Aprender no siempre es fácil -Cuentos del Niño Mensajero


Pocos sábados habían resultado ser tan tormentosos. Aquella mañana primaveral, los habitantes de la ciudad se despertaron como otro día cualquiera, cuando vieron pasar a Nelly con unos tablones, unas pancartas y una caja de herramientas, caminando presurosa hacia los límites de la ciudad.
- ¡Buenos días! -saludó al panadero.
- ¿Lo son? -preguntó este, observando a Nelly.
- ¡Claro que lo son! -respondió ella enfadada-, hace un día estupendo y maravilloso.
Sin detenerse y sintiéndose molesta con los vecinos porque entorpecían su paso en algunas calles, se acercó a las últimas casas de la ciudad y clavó un cartel en un poste:

"NO MÍSTICOS
NO VIAJEROS
NO MUSOS"

Lo ató bien fuerte con siete cadenas, luego le dio cinco vueltas, puso ocho candados, dio media vuelta y regresó a la casa.
Tuvo dos accidentes mientras lo hacía, porque no veía bien a través de la fina lluvia que había comenzado a precipitarse sobre los tejados de la ciudad. Rompió una baldosa de su preciosa plaza del ayuntamiento y tropezó con una fuente provocándose un tremendo moretón en una pierna.
Al llegar a la casa consistorial, cerró puertas y ventanas a cal y canto y después sufrió una pequeña crisis nerviosa.

Luego se limpió las lágrimas y salió a pasear con un paraguas. 


Fuente: Facebook (desconozco la autoría)


Al llegar a un parque, se sentó y al cabo de un rato vio pasar al niño mensajero, cartero de la ciudad de los cuentos, que se detuvo a su lado.

- Te doy un día -dijo Nelly, secándose las lágrimas que se mezclaban con la lluvia.

El niño la miró intrigado. Normalmente, en estas situaciones, Nelly ni siquiera le hablaba. Como mucho le entregaba una orden consistorial en la que exigía por escrito el re-establecimiento del buen tiempo. Pero hablar, hablar, lo que se dice hablar, era algo novedoso.

- ¡Un día! -repitió Nell enfadada, señalándolo con un dedo acusador.

- Paciencia -dijo el niño.

- Y si arreglaras las cosas antes, ¡mejor! Porque, ¿te das cuenta de la cantidad de accidentes que he tenido por el estado de ánimo?  ¡Deberías solucionarlo antes de que la Ciudad entera se caiga a pedazos!

El cartero no contestó. Al cabo de un rato se levantó dispuesto a marcharse.

- ¡¡Arregla este desastre ya!! -exclamó Nelly.

El niño le contestó:

- Me has dado un día. 

Y por algún motivo extraño, Nelly sintió cierto alivio en el corazón.

- Sí, te he dado un día. Cierra la Ciudad a cal y canto y... ¡¡ay!!

Se llevó una mano al pecho. Eso también era nuevo. No que le doliera pues ya le había dolido antes, mucho más, en mil ocasiones. Lo nuevo era que se diera cuenta de ello.

- No soporto esto -dijo mirando al niño.

- Lo sé. 

El cartero se  marchó.
Nelly regresó a casa, se encerró en si misma y descansó un buen rato. Luego, se levantó de su mullido sofá y preparó un té. De pronto, de una manera totalmente inesperada, tuvo un momento de calma. Se le ocurrió que sería una idea estupenda ir al cine. Así que construyó un nuevo barrio en la ciudad. Se arregló el pelo, se puso guapa. Y a cada paso que daba, más y más edificios altos y calles llenas de vida surgían de la nada. Era aquel un barrio de edificios novedosos, pues a diferencia de otras avenidas, estas discurrían juntas, escoltadas por bloques de pisos de más de cinco alturas. 

Decidió que ese barrio estaba en el Sur de la ciudad. 
Cuando llegó al lugar adecuado, un buen amigo la estaba esperando. Tras pasar unas horas riéndose y conversando, la Alcaldesa regresó a su casa. Aprendió a reírse de sí misma, aprendió aún más de la experiencia de vida de otros y fue consciente de un modo absolutamente extraño para ella, quizá a causa de la tristeza que todavía albergaba su corazón, de cada instante de la velada.


fuente: facebook

Al día siguiente volvió a salir a pasear por los tranquilos alrededores del ayuntamiento, y llegó hasta una gigantesca muralla de color azul. Era una construcción sólida de hormigón, que separaba el interior y el exterior de su querida ciudad.

El cartero la miraba sin estar del todo convencido. Aquella monstruosa pared no servía para mucho pero si la alcaldesa se sentía mejor contando con ella... ¿quién era él para objetar algo?

- ¿Te encuentras mejor?  -preguntó al verla llegar.

Nelly se sentó junto a él, como si fuera un indio, y dejó que la luz del sol bañara su cara, reconfortándola. Todo estaba ya atado y bien atado, pensó, cada persona clasificada y cada dato archivado. La vida podía regresar a la cotidianidad.

- Sí -dijo.

El cartero se sentó a su lado. 

Le entregó entonces una carta con una noticia mala. Nelly le miró sorprendida. Recordó que el día anterior una vecina se había caído por unas escaleras justo cuando ella pasaba. Su amigo, riendo, había exclamado: "¡¿Eh? No esparzas el mal karma!"
Nelly se había reído mucho. A decir verdad pasó la noche riéndose de sí misma y de sus gustos por todo lo que tuviera que ver con el budismo
Pero lo cierto era que, sumado a otros accidentes y a otra serie de cosas... empezaba a resultar extraño.

- No te asustes -le pidió el niño.

- No entiendo nada -dijo Nelly.

Y tras una pausa, preguntó:

- ¿Me echas una mano?

El niño respondió:

- Ya lo he hecho. Te traje al Muso.

Pero Nelly negó con la cabeza. "NO, no, no", "mira lo que ha pasado". 

- No quiero Musos, no quiero místicos.. ¡¡y si vuelves a nombrarlos te echo a ti también de la ciudad!! -gritó enfadada-, ¡no les necesito! ¡y les odio!

De nuevo, una mano al pecho. La izquierda. 

Llegados a este punto, el cartero sacó un paquete lleno de libros de su bolsa bandolera. Puso una sonrisa de oreja a oreja y dijo: 

- ¿Te gustaría pasar el día leyendo?

- ¡Ay, por fin algo fácil! -contestó Nelly alargando los brazos.

Libros. Historias de aventuras, de piratas, explicaciones científicas del origen del universo. ¡Libros! 

Con renovada paz y energía la alcaldesa abrazó los libros contra su pecho y caminó de regreso a casa, si bien en su corazón sentía una inquietud que aún tardaría unos días más en apaciguar.

FIN. 


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