero, joven heraldo de la ciudad, preguntaba en ese tono... normalmente lo que parecía una cuestión de fácil respuesta afirmativa... en verdad requería un pensamiento más profundo. La alcaldesa dudó por un instante. Temió que si contestaba "sí" una horda de alienígenas invadiera la Tierra al día siguiente.
Tras una larga pausa, se aventuró:
- ¿Puedes darme una pista?
El cartero acogió la pregunta con una sonrisa traviesa. Era interesante ver cómo su interlocutora se echaba para atrás. Le dijo a Nelly que había varios tipos de extraterrestres. Lo que ella consideraba "formas de vida no nacidas en la Tierra, pero sí en planetas rocosos". Algo que la alcaldesa, por probabilidad, daba por hecho. Pero no todos eran así. No todos los habitantes del Universo tenían porqué ser así. Pero volvamos a la pregunta:
- ¿No puedes darme una pista? -aventuró Nelly.
Tras pensarlo y también murmurar algo sobre "no revelar cosas al mundo" (y es que Nelly era muy dada a compartir lo que le entusiasmaba), afirmó:
- No tienen color.
- ¿¿¿Queeeeé??? -esta vez a la alcaldesa se le pasó todo el sueño de repente-. ¿¿No tienen color?? ¡Qué dices! Todos los seres solid... -de pronto se quedó callada-. El color es la cualidad de la longitud de onda que reflejan los objetos sólidos. ¿¿¿¿Me estás diciendo que hay extraterrestres transparentes por ahí?????? ¿Y no puedo verlos?
- Así es.
- ¡¡Venga ya!! ¿En serio? ¿Y cómo viajan? ¿Tienen autobuses transparentes?
- ¿Te parece que un ser transparente necesite de un transporte sólido para poder viajar?
Nelly estaba entusiasmada con aquella idea y se echó a reír. Feliz de encontrar al cartero tan dispuesto a conversar, le dijo en tono confidencial:
- ¿Puedo hacerte otra pregunta?
- Claro.
- ¿Qué es el Universo?
¡Ah! ¡Aquella sí que era una pregunta trascendental! Tanto, que a pesar de ser pronunciada en voz baja, en la casa consistorial, en una noche estival, en plena madrugada, por una alcaldesa desvelada... de algún modo llegó hasta los oídos de Memphis, la científica de la ciudad.
La puerta se abrió de pronto y la doctora Memphis entró en la sala. Con una carretilla de libros. Newton, Einstein, alquimia, los apuntes de Hipatya, la obra de Galileo. Empezó a esparcir volúmenes por todas partes. Preparó su pizarra, se ajustó bien las gafas y dijo:
- ¡Qué gran cuestión! ¡Yo también quiero saberlo! ¿Qué es el Universo?
- ¡Eso! ¡¿Qué es el Universo?! -repitió Nelly girándose hacia el niño cartero.
Pero el joven se había esfumado en el aire.
Una vez más.
Y sobrevino un silencio en el cuarto... tan solo equiparable a la calma que reina en las zonas oscuras tras el cinturón de asteroides de nuestro pequeño e insignificante sistema de un solo sol de mediana edad.
- ¡Mecachís! ¡Estaba a punto de contármelo! -se lamentó Nelly. Y dando media vuelta, se tapó con la sábana y se quedó dormida.
- ¡Mecachís! ¡Estaba a punto de contármelo! -se lamentó Nelly. Y dando media vuelta, se tapó con la sábana y se quedó dormida.
FIN.
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