Esta historia comienza ayer a las dos de la madrugada.
Hora en la que una Nelly desesperada buscaba sus gafas de piscina.
No se puede ir a natación sin gafas y quedaban unas pocas horas para la clase. Rebusqué en cajones, baules, cajas, estanterías, mochilas, etc. Cada vez más nerviosa.
No estaban.
De tanto buscar y buscar, al abrir un cajón de un armario una figurita de una Virgecita se me cayó en la cabeza.
- ¡Ay!
Podría decirse que fue un acto divino ;)
La tengo desde niña. Me quedé mirando para ella y pensé: "Ay, por favor, que aparezcan mis gafas".
Como si la Divinidad no tuviera otra cosa que hacer que encontrar objetos perdidos a personas despistadas. Pero... no sé, tuve la certeza de que aparecerían.
Pero la fé es la fé y yo soy muy cabezota. Seguí mi búsqueda incansable cada vez más enfadada (dadas las horas) y probé el método científico de visualizar el día completo para intentar recordar dónde puñetas estaban las gafas. Pensaba que las había guardado en algún sitio que no era su lugar. Y estaba enfadada conmigo misma. Tenía que encontrarlas aunque para ello tuviera que registrar toda la casa.
A las tres de la mañana llegué a una conclusión no menos inquietante: las gafas no estaban en casa.
¿Es posible que las hubiera olvidado? Si precisamente tuve cuidado en no hacerlo.
Mediada la semana, con mil cosas por hacer, a pocas horas de ir a clase, enfadada con el mundo e incapaz de recordar dónde están mis gafas me puse a pensar en el ****** que las había encontrado y se las habría quedado. Sí porque, veréis, esas cosas no se devuelven.
Me puse a pensar en el chico, o la chica, que encontró las gafas y dijo:
- ¡Ay va! , alguien se las habrá olvidado.
Y se las llevó sin tener la menor idea de la noche de espanto que estaba pasando por su culpa.
Y llegó el alba.
Estaba enojadísima. No me quedaba otra que presentarme en clase sin las gafas y pedir unas. Si tenían, bien. Si no, la clase avanzaría, los demás aprenderían a nadar mejor que yo y me tocaría hacer ejercicios diferentes. Me estancaría e iría más retrasada que el resto.
Salí a la calle enfadada.
Me tropecé con varias personas.Todo me molestaba. Hasta que me dije:
"Llevas una energía bastante negativa hoy"
¿Alguna vez os ha pasado que todo el mundo os molesta? Bien, pues, no es el mundo: sois vosotros. Esta comprobado que cuando sales a la calle enojada... te tropiezas con todos. La gente proyecta una energía, -todos la tenemos-, y esa energía influye en los demás.
Llegué a la piscina.
Y de pronto, no sé, aquel rollo de la fé me volvió a tocar un resorte y en vez de entrar me acerqué al guarda:
- Oiga, ¿han encontrado unas gafas de piscina?
El guarda me miró y me dijo:
- Eso no se devuelve.
- Lo sé -contesté.
- Si fuera otra cosa, pero unas gafas... Bueno, vamos a ver -dijo.
Abrió un cajón.
Y ALLÍ ESTABAN.
- ¡Vaya, qué milagro! -dijo el guardia-, es la primera vez que veo que devuelven unas gafas.

¡¡¡¡¡MILAGRO!!!!!!!