Refugios seguros....


He tenido un día de locos.


¿Os podéis creer que he pasado cuatro horas y media en estaciones de tren y de autobús, esperando? Y no he logrado ir a ninguna parte. Bueno, miento, al trabajo sí logré ir. Pero poco más. Cuatro horas y media de la jornada perdidas en transportes que no llegan, ser averían, se retrasan, cambian de dirección en pleno trayecto, carteles de "lo sentimos, no funciona el metro", "se nos ha averiado esta línea también", "disculpen las molestias, hemos reducido los autobuses". A partir de hoy veré con otros ojos a los que se quedan atrapados en aeropuertos y travesías. Es agotador.

Y un barullo tremendo. La ciudad con sus gritos, atropellos, inconvenientes. Gente por doquier empujándose una a otra. Maletas que suben y bajan colapsando escaleras mecánicas. Cada uno intentando imponer su opinión, saltarse un puesto en la cola, avasallando a los demás. Espacios reducidos para demasiada gente. Así es a veces la ciudad: agotadora. 

Por eso me encanta llegar a ese espacio desde el que escribo mis novelas y notar el silencio maravilloso y acogedor. Una quietud que permite la concentración, un lugar de relax, de calma absoluta. Me recuerda a una foto que hice en un parque, que otros días igual no me llama tanto la atención pero que hoy me encanta:




Una foto que refleja lo que siento yo ahora: vacío. Total ausencia de gritos, de demandas, de opiniones. Espacio.

Y es que esa mecedora, encima, invita a leer.

He comprado un libro estupendo del que os hablaré en breve. Mientras tanto, sssssssh!, silecio. Vamos apagando el día, levantando la madrugada, saludando a la Luna y descansando.

^_^ Un saludo!
Nelly.

1 comentarios:

Aelo dijo...

Cuando era niña tenía un bosque de eucaliptos al lado de mi casa y por mucho que los papeles estuvieran a otro nombre lo consideraba mio. En ese sitio solía refugiarme ante peleas en casa, o un día particularmente malo. Iba al centro del mismo, donde habia un claro, cerraba los ojos y dejaba que el viento me despeinase mientras escuchaba las ramas mecerse.
Ya no está ese bosque, pero me basta con sentir el viento para volver a sentirme en ese sitio.

Saludos

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