Nueva norma.

La discusión de ayer de la cafetería... la he trasladado a mis sueños. Así que a las dos de la madrugada, soplando un viento gélido de huracán, y mientras fuera se desataba una sinfonía de caos atmosférico... yo me despertaba en mitad de la noche discutiendo conmigo misma al ritmo de la canción que sonaba en el sueño que era... "chained to the rhythm" .

Una amiga mía tenía un profesor que decía que si soñabas a color estabas loco o loca. Me pregunto qué diría si supiera que yo sueño al ritmo de Kate Perry jajajaj!.

Me levanté mientras los toldos volaban y trozos de pared eran arrojados al patio inferior. Me bebí un vaso de agua y volví a la cama mientras un vecino le gritaba a otro que quería un poquito de silencio. Yo, desde luego, no oía nada. Si por algo nos caracterizamos aquí, es por tener una comunidad silenciosa. Cosa que agradezco infinito.

Estuve dando vueltas en la cama una hora. Hasta que dije: "Se acabo. Deja de pelear con él".

O más bien: deja de pelear con lo que sientes 

Y entonces... se calmó el viento. Tarde un poco en darme cuenta, pasamos del más absoluto vendaval a un silencio plácido.

Menos mal que sé que estas cosas son casualidad(es). Dice mi yo interior que ponga: casualidades.

Bueno, pues vale.

Me dormí (pero bastante mal, ¿a quién se le ocurre tomar café?) Yo tengo una norma que dice que nunca tomo café pasadas las 6 de la tarde, en domingo. Pero claro, ayer me la salté. Y de eso va esta entrada. De normas.

Normalmente, cuando quedo ya sé lo que voy ha hacer. Organizo, diseño. Elijo. Menos con este hombre. ¿Por qué? Por varias cosas, la primera es que acabamos haciendo lo que dice él. La segunda es cómo sucede esto. Os pongo un ejemplo: "quedamos en tal sitio". "Vale". Vamos a la primera cafetería. Mi yo interior me advierte: 

demasiada aglomeración

Al final cambiamos. La siguiente está igual, la siguiente está igual, la siguiente está igual.

-No sé, hoy está todo lleno.

-A lo mejor tod@s han quedado con tod@s para hablar de temas....

Murmuró algo en respuesta, pero ... no lo tengo nada claro. Da igual.

Así que acabas caminando por calles que te suenan pero no ubicas, intentando unir a recuerdos de noches de marcha los locales en los que entras, para al final terminar en una cafetería (con sofá) frente a un espejo que te dice: "Está usted en la realidad. Haga el favor de ser surrealista".

Y discutes y debates, y tratas de ubicarlo. Y tratas de ubicarte. Y él no se deja ubicar.

Intentas vencerlo con la palabra, con la persuasión, comportándote como una niña malcriada o negociando. Estableces delimitaciones, axiomas irrefutables basados en cosas que sabes que son como tú dices.

Llega un punto en el que la lucha es más problema que el problema que tratas de resolver. 

Y cuando te rindes, la solución llega sola.

Al final no has hecho nada de lo que pretendías hacer pero no importa, porque resulta que estar diez minutos en absoluto silencio sintiendo una calma y una relajación total seguro que es mejor que tener controlado el restaurante al que pretendías ir, o el nombre del camarero. 

Al final es como un dilema. Es como si tuvieras dos caminos delante. El tuyo, que conoces. Y luego está el de él. Dado que una parte de mí elige sin mi permiso... la discusión es bastante irrelevante ya.

Aclarado ese punto... queda ver cómo lo encajo en todo lo demás.

Así que se me ha ocurrido inventar una nueva norma que diga que con él, no hay normas.

Y ese espacio que es suyo... lo pongo en cuarentena y lo rodeo de las cintas esas que se ponen cuando el ayuntamiento está trabajando, por ejemplo, en podar un árbol. 

Vamos, que puedo ceder un poco.

Con vuestro permiso, tengo que desayunar y acabar de corregir un libro.
Uno donde la prota resuelve misterios y nadie pone en duda su liderazgo.

Ciau!!! 


0 comentarios:

Publicar un comentario

 

 

 

Creative Commons License
contador de visitas para blogger por paises