¡CON LA ADMINISTRACIÓN HEMOS TOPADO...!

¿Recordáis este texto de Mariano José de Larra? http://www.rinconcastellano.com/biblio/sigloxix/larra_manana.html

"Vuelva usted mañana"
Se trata de lo que le dice un español a un extranjero que viene a hacer unos trámites, y confía en poder ver la ciudad y atender a otros asuntos durante su estancia, de no más de quince días, en Madrid. El protagonista le contesta (más o menos, lo leí en el instituto): "Permítame invitarle a cenar para cuando lleve usted tres meses en la ciudad"...

Bien, pues esta mañana me he acordado yo de Larra y me he dado cuenta de que las cosas, con los años, no solo no cambian, sino que pueden ir a peor.

A primera hora me he personado en unas oficinas gestionadas por el Ayuntamiento, para darme de alta en una bolsa de empleo. Tuve que esperar media hora, mientras los que allí trabajaban trataban de simular que estaban muy ocupados. Pero no me importó, me había llevado un fragmento de novela para corregir. Cuando llegó mi turno -y tras un intento de otra joven de colarse-, el funcionario me dijo: (¿adivináis?) "Vuelva usted mañana"

Con un certificado que no tenía.

Bueno, como me habían atendido cortesmente, salí de allí de buen ánimo y me dirigí a la Escuela Oficial de Idiomas, donde debía recoger otro certificado de un curso de inglés a distancia. A las diez de la mañana me personé en la Escuela y fuí a la ventanilla que me tocaba. Gran error, la conserjería del That´s English, no abre hasta las once.

Por si acaso, pregunté a las compañeras de la Conserjería de la Escuela presencial. Una de ellas ni siquiera hizo ademán de comprobar mi nombre en la lista. La otra, más joven, sí lo miró, y descubrió que yo no estaba, pero no me lo dijo. Yo lo vi en sus ojos, mientras la primera compañera desproticaba contra la Conserjería de Educación. Que si eso, me dijo, preguntara a los de That´s English. Cuando le dije que sus compañeros de la otra Conserjería me habían mandado a la suya tres veces, dijo que entendía mi enfado, pero que ella no podía hacer nada. Que remitiera un fax a la Consejería de Educación.
- ¿Perdón? ¿Un fax a dónde?
No hay peor funcionario que el que no tiene ni idea y encima preténde hacerte creer que sabe de lo que habla.
- Es que esto no es nuestro. Mira en Internet y si no estas llamas a la Conserjería.
"Mira en Internet" viene a sustituir hoy en día a "vuelva usted mañana", que en verdad significa: "no pienso mover un dedo para ayudarle".
Me fuí enfadadísima para el metro. Eran las diez y media. Había perdido media hora discutiendo con una resabida que tenía la solución a todos mis problemas a una llamada de distancia.
Sentada en el andén del metro pensaba en irme a casa, comprobar si mi nombre estaba en una lista, en la que a juzgar por la expresión de la compañera de la resabida, no estaba. Y luego, ¿qué? ¿mandar un fax? ¿a quién?
¡¡Pero un momento!!
Me puse en pie y volví sobre mis pasos. ¿Me iba a ir a mi casa para tener que volver a la Escuela a reclamar? Pero bueno, ¿son idiotas o qué? Mientras subía las escaleras hacia la biblioteca del centro, pensaba ya en la carta que iba a redactar al máximo responsable de aquella gestión chapucera, poniendo a parir su servicio de información.... en serio, estaba indignadísima.
- ¿Puedo conectarme para comprobar una preinscripción de matrícula?
- Lo siento -dijo la bibliotecaria-, todos los ordenadores estan estropeados.
- ¿Qué? Pero...
- Pregunta en Jefatura de Estudios.
- ¿En Jefatura?
- Sí.
Otra igual. "Vuelva usted mañana".
Allá voy yo, a la dirección de jefatura de estudios. Y quiso es azar, o la suerte, o el destino, que de las ocho puertas, de los ocho despachos, de las ocho direcciones.... entrara justo en el que estaba el único hombre que podía ayudarme.
- Hola -dije. No sabía bien cómo empezar-, en la biblioteca me han dicho que pregunte aquí dónde puedo conectarme.
- ¿Qué? ¿En la biblioteca?
Tenía los ojos azules, y era muy alto. Lo que le había dicho le extrañaba mucho.
- Sí -contesté.
- ¿Quién eres?
Oh, cielos. Quién soy. Desde las siete de la mañana de mostrador en mostrador, y era la primera vez que alguien me preguntaba quién era. Le dije que era alumna de That´s English. Me contestó:
- ¿Tu nombre?
Bueno, como si eso fuera a servirle de algo.
- Llevan toda la mañana mareándome. Los de su conserjería no se enteran de nada, y he perdido la plaza y la preinscripción y no aparezco en las listas y.... y....
- Por favor, siéntate.
Se llamaba Armando. Era el jefe de estudios. El caso es que le conocía de vista y él a mi también. No sólo comprobó la lista en su ordenador sino que contradijo lo que me habían dicho en Secretaría.
Oh, Dios, al fin alguien me escuchaba.
- Tú no tienes que aparecer en esa lista.
(Mucho menos, pensé, mandar un fax a ningún sitio).
- Pero hay mucha confusión y tienes que entender que abajo han podido equivocarse.
- Ya, pero ¡tres veces! Pasándose la pelota de unos a otros...
Estuvo media hora hablando conmigo, en un tono de voz tan mesurado que al final mi enfado desapareció por completo. Él sí sabía de lo que hablaba, y se tomó el tiempo y la molestia de explicármelo.
Salí pensando en que la diferencia entre los empleados de abajo y el responsable, es que mientras los primeros se habían dedicado a "quitarse de encima cuanto antes" las quejas, el de arriba había intentado ayudarme desde el principio.
Sé que trabajar de cara al público es muy ingrato, y que el público en general no tiene -no solemos tener-, razón. Pero... joder, que pretendan despacharte, dándoselas de sabios, y mandándote trámites que no te corresponden, raya en lo expedientativo.
Así que, ¡un aplauso a Larra! Ahora veo que algunos clásicos, jamás dejan de ser actuales.
Saludos,
Nelly.

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