EL VIAJERO Y EL COFRE TENEBROSO -Cuentos del niño mensajero

La llegada de la primavera traía a la ciudad un sinfín de sonidos  y olores nuevos. Los pájaros cantaban intentando llamar la atención de sus congéneres, los árboles comenzaban a verdear. Y la alcaldesa estaba sentada mirando a través de la ventana, con el mentón apoyado en una mano, cuando entró por la puerta del ayuntamiento el niño mensajero.
- ¿Me has llamado?
- ¡Sí! -exclamó Nelly saliendo de su ensimismamiento.
- ¿Qué necesitas?
Tras reflexionar unos instantes, Nelly le preguntó:
- ¿No podrías contarme lo que va a ocurrir en mi vida de aquí a unos meses?
¡Qué petición tan extraña! El joven cartero frunció el ceño y luego miró por la ventana, hacia la casa que ocupaba el viajero, ese vecino nuevo que hacía poco había llegado a la ciudad.
- Así que no sabes lo que va a pasar... y me lo preguntas a mí, en vez de a Memphis...
- Bueno, la lógica... no me va ayudar en este asunto. Y Memphis es científica. Ella podría decirme que cosas lógicas suceden a otras.
- Pero ahora no tienes ni idea.
- Estoy un poco perdida, la verdad.
- Eso es bueno.
Nelly miró por la ventana. Hacía un día tan bonito. Daban ganas de salir a pasear por las calles y ver qué aventuras le ocurrían a todos los vecinos. De repente, decidió que era justamente eso lo que iba a hacer, salir a preguntarle a las personas con las que se cruzara qué tal les iba la vida. A fin de cuentas, era su alcaldesa.
- ¡Vamos a dar un paseo!
Tras meter algunos objetos indispensables en su bolso: una brújula, un plano de la ciudad conocida, un libro (por si había que utilizar el autobús y le apetecía leer algo), un pañuelo, una botella de agua, otra pequeña de colonia, tres monedas, una libreta y un bolígrafo, emprendió su excursión.
- ¡¡Ya estoy lista!!
Ambos salieron y Nelly cerró la puerta de la casa consistorial con llave. Al volverse hacia la plaza se topó de frente con el viajero.
"Qué guapo es", pensó. 
- ¿Vais a pasear?
- ¡Sí! -exclamó Nelly-, ¿te vienes?
- Mejor no -respondió el viajero, soslayando al niño que le miraba con recelo.
- ¡Pues tú te lo pierdes! -contestó Nelly jovialmente-, ¡hace un día maravilloso!
Echándose a un lado, los vio marchar. Esperó hasta que las dos figuras desparecieron entre las casas y sólo entonces sacó del bolsillo de su chaqueta una pequeña llave maestra y abrió sin hacer ruido la puerta del ayuntamiento.
El mensajero había visto sus intenciones desde el mismo instante en que apareció en la plaza pero decidió mantenerse al margen. Ya en otra ocasión le había advertido que algunas puertas no debían abrirse a la ligera.
El interior de la vivienda de Nelly era ordenador y luminoso. Por todas partes se notaba la presencia de la alcaldesa: cuadros con girasoles, plumas para escribir historias, pergaminos, mapas del mundo desconocido con dibujos de parajes misteriosos...
El viajero husmeó aquí y allá por la habitación con aire seguro pero a la par cauteloso. Cuando de pronto...

CONTINUARÁ...

... le llamó la atención una de las librerías de Nelly. Se acercó, acarició el aire justo frente a ella y como si percibiera algo extraño, la golpeó suavemente acercando el oído a sus estantes. Después, más decidido , movió de nuevo la mano de derecha a izquierda y la librería entera se trasladó, dejando al descubierto un corredor más oscuro que la capa de la misma Muerte.

- ¿Qué tenemos aquí?

Descendió las escaleras del misterioso corredor y usó sus poderes para iluminar la estancia en la que terminó su paseo: un sótano cuadrado de paredes desnudas. En medio de la habitación descubrió un cofre. No se trataba de una pequeña caja de madera sino de un gran arcón rodeado de cadenas muy pesadas, atadas con varios candados. El viajero se agachó para examinar dichos candados a la luz de la magia que siempre llevaba consigo. Los observó con ojo crítico, desde un lado, desde otro. Mientras el olor de la madera vieja inundaba sus fosas nasales, los sopesó con una mano. Luego, tras detenerse en su tacto escarchado y sólido, decidió abrirlos. Pero le llevó un buen rato. La llave maestra no valía. La cerradura de cada candado parecía tener vida propia y cambiar a voluntad, complicándole la labor. 

Mientras, ajena a todo esto, Nelly paseaba felizmente por la ciudad de los cuentos, en compañía del niño mensajero. En el instante en que el viajero nómada bajaba las escaleras del corredor secreto, la alcaldesa se detenía en un parque para echar de comer a unos pájaros. Mientras él luchaba por abrir el primer candado, ella observaba a un pintor callejero. Justo cuando el nómada conseguía abrir el último, Nelly hablaba con un vecino sobre el cambio de estación.

- Ya pronto llega la primavera.

- ¡Desde luego, señora alcaldesa, qué buen año para las fresas y las ciruelas rojas! ¡Tengo un huerto que es la envidia de mis vecinos!

El niño mensajero miró al cielo. Mientras el nómada apartaba las cadenas del cofre los ojos francos e insondables del pequeño cartero se posaban en unas nubes blancas que empezaron a cambiar. Nelly también lo sintió pero un poco más tarde, al notar como la brisa agradable se tornaba en un viento frío y paralizador.

Si bien aquellos signos habrían bastado para causar recelo en casi cualquier criatura, el viajero nómada estaba bajo tierra y no se dio cuenta de ellos. De hecho, abrió el cofre envejecido provocando un sonido espeluznante y se asomó al interior con total despreocupación, pero sin llegar a ver nada.

El vecino que hablaba con Nelly se sujetó el sombrero, pues una fuerte ráfaga de viento casi se lo arrebata de la cabeza.

- ¡Parece que se acerca una tormenta! 

- Con el buen día que hacía -se lamentó Nelly.

De pronto una masa oscura salió a borbotones del cofre. El viajero se apartó. La oscuridad informe inundó la estancia y subió escaleras arriba, colapsando el corredor secreto y llegando al despacho consistorial en un santiamén.

Aquel pegajoso y tenebroso fluido anegó la casa de Nelly e incluso rompió las ventanas para precipitarse al exterior, donde comenzó a dividirse y tomar distintas formas. El viajero salió corriendo en pos de aquella anomalía, o mejor dicho, casi tuvo que nadar para abrirse camino hasta la calle. Una vez allí se apresuró a limpiarse las ropas de aquella viscosidad y reparó entonces, con expresión atónita, en como los montones de materia oscura se transformaban en monstruos de muy diversa y pintoresca índole. 

Las criaturas tenebrosas se dispersaron y a su paso dejaron boquiabiertos y paralizados a todos los vecinos de la ciudad. El viajero, sin acabar de comprender del todo lo que estaba pasando, echó a correr en busca de la alcaldesa. 


Fuente: aburrimientovital.wordpress.com
Otra fuente: Facebook.
Autor: http://johnkenn.blogspot.com.es/
John Kenn Mortensen

Cuando Nelly vio aquellos seres campando a sus anchas, su cara perdió hasta la más leve gota de color. Las criaturas tenebrosas parecieron reaccionar al unísono y comenzaron a juntarse hasta configurar un solo ser de aspecto inimaginable y atroz. Una gran mancha oscura con dientes afilados, cuernos y garras, que cambiaba de forma a cada paso que daba y se alzaba por encima de los tejados de los edificios.

El niño mensajero intentó tomar a Nelly de la mano pero cuando aquella cosa posó sus ojos en ella y sus miradas se encontraron, ya no hubo quien la detuviera.
La alcaldesa gritó:
- ¡AaAAaaAAHHH!
Y echó a correr, dejando al niño plantado en medio de la calle. Sin ver si quiera a dónde se dirigía, Nelly atravesó caminos y callejones, parques y plazas, con el corazón latiendo a toda velocidad.
El cartero salió en pos de ella. Poco después se unió el viajero nómada, quien casi no les alcanza en la carrera.
- ¿Satisfecho? -le preguntó el niño mirando por encima del hombro a la monstruosa criatura- te advertí sobre no abrir ciertas puertas. Y no me escuchaste
- ¿Cómo una ciudad tan bonita -preguntó el nómada entre resuellos-, puede albergar seres tan espeluznantes?
- Si consigues alcanzar a Nelly, pregúntaselo. Ya que siempre están aquí. 
Pero para poder hacerlo primero tenían que alcanzar a Nelly. Y eso no iba a resultar sencillo. Había que reconocer que la alcaldesa bien podía ganar una marca olímpica en carrera de velocidad. Para ser una funcionaria de despacho, disfrutaba del deporte al aire libre y ahora mismo toda aquella velocidad resultaba una desventaja. 
- Se dirige al bosque de la lógica... buscará refugio entre la arboleda.
- ¿Y qué hay de malo en ello? -preguntó el viajero-, por tu expresión diría que es una mala idea.
- Cuando esa cosa llegue al bosque duplicará su tamaño.
Tal como el niño predijo, Nelly se refugió en el bosque que había a las afueras de la ciudad. Un bosque donde los árboles tenían formas geométricas, y cada flor era una bella representación de una fórmula matemática.
- ¡¡Aquí estaré a salvo, aquí estaré a salvo!! -repitió como un mantra, buscando refugio.
Se escondió tras un matorral y trató de recuperar el aliento. Le temblaban las manos, estaba pálida y notaba el corazón golpeándole el pecho con fuerza.
Por supuesto, el gigante tenebroso era muy consciente de dónde estaba Nelly y siguiéndola a ella, al viajero y al niño, llegó también a los límites de la foresta. Una vez allí, arrancó de cuajó un árbol y se lo zampó, creciendo en tamaño casi al instante. Su risa  y su sombra se esparcieron por todo el bosque.
Y el grito de terror de Nelly, también.
- ¿Lo ves? Te lo dije... -afirmó el niño-, la lógica no le va a servir de escondite. Estamos en el peor lugar posible.
Al monstruo pareció gustarle aquel festín vegetal pues comenzó a comerse las flores, los árboles, algunos troncos caídos, e incluso piedras gigantescas del bosque. Y cuanto más engullía, más y más aumentaba su tamaño. Y su tamaño era directamente proporcional al terror que sentía la alcaldesa.
- ¡Mira, allí esta!
El cartero y el nómada por fin la habían alcanzado. O mejor dicho, se toparon con ella mientras la alcaldesa corría en dirección contraria pues el monstruo era tan grande que resultaba difícil salir del bosque esquivándolo. 
- ¡Nell..!
- ¡¡Quitaos del medio, apartaos, laaargo!! -gritó enloquecida Nelly, mientras realizaba aspavientos y trataba de escabullirse.
- ¡Para, Nelly! -el niño la agarró del brazo pero ella siguió intentando correr y casi se lo lleva a rastras.
Finalmente el niño la soltó. Nelly tropezó, sin llegar a perder el equilibrio, y siguió su carrera enloquecida hasta que una garra rematada en uñas afiladas, casi tan grande como ella misma, se interpuso en su camino. Nelly cayó al suelo de culo, casi sin respiración, y pensó que no podría soportar tanto terror durante mucho tiempo. Aún así, se puso en pie, dio media vuelta y echó a correr de nuevo en dirección contraria. Se habría adentrado más en el bosque de no ser porque en ese instante, el viajero enderezó la espalda, invocó su magia, hizo aparecer un círculo de luz palpitante y azul y cuando Nelly pasó por su lado consiguió hacerla girar hacia sí, posó su mano sobre su corazón y dijo una sola palabra:

- Para.

Con una voz suave, serena y dulce.

CONTINUARÁ...

Y por algún motivo incomprensible, por alguna extraña razón que nadie en la ciudad habría podido explicar ni prever, Nelly se detuvo. Con el corazón latiendo desbocado, un sudor frío recorriéndole la espalda, las manos temblorosas y una mirada suplicante... pero se detuvo. El niño mensajero contempló la escena, muy interesado, mientras el viajero nómada paseaba la mirada del monstruo a la alcaldesa, y de nuevo al monstruo. Había tomado las manos de Nelly entre las suyas y de repente, lo comprendió.

- No tienes elección -dijo-, si quieres que esa cosa se vaya ,tendrás que enfrentarte a ella.

- ¿¿Estas loco?? ¿¿Tú has visto su tamaño?? -gritó Nelly-, ¡no, suéltame! 

- Quizá sería más fácil para ella sino fuera un sólo ser tan monstruoso, sino un conjunto de pequeños seres irritantes y desagradables...

- ¡Suelta, quita aparta! -protestaba Nelly- ¡llevaos esa cosa de mi ciudad! ¡No quiero verla!

- Déjame que te ayude -replicó el viajero, al que no le había pasado por alto que la criatura salida del arcón no había avanzado posiciones desde que la alcaldesa se había quedado quieta.

Sin duda, existía una conexión, pensó el nómada, y él era un experto en ese campo.

- Creo que conozco una canción que podría ayudarte. Cierra los ojos y escucha...

Nelly hizo lo que le pedía y como por arte de magia comenzó a escuchar una melodía muy marchosa, pero antes de que el viajero recitara una sola estrofa, ella se adelantó y fue la primera en cantar:



- ¿Lo ves? -dijo el viajero al terminar la canción-, no es tan difícil.

Nelly abrió los ojos poco convencida. Aunque el estribillo era pegadizo... un conjunto de notas musicales no bastaba para ahuyentar a semejante monstruo.

- ¿Y no podría irse sin más? -preguntó mirando al nómada y después al niño mensajero.

El cartero negó con la cabeza.

- Si no queda más remedio...

Nelly observó al gigante y tragó saliva con esfuerzo mientras avanzaba un paso. El monstruo dejó de comer árboles de lógica, se encaró con ella y abrió unas fauces descomunales repletas de dientes. Nelly retrocedió un paso.

- ¡Vamos, que tú puedes! -le animó el viajero.

Y aunque pensaba: "seguro que no", lo cierto es que avanzó dos pasos más y el monstruo alzó el mentón a la par que ladeaba la cabeza como diciendo: "esto no me lo esperaba".

- ¡Venga, venga!

Nelly dio otro paso. Y otro más. Y el monstruo retrocedió uno, por primera vez. Asombrada ante aquel descubrimiento, la alcaldesa avanzó tres pasos seguidos y el ser espeluznante se agitó enfadado. Sobre su espalda crecieron cuernos puntiagudos que apuntaron hacia el cielo antes de volver a desaparecer. Luego Nelly vio como le crecían unas alas grandes y negras. Pero también desaparecieron cuando avanzó otro paso.

- ¡Lo estás consiguiendo! -exclamó el viajero.

- No cantes victoria tan rápido -dijo el niño. Aquel enemigo llevaba muchos años allí. 

Nelly se detuvo sólo cuando faltaban tres pasos para tocar la piel del monstruo. Desde tan cerca, parecía traslucida, como una nube de humo negro que se pudiera atravesar. Levantó la mano, insegura, para tocar al gigante pero segundos antes de poder hacerlo el monstruo cambió una vez más de forma, volviendo a dividirse en un sinfín de pequeños espectros de figura dispar. 

Nelly se protegió la cara con las manos cuando aquellos seres salieron volando en todas direcciones.

- ¡Rayos! -exclamó el viajero- ¡casi lo logramos!

- ¡Marchaos de mi ciudad! -gritó Nelly al viento.

Había estado a punto de conseguirlo. Con los hombros hundidos y aspecto de derrota, la alcaldesa se giró hacia el nómada y el niño.

- He fracasado.

- No del todo -respondió el cartero.

- Pero si ni siquiera he llegado a tocar al monstruo.

El viajero nómada miró a un lado y a otro, cada vez más intrigado por la historia de la alcaldesa y de aquella ciudad. Nelly se encogió de hombros y volvió junto a ellos.

- ¿Por qué dices que no he fracasado? -preguntó al niño- podía haberle echado de aquí pero no me ha dado tiempo...

- Mira, ¿ves ese espectro junto al matorral?

Señaló un diminuto monstruito de aspecto peludo y desagradable, con un cuerno por nariz, que enseñaba unos dientes afilados mientras abría la boca en un intento de ser aterrador.

- ¿Ese? ¡espera que voy a espantarlo! -dijo Nelly alegremente mientras se acercaba a él.

Así como le puso la mano encima y le acarició, el monstruo sufrió un repentino ataque de temblores y se deshizo en el aire. Claro que era un ser muy pequeñito y aunque asustaba, no demasiado.

- ¿Lo ves? ¿te das cuenta?

- No debes tener miedo de nada -añadió el viajero.

Tras sopesar aquellas palabras, la alcaldesa miró al cielo y con aire divertido, exclamó:

- ¡¡Esta noche iremos a cazar monstruos!!

Y así fue como se celebró la primera redada nocturna en busca de seres tenebrosos que dan miedo, en la ciudad.

FIN.

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