En el que visito la Mina submarina de Arnau

 Estaba de viaje y me quedé dormida. Al abrir los ojos, entre un arco iris y otro arco iris (porque supongo que no podía ser el mismo durante 200 kilómetros), el paisaje me resultó bastante desconocido.

-¿Dónde estamos?

 El conductor con aire pícaro, dijo:

-¿No esperarías llegar a Gijón, no?

-¡Jajajaja!

Pues claro. Ése era el destino del viaje. Pero resulta que antes paramos en Arnau:


Donde visitamos la primera mina asturiana, cuya financiación fue Belga, y que data del año 1600 -cuando un monje tropezó por casualidad con un trozo de carbón en la playa y pidió permiso a Su Majestad para empezar una explotación- aunque la verdadera industria llegó en 1800.

En aquel año el que compró los terrenos y buscó dinero y maquinaria de vapor, en Bélgica, (Eleanor, la locomotora); le dijo a los lugareños que podían ser mineros y ganar dinero hiciera frío o calor. Es decir, que dejaran el campo y la pesca y se fueran a la mina. Señores que no tenían ni idea y bajaban al trabajo con zuecos o alpargatas.

Bajando por el tunel (sólo 20 metros, los siguientes 60 están sumergidos porque la mina estaba bajo el mar... y si alguien está pensando en Julio Verne os diré que yo también)... llegamos al primer nivel donde nos contaron un poco cómo funcionaba la vida en la mina.

Para empezar, los trabajadores creían en duendes y enormes serpientes subterráneas. Los obreros le dejaban regalos al "duende de la mina" y el capataz los recogía. La guía dijo: "el miedo es la herramienta de control más eficiente en los seres humanos". Pues sí, que triste me puse al oír eso.

-Los niños o "uajes"...

-¡Anda! ¡Yo escuché esa palabra a mis tíos!

-¿Quieres saber de dónde viene? -me preguntó la guía.

No se ponen de acuerdo si procede de un término inglés (el que empuja la carretilla) o belga (la vagoneta en sí, y el niño que va empujando), pero al tener que hablar una mezcla de "asturiano" y "francés", acabó saliendo un idioma muy raro y que nadie más entendía.

-Los uajes empujaban la carretilla al cumplir doce, y a los catorce pasaban a picapedreros. A los dieciséis, a otras tareas...

Yo pensé lo siguiente: a ver quién se queja ahora de su empresa, del cansancio o de los ojos, porque es verdad que pierdes vista. Hace frío, hace calor, está lejos, vaya que lata las horas que podría hacer otra cosa...

-Las jornadas eran de doce horas, pero lo normal era hacer catorce horas...

(¿Cuánto es eso? Es como ir y venir más las ocho horas allí... un poco más)

-Si un niño no cerraba la compuerta, el aire no llegaba a los niveles bajo el mar, por lo que a esos niños los podían castigar en una galería sin salida, dejándolos allí a oscuras durante una jornada o dos de trabajo.

Pensé en mis amigos. ¿De qué se quejan ellos? ¿Y si me comparase yo con un niño de una mina? ¿no pensaría lo mismo cuando yo digo que ellos se quejan demasiado?

-Y luego los animales de tiro, como pueden ver en el grabado -siguió la guía-, a veces bajarlos era una auténtica proeza, por lo que los animales entraban y no volvían a salir. 

Vida en oscuridad. Y me estremecí.

"Mira lo que hacemos los seres humanos", me dije, "que metemos seres en minas y los condenamos a la vida en la oscuridad".

Eso sí, luego había pesetas. Frío o calor, el rey ganaba su carbón y los obreros sus pesetas.

Desnudos, a doscientos metros, dentro de la tierra, haciendo explotar una pared para extraer trozos de materia orgánica de hace diez mil años, en el fondo de una mina.

"Todos locos".

¡Jajajaj!

Al día siguiente, nos levantamos -ya en nuestro destino-, y vamos a pasear por Gijón y alrededores. Entre risas, una amiga y yo decimos sentirnos como en un anuncio de Central Lechera Asturiana. De pronto, una de nuestras guías se gira y me dice:

-Nelly, ¿tú eres de restaurante pijo o te vale ir a un (dijo el nombre del "bar" en asturiano)?

-¿A un qué

-Es "tasca", en asturiano. Bar pequeño.

-¡Vamos, vamos!

Tasca en Madrid es bar diminuto y mal iluminado, con cuatro parroquianos y sin aperitivos. ¡Vamos, vamos!

Llegamos al bar. Nos dan "un caldo" (madre mía, qué rico estaba, ¡toman caldo en vez de café!) y el bueno hombre tras la barra, sonrisa gigante, gafas de pasta, pone sobre el mostrador vino blanco y dice: "para acompañar".

Gratis.

Y nos da la botella.

Bueno, creo que el caldo costó dos euros.

Por dos euros en Madrid no me dan ni los buenos días, ¡jajajaj! Y el vino lo más probable es que estuviera atado al mostrador con un candado.

La humilde "tasca" olía a cordedor asado y tenían un anuncio de parrillada para comer, con vistas a los Picos de Europa, nevados. Con aire limpio. Si eso es una tasca... entonces qué entenderán por sitio de "postín". Yo no les llevo a Madrid, qué vergüenza.

Aunque el Madrid de los Austrias es precioso y tenemos muchos palacios y palacetes, y adoro los edificios altos, principales, de las calles más céntricas. Y la Gran Vía impresiona bastante. Bueno, supongo que el ambiente del Rastro y el Retiro no está nada mal... pero falta espacio. Mi ciudad adolece de una gran falta de espacio, mucho barullo y mucha contaminación. Es que somos tres millones de personas en la urbe, somos muchísimos y nos estorbamos.

Volviendo a Gijón, me voy a despedir, no sin antes deciros que, si os gusta Harry Potter, deberíais echar un ojo a la Universidad Laboral de Gijón. A ver si no soy yo la única que se ha sentido en Hogwarts.



 



0 comentarios:

Publicar un comentario

 

 

 

Creative Commons License
contador de visitas para blogger por paises