En el que recibo carta de Elba - Cuentos del niño mensajero



Nelly estaba sentada con las piernas cruzadas en el suelo, en la esquina más alejada de la puerta de la habitación. Había un par de contratos editoriales esparcidos a su alrededor y mordisqueaba el extremo redondo de un lapicero, con aire distraído.

Aquella misma mañana había mandado un e-mail de despedida a una conocida llamada Elba. Elba vivía y trabajaba para una Asociación Budista muy importante. Nelly le había escrito indicándole que aquel era su último correo, que tras ignorarla ella cuando le preguntó si alguien querría charlar de Enseñanzas, ignorarla el Templo cercano a su casa (cuyos únicos correos que recibía le pedían dinero) y reírse de ella el Muso (al principio lo tomó como que le importaba, pero luego se dio cuenta de que igual sólo había contestado porque su ocurrencia de pedir un amigo era absurda) el fracaso estaba más que patente y ya no le interesaba el camino. Por ella podían irse todos a plantar un huerto.

El Mensajero tomó el e-mail y atravesó el océano atlántico hasta Latinoamérica con aquel mensaje impregnado de gracias por nada, mira cómo cierro el círculo para protegerme de tod@s vosotros y -en esto se empeñó especialmente el Cartero-, "gracias por todo aquello que haces por altruismo, ya que en este mundo es muy importante". Si bien Nell no entendió del todo el porqué de la última frase, le pareció que todo lo demás dejaba bien claro "lo petardos que habían sido con ella" y que lo siguiente que había que hacer era bloquear para siempre el e-mail. En el correo explicaba que durante semanas pensó que a Elba le había ocurrido algo malo. Pero luego se dio cuenta de que no contestaba porque, simplemente, Nelly no le caía bien.

-A ver, ¿cómo se borra esto?

No se llevaba bien con al tecnología. Se llevaba bien con los programas procedimentales (la máquina de su trabajo, por ejemplo) pero no con las Redes, los chats, los Tinders, las apps, los Ticht, los "¿Discords?" (¿discordia?), y otro largo etcétera.

Tampoco se llevaba bien con Outlook, pensó mientras buscaba desesperada el botón "eliminar" de los contactos. No lo encontró y se quedó dormida.

Al despertar se sentía fenomenal, se puso en pie, preparó una infusión, se sentó en el suelo del cuarto con los contratos que debía firmar y allí se quedó, pensando. Hasta que de repente...

¡TOC TOC TOC!

-¡Pasa!

El más inexpugnable de los personajes de su Ciudad Imaginada abrió la puerta. En la habitación todo estaba tan silencioso e inmóvil que era como si no existiese el tiempo.

-Tienes carta de Elba.

-¡¿Cómo?! ¡¿De Elba?! ¡Bórrala! ¡Tírala! 

El cartero se acercó con ella en la mano y el brazo extendido. No dijo nada. 

Silencio.

Tras una eternidad, Nelly alargó su mano a su vez, la cogió y rasgó el sobre, sacando el papel doblado que leyó a continuación.

-"Se me ha roto la máquina" -dijo-, he estado mala...¡pues como yo! Pedí una máquina y se rompió Windows... ¿Llamará máquina al ordenador? 

-Mira más abajo.

-"Este es mi teléfono, por si quieres charlar o tienes dudas de algo...." -Nelly desvió la mirada. Lo menos que podía hacer la gente cuando abandonaba a otra persona, es seguir comportándose como una insensible villana, pensó-, "yo tengo una beca internacional para hacer música", dice esto porque le conté lo de los libro y los ilustradores que trabajan para Netflix...

Y entonces llegó al final de la carta:

"Eres importante, por favor recuérdalo".

Miró al niño que no dijo nada. 

-¿Quién acaba así una carta? 

-La verdadera pegunta es "¿puedes confiar en ella?"

La alcaldesa se quedó pensando.

No podía confiar en nadie porque El Muso la había abandonado y fallado y ella se había equivocado. Así que en lugar de responder siguió haciendo sus quehaceres. Pero el niño no se marchó.

Al caer la noche, Nelly levantó la cabeza de sus cosas y le dijo de repente:

-Puedo pedirle que me recomiende un libro.

El cartero reprimió una sonrisa. Tenía cerca de veinte libros de budismo, la pregunta era si debía contarle a Elba todos los que había leído... o no.

-Un libro no te compromete a nada -añadió Nelly-, y al final es lo que yo quería. Charlar un poquito de enseñanzas y aprender sin que te hagan daño. ¿Qué opinas?

-Opino que un océano de distancia e incapacidad para verte físicamente es suficiente garantía de que ella no te hará daño. Estáis lo bastante lejos como para charlar.

-¡Vale, pues contesta! "Querida Elba, ...." ¿me quitas un peso de encima es demasiado?

-Sí. No somos amig@s.

Nelly se quedó pensando.

-¿Quieres contestar tú?

El cartero sacó de su bolsa bandolera una pluma que Nelly jamás había visto, se sentó en el suelo y escribió el siguiente mensaje:

"Elba, me alegro mucho de que estés bien y de no haber acertado con los motivos de tu silencio estos meses. La verdad es que estaba muy triste.

Te agradecería que me recomendases un libro que me ayudase a practicar o me contara anécdotas de personajes ilustres del camino budista. Tengo muchos en la librería así que es probable que no encontremos el adecuado a la primera.

Muchas gracias,

Eva"

-Es bonita. Pero tú no te llamas Eva.

-Ni soy chica.

-Bueno.... supongo que es mejor que decirle que eres un niño atemporal que vive en una Ciudad Imaginada.

El cartero sonrío.

-Que descanses, Nelly, y que todo siga mejorando como hasta ahora.

-¡Gracias! ¡Feliz tarde!

-Ciau.




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