Aprendiendo...
Hace mucho que no os pongo las cosas que voy aprendiendo así que hoy vamos a poner las dos más importantes de los últimos meses (aviso es un post muy largo).
http://blog.pucp.edu.pe |
En primer lugar descubrí algo que .... supongo que todos nos damos cuenta de ello pero que a mí me costaba bastante entender: la diversidad de opinión respecto a un tema, o el relativismo.
Vamos a explicarlo de esta manera. En teoría siempre hay "una verdad" y "unos supuestos erróneos", ¿de acuerdo? Siguiendo esa teoría, si, por ejemplo, un día sales de casa con un jersey verde de lo más moderno, y resulta que tu mejor amiga te dice: "tía, que jersey verde tan hortera!" Pues una de las dos se equivoca. Esto es un ejemplo pero a mí me causaba, a escala muy diferente, verdaderos problemas.
Por suerte, como trabajo con mucha gente y hablo todavía con mucha más, he logrado descubrir la clave.
Imaginaros que yo estoy casada con un sujeto al que llamaremos "B" y que yo soy insegura ergo vamos a dar por correcta la suposición de "los demás tiene razón y yo no", propia de la gente insegura. ¿De acuerdo? Bien, el sujeto B es amable, atento, encantador, solícito y familiar. Un día yo voy a su oficina y pregunto: "¿Chicos, qué tal con B?" y me responden: ¡¡es un ogro!! ¡¡Es un monstruo!! ¡¡Es borde!!
Esto, cuanto menos, me va a chocar. Creará disonancia cognitiva y buscaré más información (cosa que hacemos mucho los inseguros, preguntar todo el día a los demás) Ahora suponed que yo voy al segundo trabajo de B y pregunto: "¿Qué tal con B?" y me responden: "Ah, pues es un encanto".
¿Cómo es posible?
Antes, yo pensaba que alguien sabía la verdad y que todos los demás estaban equivocados. Ahora me doy cuenta de que ninguna verdad es cierta, y que ninguna es errónea del todo. Me explico: si yo sigo a B durante todo el día puedo descubrir, con asombro, que a lo mejor en casa es un hombre familiar, amable, atento y solícito, luego la opinión de los que están en casa es cierta; sin embargo, al llegar al trabajo como odia su empleo se muestra borde, tenso y desagradable: luego la opinión de los que le conocen en el trabajo también es cierta. Por último, en su segundo empleo que tiene que ver con una ONG se muestra siempre encantador. Luego la tercera opinión sobre él resulta que es cierta. Todas son ciertas y ninguna, puesto que nadie tiene toda la información sobre B.
Alguien me dejó un cuento titulado "El verdadero valor del anillo", pero no lo comprendí bien aunque trata precisamente de esto.
Lo comprendí al escucharlo una noche en casa porque la primera vez seguí pensando "pero hay un sabio que sí sabe lo que vale de verdad, luego hay que buscar a ese sabio".... En verdad somos nosotros mismos.
Es decir, nosotros sabemos lo mucho que nos esforzamos en algo y no se trata de ir ciegos por el mundo, se trata de que si alguien viene y te dice: "pues menuda mierda" o "qué fea estas" sepamos distinguir entre la crítica constructiva y la gente que, por motivos imposibles de conocer, nos está diciendo algo que no es cierto. Lo que quiero decir es que hay un montón de factores fuera de nuestro alcance. Por supuesto está bien tener dudas, pero si nos situamos en el extremo contrario y damos valor solo a la opinión de los demás, ¡resulta que ni eso coincide!, tendríamos que cambiar de opinión cada tres minutos.
De hecho es curioso, yo que he estudiado publicidad y me doy cuenta ahora de que en la central de medios de TAPSA podíamos saber -gracias a unos programas muy potentes-, qué raza de perro predominaba en las casas de las señoras que estaban viendo el anuncio de lejía Estrella en Televisión Española a las diez de la noche, hace muchos años. Quiero decir: si alguien opina que algo "es bonito", no todo el mundo va a opinar igual, pero sí que coinciden ciertas características en la gente que opina eso. Imaginaros que yo salgo a la calle vestida muy, muy moderna. Si paseo por Fuencarral, me van a decir: "Eres total tía" porque llevo el pelo de ocho colores y rapado en la nuca, un zapato de tacón verde, otro fucsia, americana y mini-shorts.
Para la gente moderna y urbana, sí, es cierto: voy guapísima.
Pero ahora me paseo por el barrio de Salamanca en los alrededores de una iglesia. Las señoras con abrigos de pieles que salgan de la iglesia me miraran como diciendo: "¿de qué discoteca o centro psiquiátrico se ha escapado esa?" Me dirán: "estas horrible". Y, curiosamente, también será cierto.
Porque si solo doy valor a lo que me digan los demás, no puedo "valorar más a unos que otros".
En verdad todas las "realidades" valen, pero solo debemos tener en cuenta la nuestra.
Dado que es imposible saber si voy horrible o voy guapísima, lo único que puedo hacer es preguntarme a mí misma ¿cómo voy? A lo mejor descubro que tengo una opinión distinta, y esa opinión -creedme-, está ahí. Lo que ocurre es que hay que ser valiente para encontrarla y más aún para valorarla.
Respecto a por qué rechazaba yo esta "suposición" de "todo vale" y "la botella no tiene un solo color" (siempre me empeñé, en la Universidad, en que sí lo tenía), lo cierto es que lo rechazaba porque el relativismo moral me daba pánico. Es decir: considero que hay ciertas normas morales universales, y pensaba que esa verdad de "hay algo correcto y algo que no", se extendía a el resto de juicios sobre el mundo. Ahora veo que una cosa es estar en desacuerdo con el relativismo moral (que es un tema filosófico que daría para otra entrada) y el hecho de que cada persona tiene su realidad y debe vivir con ella y en ella, no dando más valor a la de los otros.
El segundo gran descubrimiento....
Sabéis que hace unos meses llegó hasta mis manos un libro de budismo para niños. Como estoy estudiando esa filosofía... (¿forma de vida? ¿creencia?) me leía libros muy gordos y muy complicados, que rozaban en muchas partes la autoayuda y me resultaban difíciles no, lo siguiente. Difícil no es siempre que no lo entiendas, sino más bien que no te gusta lo que lees y dices: "hala, al montón con el libro de Darcy...."
¿Sabéis que la primera vez que leí la frase del personaje de Jane Austen "Te amo a pesar de mí mismo", jajaja, lancé el libro al otro extremo del salón? Ains, señor, qué personaje.... "Lizzy, eres inadecuada, pobre, etc. etc... pero te amo a pesar de mi mismo, ¿nos casamos?" Me encanta la respuesta de Lizzy: ya que soy tan horrible, así me olvidas más fácilmente...
Bueno, dejando la literatura. Encontré un libro por pura casualidad llamado "Hacer Buda". Un libro muy sencillo para niños, que arranca cuando el hijo del autor se acerca a su padre, que estaba meditando, y le dice: ¿Puedo hacer Buda contigo?
Bien. Curiosamente, las meditaciones de ese libro (ejercicios muy simples) son realmente profundas. De verdad. Tanto es así que al comentárselas a alguien que entiende del tema, se sorprendía. Pero están escritas en un lenguaje tan sencillo e infantil, que resultaba muy fácil seguirlas.
Tengo que decir, desde la perspectiva científica de haber comprobado todo, que la meditación, funciona. Yo no tenía ni idea de lo que es y no soy ni de lejos una experta, pero funciona. Mi segundo gran descubrimiento tiene que ver con eso.
Antes, yo pensaba que las emociones, los sentimientos, era un incordio. Me explico: tienes un examen, te pones de los nervios, ¿de qué sirve? De nada, así que yo optaba por ignorar las emociones. Es fácil. Les dices: ¡¡¡¡¡A callar!!!! Les das una patada (mentalmente) y fuera. No lo haces de modo consciente, pero se puede hacer. Consiste en ignorarlas.
Otras veces, me enfado con ellas. Eso nos pasa a todos. Pero resulta que por más que os enfadéis, no se van a ir. Es más, a menudo se toman su revancha. Así que la vida era una lucha constante. Reconocer las emociones puede ser algo verdaderamente complicado. Muy, muy complicado, porque se mezclan muchas cosas.
En esto que un día me encontraba yo haciendo un ejercicio de meditación muy sencillo, cuando pasó algo verdaderamente asombroso. La parte racional, es decir, mi pensamiento, estaba ahí perfectamente clara. Es la que escribe, la que habla, la que oigo todo el día en mi cabeza.... la que conocemos. Ahora bien, la otra parte, la sin palabras, también estaba ahí. Esto me sorprendió. Es decir, nunca jamás me había parado a "notarla", a darme cuenta de que estaba ahí. Y lo vi muy claro, lo racional por un lado, las emociones en otro. Lo vi tan claro y tan separado que... caramba! :=D Os va a parecer ridículo.
Fue como una presentación. Y una vez que lo vi claro y separado pensé.... "vamos a hacer una prueba". En ese momento, como cuando meditas estás muy concentrado, me fijé en que mis "emociones" no me estaban diciendo nada. Estaban, pero nada más. Estaba quietas, en silencio. De acuerdo, pensé, vamos a hacer un experimento. Probé a pensar algo agradable, y... casi al instante, mis emociones reaccionaron (alegría). Interesante. Probé, a posta, a pensar algo malo... y a los pocos segundos, lo mismo (tristeza, angustia...)
¡Ojo, era un diálogo! Bien, alguno dirá, ¿qué sentido tiene esto? Pues uno muy sencillo: la emoción no es un enemigo, es una parte de nosotros mismos muy auténtica, sin palabras, que dialoga con nuestra mente racional. Y no vamos a poder controlar las emociones, pero sí el pensamiento. Y, ¡sorpresa! el pensamiento controla las emociones.
Sé que lo habéis leído en libros miles de veces, que la tele nos bombardea con "tenéis que ser positivos", etc. etc. Pero no es lo mismo leerlo o saberlo que darte cuenta de verdad. Que ver como pasa con tus propios ojos (o con tu cabeza). Ahora bien, ¿qué alcance práctico tiene esto? Pues no lo sé, porque una cosa es realizar un ejercicio de meditación en un entorno tranquilo y silencioso y otra es meterte en la vorágine de la vida moderna y ver si estos conocimientos te sirven. Yo creo que sí sirven. Pero eso, el tiempo lo dirá...
¡¡¡Saludos!!!
Nelly.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario