La mujer de negro

Tenía muchas ganas de volver a ver actuar a Emilio Gutierrez Caba e incluso la amiga que vino conmigo al teatro el pasado domingo me dijo que era ciertamente increíble la cantidad de registros del actor. 


La obra, representada en el Centro Cultural de la Villa, Teatro Fernán Gomez, es inquietante y asombrosa. Cuenta la historia de Arthur Kipps, un abogado que ha vivido una aventura espeluznante. Acude a una mansión abandonada, enclavada en el centro de un pantano inaccesible cuando sube la marea. Su labor: descifrar los papeles legales que guarda la viuda, dueña de la casa, recientemente fallecida. Pero pronto esta misión se entorpecida por apariciones, rumores, comentarios, sucesos extraños y conversaciones que cesan cuando él intenta indagar sobre la mujer muerta.





CRÍTICA PERSONAL.

Me cuesta el tema de las críticas porque yo soy insegura así que voy a andar con pies de plomo. Veréis, yo alargaría el final. Tenemos el problema, el drama y el fantasma... me falta la reconciliación. A este comentario mi amiga me dijo: "Es que no es una obra de happy end". Lo sé, lo sé.... pues entonces me falta alargar más el descubrimiento del drama. Quizá dilatar el momento en el que se desvela el misterio ya que es irremediable, una tragedia. Algo que no se puede solucionar.

A destacar también el texto de la obra porque es increíble, parece una novela. Da gusto oír a los actores entonar esas palabras... qué lujo!

Y mi momento favorito: el momento calesa. Para mí lo mejor de la obra es cuando el actor que intenta ayudar al personaje de Arthur a contar la historia, le dice: "interpretaremos la calesa con este cesto y con sonido grabado". Yo miré el cesto de mimbre y al igual que Arthur era escéptica en cuanto a que un cesto sobre un escenario pudiera ser una calesa. El personaje que hace de actor en la obra le dice al abogado: con imaginación y con sonido de cascos de caballos y relinchos, el milagro puede producirse.

Yo pensé: "Ni harto de vino. Es un cesto."

Bien, es mi momento favorito de la obra porque cuando Emilio Gutierrez Caba se sube a la calesa, embozado, con un látigo... perdón, quiero decir se sube al cesto de mimbre,.... como decía, cuando se lleva a cabo la escena, él, simplemente con su talento, su forma de hablar, sus ruidos, su movimiento corporal, su expresión.... dejó de ser un cesto de mimbre. Era una calesa. Y estoy tan encantada, asombrada, patidifusa, maravillada, sorprendida y orgullosa de él que salí del teatro super contenta. ¡¡Es un genio!!

No os la perdáis, ¡me encanta el teatro!
Nelly.


Aquí tenéis una web un poco más antigua de la obra:

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