Gustavo y Carolina -un cuento para el desamor.

 


Un domingo por la tarde de primeros de febrero, Carolina visitó por fin a Gustavo. Llamó a la puerta y al cabo de un largo momento de silencio, el joven delgado apareció en el umbral y sus ojos claros resbalaron a lo largo de toda su figura.
-Después de todas las cartas bondadosas llenas de palabras amables... -comenzó la joven-, decidí dejar de estar enfadada y venir a conocerle.
-Usted piensa que está enfadada, pero no es así. Lo que tiene es miedo de confiar en la gente.
-Bueno, es normal... Con lo que me ha pasado...
Gustavo abrió la puerta del todo y descubrió ante sus ojos un salón acogedor ricamente amueblado.
-Pase..., por favor.
La joven entró. 
Él señaló un sofá y ambos se sentaron.
-Cree que yo no he sentido el mismo anhelo que usted... el mismo miedo, la misma clase de enfado, y piensa que ha puesto todo su corazón en algo que salió mal. Y que nadie lo comprende. Especialmente su tío Cecilio. Pero yo le conozco y él sabe bien lo que usted siente. Lo sabía antes de que usted escribiera la primera palabra en esa carta que me envió. 
Carolina abrió la boca para protestar pero se quedó callada, intuyendo que quizá Gustavo tuviera sino toda, parte de razón. 
-Él cree que no estoy enamorada.
-Puede, ¿quién sabe? El amor es algo confuso.. que viene y va, y se mezcla con otros sentimientos.
La hija del cartero empezaba a removerse incómoda en su asiento.
-Al final es otro abandono.
-¿Abandono? -repitió Gustavo juntando las cejas-. Esa me parece una palabra muy dura. Imagino que, tras años de decepciones, uno pueda sentirse inclinado a sacar una conclusión semejante. Pero no se engañe, él no la ha abandonado. En realidad ha hecho lo mejor para usted.
-Lo sé, pero eso no lo hace más fácil.
-¡Jajajaj! Ahora no.
-Ni ahora... ni nunca. 
-¡Ah! -suspiró-, ¿le apetece una taza de té?
Carolina nunca decía que no a una taza de té.
-A veces pienso que he perdido cosas y en realidad no se han perdido. Sólo han cambiado de lugar en la casa.
-Si es un acertijo, no estoy para juegos de esa clase.
-¡No pretendía que lo fuera! -exclamó Gustavo desde la cocina-, ¡estaba siendo literal! El otro día dejé las llaves dentro del frigorífico... y no pude salir de casa.
Regresó al cabo de un rato con una bandeja y sendas tazas humeantes. Tomaron la bebida en silencio.
-Será mejor que me vaya...
-¿Por que yo no soy como usted esperaba? Se lo noto en la cara. Puede que me imaginara más alto, o más fuerte, o...
-... Mayor -atajó ella.
-¡Jajaja! Es, sin duda, encantadora.
La observó mientras ella estudiaba la punta de sus zapatos.
-Le estoy muy agradecido de su visita -dijo el cura-, y espero que no haya perdido del todo la fe, ni que juzgue severamente a todos cuantos la rodean. A fin de cuentas, sólo somos seres humanos, buscando lo que creemos que nos dará la felicidad.
-Se ha hecho tarde. Será mejor que me vaya. Ya ha  dejado de llover.
La acompañó hasta la puerta.
-¡Vaya, un arco iris! -señaló.
-¿Lo ve? -dijo el religioso-, hay cosas muy bellas que sólo pueden pasar tras una tormenta...

FIN. 

Está dedicado al Muso, por aguantarme...

1 comentarios:

Davidel dijo...

Muy bonito. Mucho ánimo y pa'lante!!
Que estamos dos días aquí na más, a ser lo mas feliz y sonreír mucho!!
Buenas noches.

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