El árbol de San Valentín.

autora: Nelly.

Como mensajero de Cuentos de Nelly, la ciudad inventada, no es habitual que sea yo el encargado de narrar una historia. Pero como hoy, o mejor dicho, ayer, 14 de febrero, tuvo lugar un acontecimiento importante para la alcaldesa y ella no está en disposición de explicarlo, será mejor que me encargue yo de ser el actor que os cuente esta historia.
Tras la puesta de sol la encontré sentada sobre el alfeizar de una ventana, con las piernas cruzadas como un indio y la mirada fija en las baldosas grises. No se puede decir que estuviera triste, más bien había visto algo diferente, nuevo,  y ya nada volvería a ser como antes.

- No lo van a conseguir -me dijo cuando me acerqué a ella.

Se refería a la Humanidad. 

Habían hecho falta 13.482 quejas injustas en la oficina de reclamaciones que cinco años atrás había abierto al público. Una oficina destinada a ayudar a los demás. Así la había llamado: "Oficina de ayuda a los otros", y así rezaba el cartel sobre la puerta. La inauguró a las afueras de la ciudad, en la frontera con el mundo de los humanos. Ella tenía buena intención, pero estaba equivocada en algo. Y es que Nelly piensa que todo ser humano es capaz de comprender que cuando trata con otro es como si tratara con uno mismo. Ella piensa -de hecho, ahí la belleza de la comunicación-, que todos sienten igual, pero parte de una idea errónea: creer que todos comparten sus principios.

En ese instante puedo ver en sus ojos que se ha dado cuenta de que esto no es así. Trato de animarla, aunque no es eso lo que necesita, sino esperanza:

- También hay cosas buenas -le digo.

Pero la alcaldesa ya no puede justificar a los que viven "al otro lado" de la ciudad inventada. Los que caminan siempre con prisa y relegan lo importante ante lo urgente. Ha sido testigo de tamañas injusticias, atropellos, soberbias, prejuicios, impaciencias, resentimientos, y faltas de empatía que ya no confía en ninguno de ellos.

- Si abres una oficina de quejas -le recuerdo-, no esperes encontrar ahí nobles razones, ni comportamientos correctos. No estás en el lugar adecuado para eso. Hay heroicidades en otras partes, y también buena voluntad.

Veo que Nelly valora mis palabras, reflexiona largo rato mientras sobre nosotros empiezan a brillar las estrellas, pero algo ha cambiado dentro de ella. Antes buscaba una justificación que le permitiera seguir pensando que los humanos no son conscientes de su comportamiento. Ahora comprende que ellos no actúan desde la ignorancia, sino con total impunidad e indiferencia. No son "malos" porque les haya pasado algo que lo pueda justificar, son "malos" porque lo son. 

- La sociedad está enferma -me dice.

¡Qué terribles palabras! Y qué ciertas. Tras pronunciarlas, baja del alfeizar al suelo de un salto y me mira con una sonrisa cansada. No es tristeza lo que siente, es decepción. Se ha dado cuenta también de lo importante que es tener principios y lo muy diferentes que son los suyos de los de la gente que se dice "civilizada" y que acude gritando como un animal salvaje a la oficina de quejas. 
Tampoco entiende porqué los humanos, cuando se juntan, se dedican a criticar a los que no están presentes, juzgándolos como si ellos fueran seres superiores, con derecho a enjuiciarlos, y sin darse cuenta de lo extrañamente patéticos que a ella le resultan por hablar mal -gratuitamente- de los demás, sin ningún propósito que aporte algo de interés.

Nelly no entiende a los humanos. Por eso tiene una ciudad inventada. 

Para salvaguardar esa inocencia cuyo verdadero valor la alcaldesa desconoce (no así el Muso, que bien la entiende), decido hacerle un regalo:

- Ten, esta es la semilla del Árbol de San Valentín (elijo ese nombre porque es del día en que resulta ser plantado), cuando crezca, por cada buena acción, cada proeza, cada buena intención, y cada logro del Hombre saldrá una hoja verde y brillante. 

- ¿Qué pasa con los actos injustos? - pregunta Nelly al instante - ¿Harán que se caigan todas? ¡¡Porque voy a tener un árbol de aspecto eternamente otoñal...!!

Me río de su ceño fruncido y su belicosidad, signo inequívoco de la recuperación de su ánimo. Le hago notar que se ha percatado ahora de que para que el árbol no se seque, no bastará sólo con ser testigo de la falta de evolución de su especie en el mundo, al igual que otros humanos-los más capacitados-, incluso aquellos que a nivel inconsciente ya lo hacen, tendrá que luchar para que las cosas mejoren. Como personaje de cuento que soy, mi labor es darle buenos consejos y que vea la diferencia entre "la gente valiosa" y "la que no lo es".  

- Si no encuentras cosas buenas a tu alrededor -le digo-, haz tú alguna. Eso mantendrá vivo el árbol.

El llamamiento no es sólo para ella. En las dos últimas semanas más allá de las fronteras, al otro lado de la Ciudad de los Cuentos, donde las ilusiones sólo son letras, la alcaldesa ha sido testigo de peleas entre extraños, de palabras mal dichas entre ciudadanos que no se conocen, por actuaciones tan nimias como subir a un metro mirando un teléfono móvil. Ha visto sobrepasarse los limites de la educación y el respeto, y ha acudido antes que a mí a preguntar a otros que le han dicho lo mismo: la sociedad está enferma.

En manos de todos está que se cure. No nos olvidemos de que todos compartimos esta vida, hay que tratar a los demás como nos gustaría ser tratados. O de lo contrario, tarde o temprano, aquello que se siembra será devuelto con creces.


Fin



3 comentarios:

Karla Ximena dijo...

Un buen relato mensajero. Y muy cierto, no hay que rendirse a pesar de todo. A mi también me causa decepción muchas cosas y a veces quisiera estar a ciento de kilómetros, estos días he estado un poco así y no precisamente por gente desconocida, sino que cercana. Un abrazo.

Nelly dijo...

Lamento leer eso, Karla. Espero que todo vaya mejor. Sí, fue todo un descubrimiento que la maldad va "a sabiendas" y bien a sabiendas, a veces. Lo cierto es que llevo siete días sin escribir casi, yo creo que porque me afectó bastante. Por otro lado, lo positivo, es que me ha servido para empezar una historia cuyo tercer capítulo, por cierto, he titulado "Qué hacer con los energúmenos". Esta la voy a mandar a una editorial de autoayuda, a ver si la juzgan útil para la humanidad y la publican.
jejeej
Besos,
Nelly.

Karla Ximena dijo...

Espero que le vaya bien a tu libro, suena divertido el título. Lo que hay que tomar de estas experiencias es que te ayudan a crecer como persona y a fortalecerte, aunque te duela. Besos.

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