De Camino al Corazón - Los Cuentos del niño mensajero.

Érase una vez que la alcaldesa de la ciudad de los cuentos golpeaba desesperadamente la puerta de la consulta de la urbe imaginada. Cuando Memphis, científca y refutada doctora, abrió se encontró con Nelly en el umbral, agarrándose el pecho.
- Necesito que me ayudes -dijo la que gobernaba la alcaldía en ese momento.
- ¡Hola!, ¡¿qué es ese ruido?! -preguntó Memphis sorprendida- juraría que he abierto la puerta pero sigue sonando como si llamara alguien.
- Es... -respondió Nelly entre resuellos-, es... ¡es mi corazón! Late como un caballo a la carrera.
- ¡Uaho! ¡Pasa, no te quedes ahí!
Nelly entró en la sala de estar de la pequeña consulta. Normalmente, el médico estaba fuera de la ciudad por lo que a veces dejaba a Memphis, que era más bien investigadora, al cargo de las urgencias cotidianas. Si se presentaba un caso grave, el niño mensajero corría a llamar al doctor.
- ¡No para de latir como un loco! -exclamó Nelly poniendo encima la mano.
- Vaya, vaya... -dijo Memphis acercándose-, ¡pues no hace falta ni estetoscopio para oírlo!
- Parece que vaya a salir volando por esa ventana -señaló Nelly.
- ¿Has hecho algo que provoque semejante actividad?
- ¡Nada!
- ¿Estuviste haciendo deporte?
- ¡No!
- ¿Te dieron algún disgusto?
- ¡Qué va!
- Hum..., qué cosa más extraña.
Memphis paseó arriba abajo por la consulta. Empujó el puente de sus gafas de pasta con el dedo pulgar de la mano derecha y, después de humedecerlo con la lengua, sacó un tomo de Medicina de la estantería y comenzó a pasar páginas y más páginas.
- Será mejor llamar al doctor.
Cuando abrió la puerta la científica se encontró con el cartero. 
- Hay que llamar al médico... -anunció Memphis.
- ¿Es por Nelly?
Asintió.
- ¿Por su corazón? 
Asintió de nuevo.  
- No es necesario.
- Pues parece que esta muy mal.
El niño mensajero entró en la estancia. Se acercó a la alcaldesa y la tomó de la muñeca para guiarla hasta la puerta. Memphis los siguió.
- ¿Dónde vamos?
- Ahora mismo lo verás... -respondió el niño acercándose al bosque cercano. 
No era un bosque normal y corriente, los árboles tenían formas geométricas. Algunas flores que alfombraban el suelo tenían números en sus pétalos y un sinfín de cactus y otras plantas poliédricas crecían en perfecta simetría.
- ¿Este lugar tan raro qué es?
- La lógica -respondió enigmáticamente el niño mensajero-. Todo un bosque de argumentos, tramas, estrategias y estudios racionales del medio que nos rodea. Cada planta tiene un lugar determinado y hasta las hojas más pequeñas son geométricas. Incluso el caos, aquí, parece seguir un patrón. O eso se pretende,.... 
Rodearon una pared de jara cuadrada, coronada por flores octogonales y justo detrás, en lo más profundo de la foresta, escoltado por un puñado de árboles altos y oscuros, descubrieron que latía un enorme corazón. Era una figura hecha de luz multicolor, que se movía rítmicamente, a quince centímetros del suelo. Ahora azul, ahora blanca, ahora rosa... cambiaba sin cesar. Tanto Nelly como Memphis lo miraron asombradas.
- ¡Ay! -dijo Nelly llevándose la mano al pecho-, ¡qué bonito!
El niño mensajero se echó a reír.
- Pero eso antes ahí no estaba ...-respondió Memphis.
- No con esta forma -contestó el cartero-, normalmente, no se ve. 
El corazón de luz latía inquieto como las alas de un colibrí, y cambiaba de color a cada instante. De pronto se volvió azul, violeta y todo alrededor de los protagonistas de esta historia se oscureció.
Nelly se llevó la mano al pecho. Sentía ganas de llorar. 
- ¿Recuerdas que quien te lo mostró, te pidió antes permiso?
Nelly miró al cartero. No se trataba de un habitante habitual de la ciudad de los cuentos. Nadie del que se hubiera hablado antes en el lugar Era sólo un viajero que iba hacia poniente y le preguntó a la alcaldesa si le daba permiso para desbloquear un camino de la ciudad. Ya que quería atravesar por allí. 
Desconocedora de la ruta que quería tomar el viajero e intrigada por saber qué puerta estaba cerrada en la urbe de los cuentos, de la que creía conocerlo todo, la alcaldesa accedió. 
- ¿Te lo pidió, no es cierto? -insistió el niño- te pidió permiso. ¿Por qué crees que pedía permiso?
- Ya, sí, sí -dijo Nelly-, pero yo soy científica. No esperaba esto.
Y es que el viajero tenía una llave mágica que habría puertas invisibles.
- Pues ya lo ves -repuso el niño-, esto es lo que hay. 
Nelly miró el corazón palpitante de colorines y se dijo a sí misma que estaba a punto de dejarse caer en el suelo del bosque y ponerse a llorar. 
- ¿Y si hacemos que desaparezca? -preguntó Memphis, al ver palidecer a la alcaldesa- colocamos unos árboles delante y ¡listo! ¡todo como siempre!.
El niño mensajero se acercó al fenómeno surgido de la nada. La luz se volvió más brillante y el corazón refulgió con una luz blanca que no hacía daño a la vista, aunque fluctuaba de forma inquieta.
Nelly entonces, se echó a llorar.
- ¡Estoy yo sola como Alcaldesa de toda la ciudad!,  ¡y siento que voy  a equivocarme mucho y tengo mucho miedo! -exclamó.
Memphis miró sorprendida a Nelly.
El niño mensajero detuvo su mano a dos milímetros escasos del corazón blanco y luminoso.
- Esta muy asustada -dijo.
- ¡La culpa es del viajero! -espetó de pronto Nelly.
- Te pidió permiso -recordó el niño, volviendo la vista hacia ella-, recuerdas perfectamente el instante en que te pidió permiso. No puedes enojarte con él. Independientemente de si venía de oriente o de occidente, si le crees en lo demás que dijo o no...   
- ¡¿Y ahora qué hago con esto?! 
- Bueno, es un corazón, podías intentar entenderlo.
- ¡Y tú podías irte a la porra! -estalló Nelly.
El cartero meneó la cabeza y miró al cielo como pidiendo ser paciente.
Tras unos instantes, mirando fijamente a la que regía la urbe, habló con la voz franca de un niño y preguntó:
- ¿Quieres que te lo oculte de nuevo?
Y aquí se hizo un silencio largo. Nelly estaba, al principio, demasiado ofuscada, irritada, enfadada y asustada para responder. Se frotó los ojos, se rascó la frente, se cruzó de brazos. Se dejó caer en el suelo y por último, se quedó mirando el corazón.
Aquella misma mañana había recibido además la noticia de que el Muso no iba a volver a la ciudad durante mucho, mucho, mucho, mucho, mucho tiempo. 
Se había quedado sola. Pero lo que más le dolía es que según el Muso, siempre lo había estado. Sola y perdida, sin un manual de instrucciones adecuado.
- No, no lo ocultes -dijo.
- Estáis siempre los dos -respondió el niño-, me parece una decisión sabia
Nelly se puso en pie y decidió que arreglaría el bosque alrededor del extraño fenómeno luminoso, a ver si lograba separar los árboles de figuras frías y geométricas, de aquel estallido inquieto de luz y color cambiante. O mejor aún, a ver si conseguía integrarlos. 
- ¿Qué pasa con el viajero? -preguntó mirando al niño.
El pequeño sonrió.
- Puede volver. 
- ¿Hay más lugares secretos en la urbe?
- Ni te los imaginas.
Nelly sintió un escalofrío. Miró a Memphis y le pidió:
- No dejes nunca de aconsejarme para mantener los pies en la Tierra. 
- ¡Viva la lógica, la cuántica, los libros de Excel coloreados y las calculadoras! -respondió la investigadora-, añadiremos además búsqueda de libros de misterio, un poco de astronomía al asunto, quizá dos o tres documentales... ¡ah, tranquila! ¡Tenemos materia cotidiana, investigable para rato! Todo cosas lógicas y previsibles. ¡Y concentración para esforzarse al máximo con cualquier tema que del intelecto dependa! Ni siquiera debes apartar tu atención periférica de los temas menos mundanos, ¡yo me encargo del resto! Lo dividiremos en un 80% para lo material y cotidiano, y un 20% para todo lo restante. ¿Te parece bien?
Nelly respiró más tranquila y asintió. Luego miró al pequeño cartero.
- De acuerdo -le dijo-, puedes ir a buscar al viajero.  
Y, atravesando el camino del bosque que conducía hasta el corazón, el pequeño cartero se marchó en busca de aquel ser cuya avanzada ciencia parecía dotarle de un conocimiento a todas luces sobrenatural.

FIN.


7 comentarios:

Anónimo dijo...

Al día siguiente, Nelly se despierta y se dirige a la ventana de su cuarto. Aún con los ojos pegados, la abre para dejar que la habitación se airee. Entonces, súbitamente, se queda admirada por la belleza que tiene ante sí: el paisaje es majestuoso. Tan bello es, que no hay más que el paisaje; todo lo que Nelly fue o lo que llegará a ser, desaparece por completo. No hay nada que se pueda cambiar, nada que debiera ser distinto. Solo existe la belleza y nada más.
Entonces, Nelly vuelve en sí y las cosas regresan a su cauce habitual. Sin embargo, al salir de casa, se da cuenta de que todos los personajes de la ciudad se han quedado parados, como congelados en el tiempo por alguna clase de artificio. Y eso no es todo, porque cuando Nelly se acerca a ellos y trata de tocarlos, desparecen por completo. Uno a uno va tratando de cogerlos y uno a uno se van esfumando entre sus brazos. Nelly cae de rodillas al suelo y se echa a llorar. "El Muso tenía razón", se dice entre gimoteos. "Estoy sola". Después trata de convencerse de que todo es un mal sueño, que nada de lo que tiene delante es cierto. Hasta que, inesperadamente, cae en la cuenta de que no está sola, que dentro de su cabeza, entre sus recuerdos, está cada una de las personas que habitaban la ciudad. "Pero solo están dentro de mi cabeza, son producto de mi pensamiento, no son reales. ¿Y qué es lo real sino el producto de mi pensamiento? Si no acabo de estar sola, es porque siempre ando en compañía de mi pensamiento, por eso nunca me termino de creer que estoy sola. Y mi pensamiento no siempre resulta una compañía agradable. De hecho, a menudo es un mamón de cuidado. Solo en ausencia del pensamiento, estaré verdaderamente sola. ¡Como cuando observaba el paisaje hace un rato! Ahí el pensamiento estaba en silencio, no tenía nada que decir, no había nada que hacer. Ahí estaba sola, ahí desaparecí por completo y me sentí en paz".
Colmada de felicidad, Nelly empieza a dar saltos de alegría. "¡Ya lo he visto, ya lo he visto! Pero ahora, ¿y mi libro de instrucciones? ¿Dónde está? ¡Claro! Acabo de abrirlo, ahora debo prestar atención para aprender cómo leerlo".

Nelly dijo...

Jajajajajaj! Ja ja ja!
Jajajaj,...
¿Quién eres?
Què misterio.

Anónimo dijo...

Qué poca importancia tiene la identidad del portador cuando trae un mensaje entre sus manos. Y qué carentes de profundidad las palabras que enmascaran la verdad.
Intuyo que conoces el nombre por el que soy conocido, lo que no implica que me conozcas en absoluto. Porque, conocer una parte, no te acerca al todo. Y es que eso es lo que soy: todo y nada, todos y nadie. Al igual que tú. Al igual que todos. Soy tu madre. Y soy tu padre. Y tu hermano y tu hermana. Soy tu abuelo y soy tu abuela. Tu primo carnal, tu prima lejana, tu vecino, tu compañera de trabajo, el basurero, la farmacéutica, el escritor que tanto admiras, la persona a la que más odias. En resumidas cuentas: Soy tú.

Nelly dijo...

Jajajaj! A mì eso me suena a chino, cada uno es cada uno... :p

Anónimo dijo...

Jajaja!
Un poco chinesco sí es.
Y suena dramático, además de excesivamente serio, ¿no?
Incluso me suena algo "VdeVendettesco". jiji

Nelly dijo...

No sé, ¿por qué no firmáis con algún nombre? Tras moderación, publico sin problema "anónimos", pero lo digo al mundo: publicar como anónimo es algo poco elegante. Para eso existen los PSEUDÓNIMOS, que son -de por sí-, como piezas misteriosas de un Universo más elegante que el anonimato.
¡Así que firmar con un nombre! puñetas! (hoy estoy ligeramente disgustada)
Y no contestes como el personaje cuando Natalie Portman le pregunta quién es..
(jajajjajaja, qué buena escena es esa)

Anónimo dijo...

Ok.
Lo de "puñetas!" me ha llegado al alma.
Le daré una vuelta a lo del PSEUDÓNIMO.
Una pregunta: Si es un pseudónimo tipo PseuDon-Pinpón, sigue siendo elegante?

Ojalá esta chorrada haya sido ligeramente desdisgustadora. (El desdisgustador que desdisgutadice...)

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