Guía práctica para la gente insegura

¡Hola! Hoy debería hablaros de las V Jornadas de Ábrete-Libro, pero en vez de eso, voy a contaros otra cosa.
Hace tiempo me encontraba yo criticando a alguien cuando tuve la mala suerte de encontrármelo. (Esto me pasa cuando hablo mal de alguien, cosa que no hago casi nunca). Me puse tan roja que, de haberme sido yo un ladrón y tropezado con un policía, sin duda habría quedado patente mi delito por la expresión de mi rostro. Y no contenta con ello, además, me disculpé (en un mar de titubeos). 
La respuesta que recibí fue la siguiente:
- No te he oído realmente, pero de hacerlo sólo sería tu opinión. Y como tal, es perfectamente respetable.
Fijaos bien en esas palabras.
Son de estas escenas cotidianas, frases, finales de libros, sucesos, que a una se le quedan grabados porque... luego resultan ser importantes. 
Dicho de otra manera, no entendí nada.
De esos episodios que ves... como una película subtitulada en chino.
Si yo pillo a alguien hablando mal de mí... para empezar gasto una enorme cantidad de energía en preocuparme, enfadarme, corregirlo, defenderme, gritarle, llevarme un disgusto, etc. etc.
Hace años un escritor me dijo: "como autora, prepárate para oír de todo".
Si hay un campo de mi vida en el que no existe el fracaso, ese es la escritura. Y la seguridad en ese ámbito me viene realmente bien para comprender la seguridad en otros. Ejemplo: si alguien me dice que una obra no es buena (para empezar es una opinión y por algún motivo extraño es el único aspecto de mi vida en el que no me afecta demasiado, pero supongamos que la comparto), no me desanimo en absoluto. El fracaso sería no escribir. Pero no escribir y que esa obra no sea la mejor que has hecho. Al revés, sino es la mejor, vamos a ver cómo la mejoramos.  
En el ámbito personal, sin embargo, la cosa cambia. Hace algún tiempo alguien me regaló también un "chubasquero", jajajajaja. Para situaciones difíciles.
Fue otra gran incógnita y un truco que quiero enseñaros por si os sirve. Visualiza el chubasquero, me dijo, y allá lo visualizaba yo cada vez que me enfrentaba a algo difícil. Con escaso éxito. Pensaba: "tengo un chubasquero... pero la lluvia es fría, y seguro que caen rayos y truenos, ¿y si volvemos a casa y me escondo bajo una mesa? :-P "
Vale.
Si sois de esas personas tímidas de "tierra trágame", os voy a contar un truco. La clave está en el espacio. 
Esta mañana, mejor dicho, todo el día, he estado con un montón de escritores. Y con gente del sector. Vale.  Sé que soy bastante tímida, pero... también tengo claro con qué editorial estoy, qué noticias de ventas me han dado, y quién soy y lo que quiero en este ámbito de mi vida. Así que pensé: "llevo puesto un chubasquero, pero sé lo que hay debajo"
Otra cosa es que no consiga demostrarlo (lo cual da lugar a situaciones curiosas,  ¿Y qué, conseguiste publicar? sí, ¿con quién? Con Espasa. Y se atragantan con el café,.. etcétera, etcétera ^^)
¿Os podéis creer que ninguna de las opiniones, situaciones o actitudes difíciles a las que me he enfrentado me han parecido realmente incómodas hoy? Porque si escuchaba algo con lo que no estaba de acuerdo, o si determinada interacción parecía complicada... no sé, había una distancia entre mi espacio y el mundo.
Esto no significa, ni mucho menos, que ya sea capaz de enfrentarme a cualquier situación que me supere. No. Es sólo que entiendo la técnica del chubasquero.
Y entiendo la frase de las opiniones.
Hay gente que disfruta "destrozando" a los demás. Soy testigo. Hasta hace poco, eso me parecía terrible (aún me lo parece en cierto modo), pero ahora me doy cuenta de que el problema es de ellos. Por supuesto criticar no es bueno. Pero imaginaros que un día llegas a una fiesta que se celebra porque has ganado, por ejemplo, un premio literario. Y alguien va y te suelta: "buff, pues vaya porquería de criterio el que ha tenido este año el jurado".
Vale. Pueden pasar dos cosas. Una, que te arruinen la noche y te dediques a intentar justificar, a preguntarte porqué te han tratado así, a defender tu obra, etc. En fin, que estás tan preocupada por tus inseguridades que te olvidas de ver al otro.
Dos, que esa persona no logre su objetivo.
Os puedo garantizar algo: esa gente no es feliz. Si llevas un chubasquero imaginario, y sabes lo que hay debajo, puedes mirar a esa persona tranquilamente y darte cuenta de que está enfadada porque no ha ganado el concurso. Por ejemplo. Y esa noche, cuando tú llegues a casa, sabes que estarás tranquila, pero esa persona no. Porque está tan enfadada que necesita ir destrozando, criticando y hundiendo (o intentando hundir) a los demás.
Importante: este ejemplo que os he puesto es ficticio, pues las Jornadas han sido maravillosas y ya os pondré un buen artículo cuando terminen.
Hace poco me compré un libro recomendado por una amiga donde viene una frase curiosa (es de estos libros que yo leo a la par que discuto con ellos, y ya cuando acabo haciendo ñañañañañañañ, entonces es que el libro es bueno y me está enseñando algo, jajajaja), pues hay una frase que dice: "porque todos sabemos en el fondo quiénes somos".
Fue como encender una bombillita.
Todos sabemos quiénes somos realmente. Y si lo sabes, no sientes la necesidad de que los demás te den la razón o te lo digan. Claro que va a haber gente que no llegue a conocerte nunca, pero eso es problema de ellos. No tuyo. Es que no sabéis lo agotador que puede ser intentar que todo el mundo te comprenda, jajaja.
Y en cuanto a las opiniones. Hace unas semanas me di cuenta de algo. La opinión es una cosa que está realmente bien repartida en el mundo: todos tenemos una. Los que hablamos y la expresamos y los que no. Todos. No conozco a nadie que no opine. 
Ahora bien, si una persona insegura tiene una opinión y no la valora, ¿por qué va a valorar la de los demás? Me explico: yo veo la botella verde, tú blanca. Ambas cosas son opiniones. Si mi opinión es una moneda de cinco céntimos, la tuya es igual. ¿Valen tus cinco céntimos más que los míos? (o al revés) No. De hecho, mi opinión no es mejor que la tuya (eso los inseguros lo tenemos claro), pero es que la tuya tampoco vale más que la mía. Porque son lo mismo. La tuya es buena para ti porque va acorde con tu verdad, y la mía es buena para mí porque va acorde con la mía. No tenemos porqué coincidir. 
Tu opinas que fulanito es un borde, yo que es encantador. Tu piensas que esta obra es malísima, yo que es divertida. Si somos personas maduras, esto no va a acarrear ningún conflicto, ni lo vamos a llevar al ámbito personal de yo valgo más que tú. 
Ahora bien, sigue pareciéndome mal que una persona critique a otras, de forma metódica, porque andar juzgando a la gente me parece de muy mal gusto. Y además, dice poco en favor de la persona que me habla. Y por supuesto soy consciente de que hay mucho por aprender, que si además eres propensa a ser patosa puedes tener situaciones sociales muy tontas, y mil cosas más... pero en el fondo, cuando llegas a casa la gente suele ir pensando en sí misma, no en las meteduras de pata de los demás. Luego,... no son tan importantes.
Así que ahora comprendo esa frase: "Solo sería tu opinión, y como tal es perfectamente respetable".
Impresionante.
¿Os imagináis contestar a un crítico literario así? jajajaja, es que le rompes todos los esquemas.


Termino con una frase del libro: "siembra un pensamiento, recoge una acción; siembra una acción, recoge un hábito; siembra un hábito, recoge un carácter. Siembra un carácter, cosecha un destino". 






2 comentarios:

Victoria dijo...

¡Hola Nelly! Me encantan tus reflexiones y me han recordado dos cosas:

1. "Somos lo que hacemos día a día. De modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito" Aristóteles

2. Una historia que leí hace poco y que voy a contar como la recuerdo. Trata de un chico que llegó muy enfadado a casa porque un compañero suyo de clase se había metido con él. El padre no le dijo nada sobre el tema, sólo le dió un cubo con trozos de carbón y le dijo que los lanzase contra esa camiseta blanca tendida al fondo del jardín y pensara que es el niño que le había ofendido. Al principio no la alcanzaba, pero según fue atinando la puntería empezó a manchar la camiseta, no todas daban porque había una cierta distancia que los separaba. Cuando casi no le quedaba ya carbón volvió el padre y le preguntó que tal se encontraba. El hijo le expresó su emoción, pues había conseguido dar a la camiseta en varias ocasiones. Entonces el padre le mostró su reflejo en un espejo grande y el niño se dió cuenta que estaba negro desde el pelo hasta la punta de sus zapatos. Esto nos enseña que cuando uno se enfada no consigue su objetivo de molestar al otro más que así mismo.

Nelly dijo...

Conocía la primera frase, pero el cuento no y me ha parecido buenísimo, Akane-San ^^ Muchísimas gracias por compartirlo.
Estoy segura de que a más de un lector le aporta mucho.
Besos,
Eva-Nelly.

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