Los problemas de una autoestima baja.

Esta entrada puede resultarle útil a algunas personas, y a otras no. Voy a compartir con vosotros una experiencia de paso que analizamos las cosas y os doy consejos que he ido aprendiendo a lo largo de los años (consejos que pueden seros útiles... o quizás no).
Esta mañana me he dirigido muy temprano a servicio de trenes de mi ciudad. Y no hablo de la Ciudad de los Cuentos, hablo de la vida real. Cuando he llegado a la estación me acerqué a una máquina automática y traté de sacar un billete. No me dirigí a la taquillera porque te señalan la máquina y se nota que les molestas cuando compras "en persona". El problema es que la máquina expendedora no aceptaba mi billete.
- ¡A esta hora no te acepta ese billete! -me dijo la taquillera.
Lo intenté dos veces más.
- ¿Puedes cobrarme tú?-dije.
Y aquí vino el problema. La taquillera estaba leyendo el periódico y me dijo:
- Yo no tengo por qué cobrarte. 
Y siguió leyendo.
Si hubiera empleado otra fórmula. Pero "... yo no tengo porque cobrarte" significa: "yo puedo cobrarte, pero no tengo por qué..."
Veréis,... me quedé blanca. Literalmente. Aún entonces mi respuesta fue:
- ¿Qué alternativa puedes darme para viajar en tren?
(en un tren de tu compañía. De la que te paga el sueldo...)

Pensando: "¿Eres consciente de lo ridículo que queda el hecho de que vendas billetes y por tu culpa no pueda tomar un tren de tu compañía,... ?"

Aunque, realmente, lo que reprimí era: "¿No tienes por qué cobrarme? ¿te pagan por tener tu culo de malencarada pegado al asiento mientras lees la prensa? ¿qué pasa, te dejó tu marido y has perdido las ganas de vivir o es que eres idiota?"

Os podéis imaginar por qué no dije nada. Si le suelto eso no sé lo que habría pasado. Sé con seguridad que si hubiera tratado de decírselo al final habría dicho algo más educado y que la señora con actitud de perro de presa me habría contestado mal, con lo cuál yo habría "reculado", con el corazón a cien por hora, y me habría llevado un disgusto. 

Vale. ¿Qué ocurre entonces? Sin contestar a su estúpida frase de persona poco inteligente y sin que ella me diera solución alguna, me volví hacia la máquina y finalmente un empleado de seguridad se acercó y me ayudó. Un guardia. De los que vigilan los andenes. La señora taquillera siguió leyendo tras hacerme sentir de lo más estúpida porque su ayuda fue: ¿tienes una tarjeta? ¡pues paga con eso! Pero no me dijo ni en qué máquina y, sobre todo, la actitud era tremenda.

Con los años he aprendido a no sentirme mal por ser educada. Sé que en semejantes circunstancias yo optó por no responder a la agresión o equivocación de los demás. Sé que la otra persona no se da cuenta de lo imbécil que puede llegar a ser pero... bueno, he aprendido a vivir con ello. No obstante, también he aprendido otra cosa. He aprendido que yo reacciono y que tengo bastante mala leche (que no carácter fuerte, ojo, hablo de explosiones de genio muy inesperadas por mi temperamento habitual). 

Al subir en el tren una idea acudió a mi mente: "Te ha ayudado el guardia" Pensé. Correcto. "El guardia es el que vigila los andenes. Bien, si el guardia vigila y la taquillera vende... y en este caso, es el guardia el que vende también billetes, ¿cuál es el trabajo, pues, de la taquillera?"

Leer el periódico.

¡¡¡UFFF!!! JAJAJJAJAJA. Claro, ¿qué paso a continuación? Reclamación en la estación de destino, carta al periódico, carta on line, queja en webs de Consumo... Por cierto en la estación de destino me atendieron fenomenal. De hecho el empleado me puso una cara de total empatía y me dijo: "no puedo creerlo... que te respondiera así". Yo hasta pensaba que no vendía billetes, quizá. El chico me dijo que me lo estaba tomando muy bien, para como reclamaban otros viajeros... 

A ver si entendéis lo que quiero decir: si yo a la taquillera le hubiera respondido. Si le hubiera sabido responder. No habría puesto una reclamación a Renfe y a la organización de consumidores. 
Es un poco porque veáis lo que nos pasa a los que tenemos baja autoestima o no nos defendemos en el momento... por no molestar. He leído por ahí que somos un poco como una olla a presión. Aguantas, aguantas, aguantas... de pronto te giras y es un: "Perdona, ¿sabes con quién estás hablando? Porque creo que no lo sabes..." y montas una tremenda. No os equivoquéis, no se debe tratar mal a la gente. Pero la verdad es que el resto del día (y teniendo en cuenta cómo escribo yo) me sentí un poco mal. Sí, porque mis cartas de protesta suelen ser... bastante irónicas. Esta era: "Se busca empleado para desatender al cliente. Se valorará su total falta de interés por..." etc. etc. Igual la publican, igual no, pero yo me quedé a gusto. 

Tiendo a reaccionar así. Primero me voy, pero luego vuelvo o tomo la reacción y entonces es mejor que te apartes. 

En otra ocasión tuve que reclamar por una entrega fallida de libros que me costó un dineral. Me contestaron: lo siento, es lo que hay. Y yo dije: "oh, perfecto. No pasa nada. El año tiene 365 días y yo tengo 365 cartas que mandarle a usted, a su jefe de ventas en Alemania y a la responsable de Relaciones Públicas en Francia y a todo el que se me ponga por delante..."
A los dos meses me devolvieron mi dinero.

Pero este último caso es más bien para ilustrar una herramienta. Veréis, no soy autoritaria. Al revés, voy con tanto miedo a molestar que me paso al bando contrario: al de "no actúes por si aca..." Por si acaso molestas, por si acaso piensan mal, por si ... así todo el rato. 
Ahora tengo un puesto de responsabilidad donde tengo que dar un mandato que debe cumplirse. Hay gente autoritaria por naturaleza. Yo sé que no lo soy. Así que me puse a pensar:

"Todo problema tiene una solución, por el mero hecho de existir. Y yo debo encontrar mi recurso". Y me di cuenta de algo: "no eres autoritaria, pero eres persistente", me dije. Así que la siguiente vez que tuve que dar una orden en vez de exigirla: "eh, haz esto" lo que responden: "Psss, con esa carita, ¿te voy a obedecer?", ¿qué solución encontré?" La de: ¡hombre, qué tal! me voy a quedar aquí plantada hasta que lo hagas.

A nadie le gusta trabajar con un jefe pegado a sus hombros. Aunque sólo sea por quitártelo de encima, obedeces. Claro que envidio a ciertas personas que solo con su presencia ya imponen respeto. Pero elijamos lo que elijamos (en nuestra manera de ser) siempre habrá dificultades. (No por el hecho de ser autoritario ya consigues el respeto de la gente)

Trabajar la autoestima es un deber personal que todos deberíamos tener. Me explico: tú puedes pensar (sobre todo la gente que entienda esto), que por el hecho de desmerecerte estás ayundando a tu entorno. Y eso es un error. Quitarte méritos no ayuda a que los demás se sientan mejor, aunque pueda parecer una forma de evitar conflictos.

O sea que si detectáis cualquier tipo de pensamiento limitante, cortarlo de raíz.  "Yo esto no lo hago bien", "yo para esto no valgo...", "los demás lo hacen muy bien y yo no..." Lo complicado es darse cuenta de que pensáis estas cosas, o similares. Es muy difícil. A veces vivimos pensando esto, sin saberlo. 

En segundo lugar, he comprobado que las personas que son "asertivas", son las que más ayudan al ambiente. Aunque se asertivo no significa llevarte bien con todo el mundo. (Una persona asertiva es aquella que da su opinión sin temor y defiende sus derechos sin pisar a nadie). La asertividad también es complicada, pero puedes elegir no ser asertivo, si quieres. 

Es decir: yo puedo optar por ser amable y seguir evitando conflictos. Si quiero. Es mi decisión. Y en el 98% de los casos me trae consecuencias positivas: suele ser fácil trabajar conmigo, hago favores, no suelo protestar... todo eso está muy bien. Me gusta trabajar en equipo. Ahora bien, el problema está en cuando la gente cruza la raya y me enfado. O mejor dicho: no me enfado, no me enfado, y no me enfado... hasta que un día me enfado.

Saber gestionar bien nuestra defensa de derechos es complicado. Una persona que diga las cosas en su momento: "Oye, esto no me ha parecido bien", sin que le de un ataque de nervios por decirlo, o se le ponga el corazón a 100 por hora,... para mí es una persona de la que aprender. Ja ja ja ja..! Yo sé que por escrito me expreso bien, y sé que tengo el don de la diplomacia... y me encanta la armonía.... Pero cuando se genera un conflicto... me escapo. 

Y de eso va esta entrada. De las situaciones con conflicto. 

En el ámbito laboral ya hemos visto que no hay problema porque he descubierto que hay varias soluciones para un mismo escenario. Puedo elegir imponer con mi presencia... pero como sé que eso no va asustar a nadie, puedo optar por: "oh, de acuerdo, tú no hagas caso que ya verás la tabarra que te voy a dar..." Es otra manera. Y además, sonriendo. Lo cuál no enfada a nadie.  Además, sé que soy buena en la comunicación. 

En el ámbito personal... ahí sí tengo retos. Quiero ponerme retos. Pero me va a costar un triunfo conseguir las cosas. Hay otro escenario en el que también tengo problemas y que de momento resuelvo procurando evitar interacciones con personas así:

Dos inseguros juntos, pero cada uno con la tendencia contraria. 

Suelo tener este tipo de conversaciones (he puesto ejemplo con los libros, pero podéis poner cualquier otro tema: el gimnasio, la lectura, la cultura, lo que sea...)

- ¡Ah, ¿así que escribes?! -me preguntan.

- Sí, pero libros juveniles...
(lo que viene siendo: "sí, pero no es importante. Sí, pero bueno, no soy de gran literatura, etc. etc.)

Lo normal ante este escenario es que mi interlocutor responda:

- ¡Qué bien! la literatura juvenil es difícil...

O si es un allegado:

- ¡Qué mal te vendes, Nelly! ¡Pero si has publicado ya XX novelas...!

Hasta aquí, perfecto. Sea con el tema de libros, de deportes, de lo que sea. El problema lo tengo en esta situación:

- ¿Así que tú también escribes? Yo también. Soy autor.

- Ah, bien, yo solo hago libros juveniles...pero nada, ¿qué libro estás leyendo?

- ¿Juveniles? No esta mal. Yo soy de narrativa adulta. Ahora mismo estoy trabajando en un importantísimo proyecto. Llevo semanas entregado a ello. Va a ser la bomba. Pero bueno, la juvenil no está mal...para empezar...

- ¿De verás? Qué bien. ¿Y con quién estás?

El interlocutor me mira con cara de no entender:

- ¿Con quién estoy? 

- De editorial, me refiero. 

- Oh, con ninguna.

¿¿¿???

Bien, en este tipo de circunstancias a mi me dan ganas de decir: ¿tú eres imbécil o me lo parece a mí?

Claro, no lo digo. Veréis, creo que me enervan tanto esas personas porque tienen el mismo problema que yo pero lo enfocan justo en sentido contrario. Pero de esto me he dado cuenta muy recientemente, gracias a una amiga. Os pongo otro ejemplo de situación:

"- Este fin de semana he estado en Valencia. ¡Qué bonita es la playa de levante!"

Respuesta de mi interlocutor:

- Mi tío tiene casa en Levante. Un palacio.

Respuesta mía:

- Ajá, qué bien. (normalmente, aceptaría la deriva de la conversación hacia el Palacio de su tío...) (imaginemos que esta vez no lo hago). Pues vi un bando de gaviotas volando sobre el mar.

Respuesta de mi interlocutor:

- De pequeño yo tenía gaviotas.

Aquí ya me enfado. Lo que pasa es que no me doy cuenta del motivo. Da la casualidad de que yo tengo un bando de gaviotas en el patio de mi casa pero no lo digo porque no estoy compitiendo. Que si se trata de competir, ¡¡compitamos!!:

- ¿Y tú tienes gaviotas también? Ah, no, perdona, no tienes, es que yo tengo, ¿sabes? y además de Levante. Pero bueno, ¿qué me decías del Palacio de tu tío? Yo me alojé en un hotel de 5 estrellas de lujo, ¡a lo mejor tu tío vive cerca!

Esto sí lo hago. La persona me suele cambiar de tema al verse vencida en su campo. Pero yo sigo enfadada. Porque me parece una afrenta a la inteligencia no darse cuenta lo descortés que es.

Estoy siendo muy sincera en esta entrada, por cierto. En fin, una amiga me hizo darme cuenta de una cosa hace dos días. Me hizo darme cuenta de la "competición" del ejemplo anterior. La competición es propia de gente insegura. La gente insegura, se compara

Con esto no estoy diciendo que suelan darse a menudo estas situaciones (justo la anterior) Es más, si os soy sincera llevaba como 5 o 6 años sin tener una similar. Si soy sincera: sólo he tenido esta situación 2 veces en los últimos años, y las dos con chicos. Mi amiga dice que es la forma que tienen ellos de "impresionar". ¡Pero a mí no me impresionan! A mí me impresiona un chico fuerte y lo bastante sincero y honesto como para ser una persona normal. Y no ir con pretensiones. Es decir, mi impresiona más la naturalidad que el hecho de que "vayan" de algo. No te digo nada si tratan de ir de intelectuales. Entonces es un: "pasa y siéntate... que nos vamos a reír un rato".

Sólo que no me río,  me enfado.
En fin.

Todavía tengo que darle vueltas al asunto de hoy, de la reclamación, de todo lo que he sentido al hacer valer mis derechos, de si quiero o no responder de malos modos en el instante, y de porqué me cuesta tanto decir: "¿¿Perdona?? NO" Porque no. Porque no me da la gana, porque no quiero, o porque no me apetece.

Vamos, ... el "no pero..." o "no porque..." lo llevo fenomenal. Y el ser empática, diplomática, sonriente y complaciente también. Lo complicado es dejar salir la arpía que llevamos dentro en dosis saludables y sanas.

Se aceptan opiniones (respetuosas siempre)
¡Saludos internautas!

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