Nunca me haré famosa...
Acabando el libro. Estoy en el capítulo 10 de 12 (+ el epílogo), y me decía mi amigo actor que a él por su nuevo libro le está llamando la prensa.
Tengo 6 libros publicados, 2 en segundas ediciones, el primero con Espasa (ese no está en segunda edición, ese abrió las puertas de muchos otros). Los tengo en tapa dura y en tapa blanda. Los tengo de Tú eliges la aventura, jajaja, libros que leía yo de pequeña preguntándome: "¿¿pero por qué siempre el prota es un chico??"
No creo que nunca me haga famosa. La primera vez que fui a presentar a un instituto y una marea de jóvenes lectores se acercó, uno de ellos móvil en mano, y me dijo:
-¿¿¿Me puedo hacer una foto contigo???
Mi primera reacción instintiva fue:
¿Por qué?
Ese "¿Por qué?" me acompañó mucho tiempo. Fírmame esta hoja de papel. (¿?) Firma este libro de mi mejor amiga. (¿?).
Esa escena, y esas colas, se repitieron en un instituto tras otro... y solo eran jóvenes lectores. La siguiente vez que fui a la Feria del Libro y vi un puesto con vallas, y doscientas personas haciendo cola pensé: "Pobre autora".
No sé vosotros, pero verlo desde el otro lado, es raro. La fama.. no está en ti, está en ellos. Esta en el que mira, no en el que es mirado. Raro, ¿verdad?
Aunque la primera vez que tuve un encuentro con la fama fue con quince años y fue con el grupo Roxette.
Hice cola pero yo no tenía discos. El chico que estaba delante tenía dos discos pero sólo le dejaban firmar uno. Así que le dije:
-Hola, me llamo Nelly. Yo no tengo disco. Si tú me prestas ese, así yo tengo algo para que firmen, a cambio, tú tendrás dos discos firmados.
Mi mejor amiga de entonces alzó las cejas y me dijo algo sobre la capacidad de reacción y la frialdad. Yo no supe de qué me hablaba. De ese día recuerdo nitidamente, dos cosas. Primero, el contacto de los brazos del guardia de seguridad que me movió de un lado a otro cuando subí a la zona en la que estaba el grupo. No fue brusco, ni bruto, pero desde luego fue directivo. Así que de repente me vi delante (colocada por aquellas manos) de Per Gessle y de Marie Frediksson. Estiré el disco. Lo firmaron. Me estrecharon la mano. Y al mirarles yo vi....
......................................................... a dos seres humanos, cansados.
La gente gritaba, la gente aplaudía, la gente se emocionaba.
Yo me quedé callada mirando para ellos. Y recuerdo perfectamente el contacto de la mano de Per.
Bajé del escenario. Y me fui a mi casa (tras darle el disco al chico que me dio las gracias como cien veces).
No, yo no quería la firma. A mí me daba igual. No tenía dinero para comprarme discos originales. Y con los míos no podía subir (qué menos, jajajaj, eran copias).
Yo sólo quería verlos.
Supongo que, a mis quince años, no pensaba que fueran seres humanos. No sé, fue rarísimo. La experiencia me gustó un montón. Fue como asomarme al mundo de ellos. No sé, me provoca cierto respeto.
Mi segundo encuentro con la fama lo tuve paseando por Gran Vía. (Y luego, claro, en la agencia de publicidad también estuvimos cerca de Jim Carrey y otras cosas pero... luego hablaré de eso). Paseando por Gran Vía, me cortó el paso una valla amarilla. Y luego la gente me espachurró contra ella.
-¿Qué pasa?
Paró una limusina delante de una alfombra roja de pega... y se bajó Bruce Willis.
Ya, bueno, una nunca se espera estas cosas. Y menos en Madrid.
Bruce Willis subió las escaleras del cine. Bruce Willis se paró, se dio la vuelta, y la gente gritaba. Y entonces Bruce Willis hizo algo que a mí me recordó mucho a mi tío (que en paz descanse) y que tampoco voy a olvidar jamás. En vez de entrar en el cine, rotó los hombros hacia atrás, para echar el pecho hacia delante. Miró a un lado. Miró a otro. Puso una media sonrisa torcida... y saludó.
JAJAJAJAJAJ!
Era... trabajo! Pero me encantó. Qué profesionalidad. Que estudiado. Todos gritando como locos y allí estaba yo, pensando: "me parto". Saluda a un lado, saluda a otro, mueve la cabeza ligeramente. ¡Jajajajaj! Sin perder el humor.
De nuevo, ante la fama, me quedo muy callada. Seguí mi camino pensando ... "¿te das cuenta de cómo ha saludado y es todo fachada?" jajajajaj! No fachada para mal. Al revés. Se paró y dedicó un rato al público. Y eso es cansadísimo. En serio. ¿Os gusta el metro? Imaginad toda esa muchedumbre gritando por vosotros. ¡Por favor!
En la agencia de publicidad hubo un tiempo que llevábamos actores. Actores de series españolas. Pero da la casualidad de que soy nula recordando nombres y famosos, motivo por el cual en un acto montado por mi agencia, le pregunté a una chica: "¿De qué medio eres?" y se pilló un rebote tremendo porque era famosa y yo no lo sabía. ¿Veis? Ese es el lado contrario de la moneda. Si ser famosa es algo tan importante para ti que si no te reconoce una publicista te subes por las paredes, chica, entonces no eres tan famosa, ni te mereces esa fama. Seguro que si yo no reconozco a Bruce Willis al tío le haría muchísima gracia. No sé si me entendéis. Hay fama, y famosillos.
Aún así, los actores, la gente del escenario, tiene un algo especial. Sobre todo, los del teatro. No sé, se lo noto enseguida. No a todos. Pero estos que llevábamos eran de la tele y yo no conocía ni a la mitad. Los que se consideraban "muy guapos" a mí me echaban para atrás. De todos ellos, había un villano (que tiempo después se acordó de mí en el teatro y me dio dos besos), que entró un día por la oficina para prepararse para una entrevista. Y no se le ocurre otra cosa que quitarse la camiseta mientras yo estaba trabajando. Me puse tan roja que me di la vuelta y miré el ordenador (tralara lara, mis listados, mis hojas de cuentas, tra lara) mientras él se ponía el dichoso atuendo para salir en la revista. Con tan mala suerte que la pared que yo tenía delante del ordenador era de espejos.
Y tan roja, tan roja estaba, que el actor lo notó y se me acercó a preguntar algo.... la mar de divertido con aquella situación. Mientras yo pensaba "tierra trágame, malditos espejos"
Como yo soy dada a regar plantas de plástico cuando me pongo nerviosa, y allí no tenía por donde escapar, ... hasta que entró el director creativo y no sé que dijo y yo pude, ¡por fin! salir de tan incómoda situación... reconozco que quedó graciosa. Más que nada porque el actor no iba, ni mucho menos, de sex symbol. Y fue más mi torpeza al ver que se cambiaba delante, que su ... intención de incomodar lo que provocó la anécdota. Si no me hubiera girado hacia el ordenador tan rápido, él ni siquiera habría notado nada y se habría puesto la dichosa camisa trendy la mar de feliz.
A mí la fama no me gusta.
Para acabar esta entrada (doy gracias que a los escritores casi no se les conoce por la cara), tengo que nombrar el día que fuimos a ver Drácula, porque salía el actor que pone voz a Bruce Willis. Tengo que nombrar ese día porque estábamos en la fila dos.
Demasiado cerca del escenario. Y sí, Drácula era Ramon Langa. Pero a mí eso me dio igual porque al comenzar la obra todo quedó en negro salvo el atril al que salió un actor desconocido, bastante mayor para mi edad, no muy alto, de aspecto normal... y se puso a hablar.
Yo le miré. Igual que miré a Per Gessle, o a Marie Frediksson. Igual que miré a Bruce Willis. Igual que miro a mucha más gente.
Mirarle, le miré.
No había fisura.
No había fisura del personaje. No la había. Se presentó como Van Helsing. Un doctor. Y le miré y le miré más y seguí sin ver a Emilio Gutierrez Cava. Lo que, sinceramente, me enfadó y fascinó a la vez.
Yo le dije a mi yo interior: "Busca a ver qué ves" (se acaba de abrir sólo el grifo del baño.. ya estamos con los fantasmas...)
Pero... no pude ver a Emilio. Sólo vi a Van Helsing.
No era el actor interpretando a alguien, sino que era ese alguien, ¿me entendéis? No estaba actuando, era el personaje. Es distinto. No es que Emilio se conviertiera en Van Helsing, sino que más bien adaptaba Van Helsing a él. Sé que es raro decirlo así, pero tiene su sentido.
Automáticamente, se convirtió en mi actor favorito.
Lo volví a encontrar en "La mujer de negro", donde hablando con otro personaje dijo: "Imaginemos que pudiera yo hacer una calesa con ese baúl".
Luego... narrando la historia, se sentó sobre el baúl, y solo con su cuerpo y el ruido que hacía su boca, hizo una calesa.
Una vez más, me inclino ante él. Es un genio.
Qué lección de humanidad.
Si pudiera yo hacer una calesa con ese baúl....
Y si lo hubiérais visto luego. Fue maravilloso.
De todos modos, no soy objetiva. Desde que el teatro me descubrió (allá el colegio) lo que era ir embozado, estoy enamorada de los actores.
Cuando yo era cría leía el libro de historia con avidez. Ni os imagináis. Y la profe nos dijo un día que en España prohibieron las capas largas en cierta época. Alguien preguntó por qué y la profe contestó: "para que no fueran los malos embozados". Y yo pensé: "¿qué puñetas es un embozado?" Era muy niña. Entonces, un día, fuimos de excursión a Madrid. Que entones decir Madrid era como decir Australia, igual de lejos parecía estar. Y nos sentamos en el suelo de una sala de Lavapies, bien cutre, y la sala se quedó azul. Y salió un joven de unos treinta años y yo sentada como un indio en primera fila. Y el joven tenía un lacayo. Y no sé a qué chica iban a rondar. Y entonces se topan con otro hombre.
Y entonces el joven coge la capa y se la lleva al rostro, tapándoselo.
E-M-B-O-Z-A-D-O.
"Aaaaaaaaaaaaaaaaaaah!!!"
jajajajaj!
Y sí, qué tenía? 7 años? Ahí me enamoré del teatro. Con esa luz azul y ese actor cutre, cuya capa intenté tocar cuando pasó por mi lado. Todo porque el bueno actor me descubrió lo que significaba la palabra "embozado".
SALUDOS!!
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