Nelly y la mirada del vampiro.

Quedamos en una cafetería porque un amigo nuestro nos había convocado. Por la mañana. Bastante temprano.
Intrigados, alarmados e incluso... preocupados, nos juntamos a desayunar.
- Oye, ¿sabéis qué pasa? -pregunto.
No, no lo saben.
Que el que nos convoca nos llame por la mañana es raro. Preocupante. 
- No.
- No.
- Ni idea.
¿Qué hacemos aquí? El amigo en cuestión nos dice que llega tarde. Se disculpa. Yo cada vez estoy más nerviosa. ¿Se puede saber por qué quedamos a desayunar?
- Espero que no se haya entretenido haciendo... cotzas natzis.
El extraño grupo irrumpe en carcajadas. Se trata de una burla, en parte (el resto del chiste no lo sé) relativa al doblaje de la película En Busca del Arca Perdida. Hemos visto dos películas de Indiana Jones hace una semana y no paramos de reírnos. 
Por fin el amigo llega.
Se sienta, pide algo. Está afónico. Nos cuenta sus peripecias de la noche anterior. Se mete con el servicio, la comida, la sociedad, la política.... De repente alguien dice: "¡si es que Einstein era un genio!"
(¿a qué viene eso?  me pregunto. No la conversación, sino el silencio extraño que siento por dentro. Miro alrededor y me digo: "si es que podría escribir un relato con ellos")

- ¿Sabéis qué? Podría escribir un cuento con vosotros. Parecemos un grupo de la resistencia en la Francia ocupada -(por ejemplo, pienso)-. Miraos. Menudas pintas. Y quedando a desayunar aquí...

Mis amigos me miran. Cada uno con una expresión.

- Tú serías el bueno -digo señalando a uno que se remueve en la silla-. Sí, sí, el bueno. ¿Qué tiene de malo ser bueno? Te encargarías de las comunicaciones, de conseguir cosas. (Algo me dice que cosas eléctricas). Te pega y es un buen personaje. 

- Tú -señalo al otro-, el capitán. El de los planes. 

Mi amigo se ríe. ¿El capitán por qué? ¡Hombre! Por su forma de hablar, por su contundencia y porque lleva media hora prácticamente denunciándolo todo. No sé, sería el de los planes. El que da las órdenes. 

- ¡Y tú...!

Me giro alegremente y de pronto me encuentro con una mirada de vampiro fija en mí que me deja helada.

- Tú... 

Con ese pelo cano revuelto, y esas ojeras oscuras que adornan una expresión hermética como ella sola. Un par de ojos verdes que a saber de dónde han salido porque normalmente ni se nota que están ahí.  

Tú y lo raro que eres.

- Tú serías el clandestino.

Mi amigo sonríe. Si es que a eso se le puede llamar sonrisa, claro. Ese gesto breve. De pronto se gira y dice algo como si allí hubiera un camarero, pero lo dice en francés. Me hace la burla, finge que pide otro refresco y sigue con la broma.

- Me ha tocado ser el infiltrado -añade sonriendo de nuevo.

Y dice algo más pero no lo escucho. Me distraigo preguntándome quién sería yo. Supongo que la chica. En todas estas historias suele haber una chica. Y tras decirle al personaje bueno que ser bueno está fenomenal, me giró y me encuentro de sopetón con esa mirada de vampiro bajo esa mata de pelo revuelto. Y no tengo la menor idea de lo que piensa. ¿Quién te ha dado esos ojos? Porque, de verdad, no son normales. 

Y pensé "he debido decir algo que lo ha ofendido". Tan serio estaba. Y de pronto va y me guiña un ojo. Y se ríe.

¡¡¡¡Pero será imbécil!!!

Y entonces se ríe más.

- ¡Pero serás....!!!!!!

Así que sí, el infiltrado. Porque la contundencia del capitán y su inteligencia están claras. La bondad y el buen corazón del chico bueno están más que demostrados. Pero tú, con esa mirada astuta y la puñetera manía de quedarte siempre callado. No sé lo que piensas. Y esos ojos de vampiro. Que si alardearas de ellos pues sería otra cosa pero es que es al revés, hay que acercarse, apartar una mata de pelo, mirar hacia abajo porque te escondes y de repente eres capaz de hacer justo lo contrario. Clavar en alguien una mirada fija que parece que atraviesa todo lo que estás pensando. 

De verdad, te voy a cortar el pelo, te voy a poner un traje y te voy a prohibir mirar así.







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