En el que el cartero, interviene...

 Mundo real:

Nelly leía, tranquilamente, antes de irse a dormir, su nuevo libro budista. Tenía mucho, mucho, mucho sueño. Al empezar a leer las prácticas de los Bodhisattvas -y tras leer la biografía del Profesor que había nacido en el año 1200 (supuso que Antes de Cristo, pero no lo tenía claro) y tras leer también plegarias y muchos textos en un idioma extraño, con la traducción a los pies -llegó a práctica número 17 y se detuvo.

Porque era lo que le ocurría en el trabajo.

-¡¡Hala!! -pensó-, ¡pero... pero pero... pero mira lo que dice aquí!

Y se escandalizó un poco.

"¿Pero cómo va a ser esto así? ¡Mi compañero no hace esto! ¡Pero tú no ves que si haces esto no es justo... ¿¿¿Y la justicia???? ¿¿Cómo no van a importarle las cosas justas y no justas a los Bodhisattvas...?? ¿pero...?"

De pronto se sintió muy, muy, muy, muy cansada.

Y se dijo: "¡Bah!". Dejó ahí la lectura. Y se durmió.

Mundo entrevigilia 

Nelly aterrizó en la plaza de la Ciudad Imaginada, mientras afuera, en el mundo real, comenzaba a amanecer. Y como hacía muchas veces, retomó su pensamiento en el punto en el que lo había dejado la noche anterior, recordando además la reacción de su compañero cuando admitió cierta cosa que tenía que ver con los deseos por debajo de la superficie.

-Bueno, pero... la gente no desea las cosas malas que les ocurren. Es una creencia muy ridícula pensar que nos merecemos las cosas malas. Que las vamos "eligiendo". ¡Eso no es científico! ¡Eso es absurdo! Otra cosa es que tu vibres de una determinada manera y...

El cartero de la Ciudad Imaginada apareció frente a ella en ese instante.

-¡¡Hola!!

-¡Vaya! ¡Cuánto tiempo! 

-No estás entendiendo bien las cosas.

-Bueno, ¡pues explícamelo tú! Yo lo que veo es que cada vez que te pido algo (aún a veces, sin pedirlo, pero necesitándolo) tú me contestas. Eso lo sé. Pero, ¿cómo funciona?

-Ah...-el niño se encogió de hombros.

-¡Venga ya! 

"¿Y por qué a veces te pido cosas y no me las das?" pensó Nelly.

-Piénsalo a ver si lo averiguas...

-Igual tiene que ver con la atención -dijo la Alcaldesa. Pensaba en el día aquel que su compañero dijo algo sobre "no cotillear". Y ella se pasó otro día pensándolo. Por la noche llegó a casa, encendió la tele y la frase que decían en ese momento era: "Ya sabes que no soporto el cotilleo...", le prestó poca atención pero cambió a otro canal, donde otra serie totalmente distinta, decía en ese momento: "¡Si has venido a cotillear, es mejor que te olvides, sabes que no lo soporto!" Y al cambiar de nuevo (ahí ya, como viene siendo habitual, le saltó la alarma en la coincidencia número tres):

"Voy a explicarte por qué cotillear es un acto tan censurable".

¿¿Tres canales y los tres con diálogos al azar hablando de lo mismo?

Bueno, podía ocurrir... Pero, admitámoslo, es extraño. 

-Entonces -dijo Nelly al cartero-, ¿funciona con la atención?

-No del todo, o no... solamente.

Nelly frunció el ceño.

-¿Cómo voy a explicarles a otros el "todo" si tú no me lo explicas a mí primero?

-Ven, quiero mostrarte algo -respondió el niño y se dirigió directo a un agujero en mitad de la plaza consistorial.

Un agujero de vacío.

-¡Sígueme!

Dijo antes de saltar.

Y saltó.

Y Nelly miró al agujero y pensó que había que estar muy loco para seguir a un cartero a un agujero de nada en medio de la Plaza. Un agujero con pinta de dar al espacio exterior, al universo... al vacío. Algo muy poco lógico.

Pero como no tenía otra cosa mejor que hacer,... saltó también.

Detrás del agujero sólo había vacío. Y puntitos brillantes muy lejanos y a sus pies, ondas.

-¡Ah, ya entiendo! ¡Eso es una persona! -señaló.

Pero una persona en su dimensión, digamos, "emocional". No una persona física, la vibración de una persona. Eso pensó viendo el dibujo de aquellas ondas cambiar.

-Halaa, qué bonito... -se admiró Nelly, si bien eran un montón de rayas inquietas sobre un fondo negro. Si la persona se enfadaba, cambiaban, si estaba serena, también. Nelly miró al cartero y le dijo:-. Ya entiendo. Dices que si estamos tranquilos pues vibras de forma diferente... ¿No? ¿Es eso lo que atrae las cosas? ¿Yo vibro y atraigo cosas así, sin más?

-No estás sola -contestó el cartero, mirándola con intensidad. 

Entonces Nelly se dio cuenta de algo. Había ocho mil millones de almas en el mundo, o más... 

De una sola fuente de vibración, Nelly imaginó  un campo entero, con ondas que se entrecortaban unas a otras, como cuando arrojas doce piedras en una superficie plana de un lago, serena, y las ondas resultantes se cortan. Era un campo.

El resultado era un campo de ondas, inmenso, de entrecruzamientos.

-Ese es tu mundo -dijo el cartero. 

Y ahí fue donde Nelly se volvió loca (de alegría)

-¡¡HAAAAAAALAAAAAAAAAAAAA!!!!!! 

Porque el campo no dejaba de vibrar y cruzarse, unas ondas con otras, unos seres con otros.

-¿¿Y vibra a la velocidad de la luz??? Es eso, ¿no? ¿¿Por qué la velocidad de la luz es igual a la velocidad de movimiento del campo? ¿Y cómo sabemos que la luz va a esa velocidad...? ¡Para medir necesito un punto quieto, y nada en mi universo esta quie...!

-Nell, que te distraes...-dijo el cartero.

Y era cierto, se le iba a atención a mil sitios. Pero ver aquella interacción energética le había fascinado. Eran millones de seres con sus ondas atravesando las ondas de otros seres vecinos. Era fascinante. Y no paraban de cambiar. Había ondas grandes y pequeñas. Ondas que unos podía pasar inadvertidas (como llegar tarde porque un peatón hizo demorarse diez segundos al conductor del bus y el semáforo cambió de color...) y otras ondas más intensas. Por ejemplo, si alguien lanzaba una bomba nuclear en un punto del campo, la ola resultante lo barrería todo.

-¿Quieres ver cómo vibra un bodhisattva?

-¡SÍ!

Viajaron un poco por encima de aquel campo y el cartero señaló un punto no muy distante, donde unas ondas hacían un dibujo para nada caótico (las demás iban un poco sin control), pero aquel ser dibujaba ondas armoniosas a su alrededor. Ciertamente, como pétalos de una flor. Mucho más sencillos. Mucho más ligeras.

Nelly se maravilló.

-¡Uaho!

-Las prácticas que estás leyendo no son un fin, Nelly, son un medio para otra cosa.

Silencio.

"¿Un medio?"

Tras un rato largo de silencio y comprensión, la Alcaldesa dijo:

-Entonces están mal redactadas.

-¡JAJAJAJAJAJAJAJ!

Al cartero le dio la risa. Mucha, mucha risa.

-¡Jajajajajajaja!

-A ver -defendió Nelly su punto de vista-, entiéndeme, si te dicen que si pasa esto no hagas nada, y esa es la instrucción, básicamente me están diciendo que deje que la gente me pisotee. ¡Yo no veo que al compañero le pise nadie, ¿entiendes?! 

(... Nelly llevaba unos días preguntándose si era budista o era de una nueva religión consistente en imitar la belleza de su Compañero)

-... Porque la "Justicia" es un valor importante -continuó-, y, claro, si las prácticas dicen eso... Por otro lado, visto lo de las ondas vibracionales, si las prácticas son un medio para otra cosa... debería decirlo,  ¿No? Deberían empezar el libro con: "Practica esto, pero porque el objetivo es otra cosa que viene si consigues practicar esto"

-¡Jajajajajajaj!

Se produjo un silencio largo. 

-Entonces, Nelly, vamos a resumir tu inquietud. Me preguntaste que qué relación había entre nuestros deseos (incluso los desconocidos) y las cosas que nos pasan. Has visto que los humanos podéis vibrar según vuestro estado emocional... o mental, lo que prefieras usar para entenderlo, y que esa vibración afecta al entorno. No estáis solos, vuestras ondas se cruzan con las de los demás, todo el tiempo. 

-Sí. Es correcto.

-Y ahora yo te pregunto, ¿qué cambia en el universo si cambia la vibración u oscilación de una onda? 

Nelly contestó muy decidida:

-La realidad.

Nuestro universo está hecho de partículas y vibración. Vemos el atardecer rojo, por la longitud de onda. Vemos el cielo azul a mediodía, por la longitud de onda. 

El cartero sonrió, se desvaneció, y Nelly abrió los ojos en...

El Mundo Real.

¡Buenos días! y feliz sábado!

¡Os mando, pues, buenas vibraciones, jajajajajaj!

¡Jajajajaj!



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