Nelly y la fiebre

 Me acosté a las 9 de la noche (con gratitud). Me desperté a las 8.

Soñé con unos sobres con medicinas y con Keanu Reeves. Por lo visto mi cerebro cree que es mi ángel de la guarda. Pero es muy gracioso porque al abrir Youtube me aparece un corto de él en una entrevista en el que le dicen: ¿Qué hace Keanu cuando tiene miedo? ¿Cómo lucha contra la ansiedad?

Diez segundos de atención le presté mientras el actor (y me paré por haberlo soñado) respondía: (respira) y trata de dilucidar lo que te está asustando.

¡Uy, le he dado con el dedo y he pasado al siguiente vídeo! ¡Jajajajaja!

A las 11 me levanto, me siento mejor, descargo las plantillas para el libro de Amazon. Y le digo a un amigo: Vamos al planetario, ¡no quiero estar todo el fin de semana en casa!

-¡Vamos!

Esto fue antes de acostarme a una pequeña siesta y despertar con 38,5 de fiebre y mucho dolor de cabeza.

¡Noooo! ¡¿por qué?! 


¡No es justo! ¡No es justo!

El dolor de cabeza era insufrible. Horroroso. 

Me pongo el pulsómetro que compré en pandemia y que mide la saturación. Estoy tumbada en la cama, sin hacer nada. Mi pulso tumbada suele ser 59. Trabajando y caminando suele ser 66. Una vez me acerqué a ese compañero de trabajo que tanto admiro y subió a 88, sin hacer nada. Lo peor fue que al alejarme bajó a 65 como si tal cosa. Me sentí traicionada por mi propio corazón.  

Al mirar el pulsómetro me asusto:

-¿¿¿95 por minuto????? ¿¿¿97???

¡Esto está roto!

Quince minutos de observación. Tumbada, sin hacer nada, donde suelo tener 60 por minuto (Una vez me medí en 53). Ahora resulta que estoy en casi 100. 

Me asusto. No es normal tener cien latidos por minuto tumbada en una cama. No para mí.

Saturación en 96, a saltos 94 y luego 95,...de pronto se pone en 92 (la saturación) 

O el pulsómetro se ha roto o ....

Leo en internet: La fiebre altera el ritmo cardíaco haciendo que este llegue a duplicarse. 

¿En serio? ¿Qué me estas contando, Internet? Leo más: se debe a que el calor estimula unos músculos cercanos al corazón, lo que a la larga, si la fiebre fuera de muchos días, puede provocar debilidad.

Hum.

Me tomo un paracetamol. Y seguimos en 38,1. (Temperatura normal: 36,8) 

No debería contaros esto pero al mirar hacia la ventana me pareció ver unas extrañas cositas brillantes. Como ya me sé yo que la fiebre juega perrerías a los seres humanos me dije "ni caso". Pero volví a mirar. Y sí. Diréis... ¿qué viste qué? Pues... brilli-brilli. Os lo prometo, había brillos misteriosos apareciendo y desapareciendo.

Me puse unos cursos en audio y al rato me levanté. Apuesto a que el brillo de la cortina tiene explicación científica. Es como si... la tela tuviera hilos brillantes entretejidos y con la luz del sol se pusieran a titilar.

Sólo que esas cortinas llevan ahí 15 años y nunca han brillado. ¡Jajajajaj!

Al final me he resignado a perderme la proyección de los agujeros negros y las fotos de Marte y Júpiter que hay en el Planetario.

Mi fantabuloso plan para esta tarde es hacer un poco de yoga (si se mantiene la fiebre baja), y meditar un rato. Escuché un trocito de un vídeo que hablaba sobre la escuela Mahayana de budismo. 

Voy a ser audaz. Estoy en 37,7. ¿Lo comprobamos?

37,6... ¡jajajajaaj!

Mi fiebre va y viene como un saltamontes caprichoso. No es justo. 


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