Las mellizas chinas - cuento de fantasía

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Vinimos a este mundo en primavera, en una remota ciudad de China, tan diminuta que ni siquiera aparece en algunos mapas. Nuestros hacedores nos dijeron, siendo muy jóvenes, que pronto habríamos de viajar a España; que la crisis hacia que cientos de mellizas chinas, antes que nosotras, hubieran encontrado un hogar feliz y un buen trabajo. Que estaba de moda provenir de mi país, decían. Que hasta podíamos vivir en barrios de lujo y conocer a famosos. Yo por entonces no sabía donde estaba Europa. Me habría dado igual decir "Toledo" que decir "la Luna". Así de lejos se me antojaban esos sitios extraños. Para mi hermana, sin embargo, era diferente. Ella soñaba con alfombras rojas, con acompañar a estrellas de Hollywood mientras recorrían pasillos enmoquetados de hoteles de lujo. Soñaba con viajar a Estados Unidos y estar presente en una ceremonia de entrega de los Óscar. 

Dicen que la hermana que tarda mas tiempo en nacer es la mayor, por lo tanto, era mi responsabilidad guiarla por el buen camino, velar por ella y protegerla para que no diera malos pasos. Cosa que no me resultaba difícil porque yo siempre solía andar uno por delante de ella.

Cuando nuestros mayores consideraron que estábamos listas nos embarcamos hacia aquel remoto país mediterráneo. Tardamos en llegar casi dos meses. Primero viajamos en un gran carguero, luego nos trasladaron en un avión de dos hélices que temblaba constantemente sacudido por los alisios, y por último subimos en una furgoneta blanca cuya parte de atrás no estaba acristalada. Hacía mucho calor. Terminamos en una trastienda oscura, hacinadas con docenas de hermanos y hermanas mellizas procedentes de otros países, que como nosotras habían sido enviados hacia un futuro incierto por orden de sus mayores, quienes auguraban que sería mejor que el destino en su propia tierra natal.

- ¡Qué lleno esta este lugar! -dijo mi hermana.

- ¡Nosotras no deberíamos estar aquí! ¡nuestro destino era París! -protestaron dos gemelas situadas muy cerca de nosotras- ¡Se han equivocado! ¿Dónde está Saint Germain?

Entonces un  quejido capaz de poner la piel de gallina al mellizo más valiente anunció la entrada de un desconocido en la trastienda.

- ¡¡Qué miedo!!

Allí estaba Nelly, la Alcaldesa de la Ciudad de los Cuentos. Claro que... nosotras no sabíamos quién era. Le seguía un joven de unos veinticinco años. Moreno, de ojos redondos y oscuros como el carbón. 

- Elige deprisa. Si mi jefe se entera de que estamos aquí, me despide...

Nelly miró a un lado y luego al otro. Se notaba claramente que estaba indecisa. Nosotras aguardamos en silencio, expectantes, pues no sabíamos bien lo que iba a ocurrir. Allí había cientos de hermanos y hermanas de todos los colores: negros, blancos, amarillos... Pequeños, grandes.

- Me gustan todos.

Con el tiempo me enteré de que Nelly hacia aquello todos los veranos.

- ¡Éstas! -dijo de súbito. Y nos señaló.

En un visto y no visto estábamos fuera de la tienda.

- Mañana se las llevaran todas -dijo el joven con aires de secretismo-, porque al parecer son falsas...

¿Nos estaba llamando mentirosas?, pensé indignada.

- No me importa. Son bonitas y parecen cómodas.

En eso llevaba razón, las dos eramos muy cómodas.

Como era de esperar, Nelly quería que estuviésemos a sus pies en todo momento y al principio nos trataba como si nos diera poco valor. Pero poco a poco se dio cuenta de que nos podía llevar a todas partes y comenzó a valorar las grandes y variadas experiencias en las cuales le acompañábamos. Un buen día, uno cualquiera en el que el sol  iluminaba con colores cálidos el atardecer, la que había pagado por nosotras una cantidad irrisoria nos dijo:

- Gracias.

Aquel gesto nos sorprendió. ¿Cuántos consumidores les dan las gracias a sus zapatillas?

- Gracias por ser mis "zapatillas del verano"

En realidad mi hermana y yo éramos "bailarinas", pero decidimos no llevarle la contraria a Nelly, pues se la veía muy contenta. Y aunque mi hermana sigue soñando con vestir a una actriz de Hollywood yo creo que la mejor alfombra roja es acompañar a alguien en sus mas gratas experiencias.

FIN.


Nota de la autora: este cuento juega con equívocos sobre un tema muy serio. La verdad es que al escribirlo mi intención no era frivolizar sobre el drama de la búsqueda de una vida mejor en otro país, sino simplemente contar la historia de mis zapatillas de verano. Ésas que sin darte cuenta te acaban acompañando a todas partes. Aunque también sirve como reflexión para darnos cuenta de que tenemos un montón de cosas buenas y sencillas que a veces no valoramos porque no nos damos cuenta de que están ahí. 

Saludos!!
Nell. 

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